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Cubiertas de Don Quijote, La broma infinita y Ulises

Cubiertas de Don Quijote, La broma infinita y Ulises

Cuando la literatura desborda al cine: novelas imposibles de adaptar al celuloide

La libertad en la literatura es inmensa, infinita, como La Broma de David Foster Wallace. Todo lo contrario al campo vallado de contar historias ya escritas en una película

Desde luego Miguel de Cervantes nunca pensó que su Quijote pudiera ser alguna vez filmado. El cine no existía en el XVI y ni siquiera se imaginaba. La novela o la literatura era el único cine, en cuanto a entretenimiento, que había entonces.

La libertad en la literatura es inmensa, infinita, como La Broma de David Foster Wallace. Todo lo contrario al campo vallado de contar historias a través del celuloide. Se podría hacer un guion de El Quijote, pero sería tan poca cosa por el necesario descarte o tan difícil de exprimir el mejor jugo, que la tarea se complica hasta el mismísimo desistimiento con solo pensarlo.

Terry Gilliam lo intentó y fracasó casi como (o exactamente igual) Napoleón en Waterloo. Un documental, Lost in La Mancha, narra el desastre de aquel utópico intento maldito. En 1922, cuando James Joyce (o más bien su editora Sylvia Beach) consiguió publicar Ulises, todavía faltaba un lustro para el estreno de El cantante de jazz, la primera película sonora de la Historia.

Resulta difícil pensar que el genio irlandés pensara en su obra magna adaptada en imágenes de cine mudo. Es posible que si lo hubiera hecho la odisea simbólica de Leopold Bloom nunca se hubiera dado. Precisamente su simbolismo es el mayor obstáculo. Un verdadero problema reflejar lo esencialmente metafórico, por no hablar de lo rijoso, del escándalo, difícilmente digerible a través de una pantalla.

Semejante introspección y especialidad lastran siquiera la idea con apenas esbozarla en el pensamiento. Ulises fue escrita para ser leída demasiadas veces como para que alguien intente filmarla.

Otra cima, En busca del tiempo perdido, ha tenido campamentos base. El tiempo recobrado, filme basado en el último de los siete tomos de la obra monumental de Marcel Proust fue uno de ellos. Incluso tuvo un asalto en una película (para televisión) de cuatro horas de metraje, casi un atrevimiento que apenas pudo mostrar algunos aspectos genéricos y totalmente insuficientes de una obra maestra insuperable.

Quién podría adaptar Rayuela de Julio Cortázar no se imagina porque simplemente no se puede imaginar. Una parte o un camino o una forma sería una adaptación parcial, que es lo que mayormente sufren las obras maestras.

John Huston hizo al final de su vida una pequeña película maravillosa basada preciosamente en Los muertos, el último cuento de Dublineses de Joyce. Esta parece ser la única forma de representar una parte buena del valor de una gran obra imposible: filmar el detalle que haga posible mostrar en imágenes un pellizco de la esencia de los libros y de sus autores inabarcables.

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