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Juan Ramón Jiménez, Camilo José Cela y Jacinto Benavente

Juan Ramón Jiménez, Camilo José Cela y Jacinto Benavente

Los cinco Nobel de literatura españoles ordenados de mejor a peor

Es difícil realizar una lista así, como todas las listas, donde el tiempo y la huella, por supuesto más allá de la obra, tiene un papel fundamental

¿Fue mejor Camilo José Cela que Juan Ramón Jiménez? Unos dirán que sí, otros que no. ¿Y Jacinto Benavente? Lo cierto es que la impronta del marqués por nombramiento real de Iria Flavia, gritón y contundente, es absolutamente «nobelística» en comparación con el onubense, de perfil perfectamente contrario, esquivo y depresivo, de apariencia flaca en comparación a la potentada figura del gallego. Por esta razón don Camilo, que recorrió después de haberla andado La Alcarria en Rolls Royce con su chófer mujer y negra Grace Jones (versión publicitaria de la original Oteliña) es el Nobel español más grande en todos los sentidos.

Camilo José Cela

En su juventud padeció tuberculosis y en su internamiento se lo leyó todo. Y después lo escribió todo con fiebre «balzaciana». Con fiebre de escribirlo todo y de ganarlo todo en tiempos difíciles. La guerra y la posguerra. Pascual Duarte y la España de La Alcarria y La Colmena. Y con ellas ya el éxito y luego la fama. Salió en el cine, en la versión de su Colmena de Camus como un inventor de palabras; y salió en la televisión convertido en un personaje incluso rijoso, peligroso y excéntrico: el escritor total que le llevó al Nobel antes que al Cervantes y que presumió de su poder para absorber palanganas enteras, no diremos por donde.

Juan Ramón Jiménez

Aunque solo sea por Platero (y no es solo por eso, ni mucho menos), Juan Ramón Jiménez, que lo escribía todo con «j», ocupa un lugar en el imaginario literario español, quizá como ninguno más, aparte de Cela. Tampoco le gustaba la «h» ni la «x». La primera la consideraba absurda y de la segunda decía que nadie hablaba forzando tanto la pronunciación. El poeta se divertía con sus travesuras ortográficas, rebelándose contra el academicismo. Una suerte de vanguardia verdadera que no le restó ni un ápice a su obra de una sensibilidad natural.

Vicente Aleixandre

Aleixandre es más famoso hoy a cuenta de su ruinosa casa, de la que nadie quiso hacerse cargo durante décadas, que por los versos de un Premio Nobel. Pero es una casa como un templo olvidado para quienes allí estuvieron y a quienes allí recibió como una parroquia de la poesía. primero estuvieron allí antes de la guerra sus amigos y compañeros de generación (la del 27): Lorca, Cernuda o Miguel Hernández, y tras el conflicto los Gil de Biedma, Bousoño o Luis Alberto de Cuenca. Una suerte de balneario lírico regentado por un poeta admiradísimo en su tiempo.

Jacinto Benavente

El autor madrileño escribió comedias durante toda su vida. También drama y tragedia. Lo de Benavente siempre fue costumbrismo y con él se ganó al público que en el estreno de Los intereses creados en 1907 se lo llevó a hombros hasta su casa. Esto es hoy impensable más allá de una plaza de toros. Pero no eran malos tiempos cuando el pueblo, emocionado con el arte, reaccionaba de forma natural ante el talento del humor. Después de la guerra se siguieron representando sus obras, pero sin interés por destacar su nombre por su pasado de cercanía a la República que después mudó. Era el creador de La malquerida, otro de los grandes éxitos de su primera época, la más respetada y la que mejor resiste el paso del tiempo, no demasiado amable con el dramaturgo que sucedió a Echegaray, el primer Nobel español y el último en esta lista, en el gusto de, mayormente, la burguesía de la época.

José de Echegaray

Echegaray es como la versión primitiva de Benavente. Y si Benavente ya quedó atrás, más o menos, don José tenía fecha de caducidad para no mucho después de sus multitudinarios y extraordinariamente exitosos estrenos que provocaron la burla de toda la vanguardia de la época y la indignación absoluta cuando le fue concedido el premio gordo.

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