Ana Blandiana: «Me duele España, me duele Rumania y me duele el mundo cuando todo se difumina en la ideología»

Un recuerdo a su patria, Rumania, fue el discurso de Ana Blandiana, Premio Princesa de Asturias de las Letras. La Dacia Felix del Imperio Romano y la poesía como símbolo de vida y de resistencia. La poesía que se transmitía memorizada al salir de las cárceles comunistas: «Una sinfonía de poesía espiritual a la que los hombres recurrían como medio de salvación».

La poesía para sobrevivir en su otra realidad «en la que podemos salvarnos». «Poesía viene del griego que significa 'construir', pero lo que nos salvó del miedo ayer, del odio y de la locura no puede salvarnos de la soledad, de la indiferencia, del vacío de fe, del exceso de materialismo y comunismo y de la ausencia de espiritualismo».

Dijo Blandiana que tenemos que tratar de ponernos por encima de «todos los robots que no entienden, que nunca comprenderán el sufrimiento por expresar lo inexpresable que se esconde en todos todos esos ropajes, «el misterio que no se puede definir ni vencer».

Escribir poesía no es barbarie, como dijeron después de la II Guerra, porque «el sufrimiento realza la poesía». El final del Imperio Romano trajo el Evangelio del amor al prójimo: el equilibrio durante 2.000 años hasta que ha llegado el odio de la posmodernidad a la que se resiste porque «me duele España (como decía Unamuno), me duele Rumania y me duele el mundo» cuando todo se difumina en la ideología.

Terminó sus palabras diciendo que el Princesa de Asturias es diferente a todos los premios de poesía porque combina el misterio de la poesía y el de realeza, «tan extrañamente ligados que la gente sin saber para qué sirven sienten que todo sería menos bello sin ellos».