Entrevista
Andrés Trapiello: «No hay dos Españas, hay un gobierno con un presidente que se ha emborrachado de poder»
Andrés Trapiello vuelve a las librerías con Me piden que regrese, una historia de espías, amor y aventuras en el Madrid de la posguerra
Hay libros que, al leerlos, dejan en el paladar un regusto a biblioteca, a archivo donde tirar las horas entre legajos bajo la luz amarillenta de un flexo. Son libros de la llamada alta literatura, esas novelas que sabes que te van a exigir un cierto esfuerzo, pero que también van a dejar una huella vital.
Es lo que sucede con Me piden que regrese (Destino), la novela con la que Andrés Trapiello (León, 1953) regresa a las librerías.
Lo nuevo de Trapiello una vibrante historia de espías que tiene como trasfondo el atentado de los maquis contra el cuartel de Falange en Cuatro Caminos en 1945.
El episodio ya lo retrató el autor en su ensayo Madrid 1945, que surgió tras encontrar en una librería de viejo un documento de la Dirección General de Seguridad sobre el asunto.
Ahora, el episodio da pie a una novela donde surge un Madrid que todavía vive en el trauma de la Guerra Civil, pero que también sabe divertirse y que quiere pasar página de aquella España de rojos y azules.
Me piden que regrese es una imagen en movimiento de aquel Madrid de la posguerra, de espías en el Embassy, fiestas en el Palace y en el Pasapoga, y donde la gente aceleraba el paso al cruzar frente a la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol.
El autor del célebre ensayo Las armas y las letras recibe a El Debate y deja una cosa clara: «Me encantaría que de este libro se vendieran un millón de ejemplares, pero más importante que venderse es que se lea, y para ello se deben romper prejuicios».
–Me piden que regrese se nota que es una novela escrita por alguien que ama Madrid. ¿Qué hay de aquel Madrid de antes que eche de menos en el de ahora?
–Yo soy poco de echar de menos nada. El Madrid de ahora tiene un encanto enorme. Yo no sé si echaría mucho de menos aquel Madrid. Desde luego echas de menos cosas. Era una ciudad que seguramente era mucho más solidaria de lo que es ahora, la gente se apoyaba en los momentos complicados, la gente se ayudaba más de lo que nos han contado las crónicas, las novelas, las películas...
Se echa de menos ese roce humano que había en Madrid que la convertía, en cierto modo, en un pueblo más o menos grande. Pero hay pocas cosas de aquel Madrid que se echen de menos: la falta de libertad era brutal y la represión injusta y un tanto enloquecida.
De aquel Madrid echo pocas cosas de menos, porque el que yo tengo ahora es estupendo y no lo cambiaría por nada
Es un Madrid, por un lado, atractivo, por otro, muy complejo. Yo, personalmente, a la pregunta de qué echas de menos de aquel Madrid, respondería que echo poco, porque el que yo tengo ahora es estupendo y no lo cambiaría por nada.
Aquel Madrid es el escenario perfecto para explicar cosas de ahora. Tengo que subrayar que no es una novela política, no es una novela ideológica, no es una novela de la posguerra, ni es una novela franquista o antifranquista. Es una novela de amor. Es una novela de aventuras que sí tiene como telón de fondo una ciudad muy hermosa que lo sigue siendo y un tiempo muy siniestro que, afortunadamente, ya no está con nosotros.
–La novela comienza con aquel atentado de 1945 en el cuartel de Falange en los Cuatro Caminos…
–En ese momento, en 1945, los vencedores (de la Guerra Civil) tenían el síndrome de que si los aliados ganaban la guerra (la Segunda Guerra Mundial), ellos perderían el gobierno. Por tanto, estaban enormemente activos para que eso no ocurriera.
Ese es, digamos, el principio de mi novela. El atentado de los Cuatro Caminos fue un atentado como hubo cientos en ese momento. El régimen raramente daba cobertura informativa a ningún atentado, y eso que ya habían muerto mil y pico guardias civiles, falangistas, gentes del régimen…
Y el régimen jamás dio cobertura a esos atentados. Ni siquiera dio una cobertura razonable a la invasión del Valle de Arán (en 1944), en la que habían participado entre 12.000 y 15.000 personas, sino una vez que fue ya sofocada y desbaratada.
Por tanto, cuando de pronto en Madrid, un buen domingo por la tarde, cinco comunistas entran en una subdelegación de Falange y asesinan a dos falangistas de rango ínfimo, sucede algo inexplicable: una publicidad absoluta en todos los medios.
Todas las radios, todos los periódicos orquestan la mayor manifestación política que había habido en España hasta ese momento. Las fotos que hay del entierro son impresionantes. No se conocía en Madrid nada parecido desde el entierro de José Antonio (Primo de Rivera).
¿Qué significaba eso? Era un mensaje bien claro de Franco —que no asistió, por cierto, al entierro— a las autoridades americanas y británicas, es decir, a los aliados que iban a ganar la guerra, de que España no era Italia, no era Grecia, no era Francia. El mensaje era que ‘aquí no tiene ningún objeto que ustedes entren a liberar nada, porque el pueblo español está con Franco, y Franco, además, está deseando colaborar con ustedes’.
–La Guerra Civil y el Franquismo son dos heridas sangrantes todavía en España. Usted busca una vía intermedia, la de la concordia, que es la que hizo posible la Transición. La España revanchista de Sánchez y la Ley de Memoria Democrática, ¿se ha alejado de 1978 para acercarse a los años 30?
–No creo que sea exactamente una España, no es ni siquiera una micra de España. España no es así de ninguna manera. Como no era tampoco la España de 1936 una España de rojos y azules, o de blanco y negro. En el año 36 eran dos Españas minoritarias que logran arrastrar al resto del país a una guerra civil.
Yo ahora no entiendo que haya una España dividida en dos mitades. Por más que Sánchez hable de levantar un muro entre dos Españas, lo que ha levantado es un muro entre su gobierno y el resto de españoles sensatos. Es decir, que con el resto de españoles de izquierdas, de derechas o de centro.
Son gentes que quieren acabar con España tal como se entiende, otros que quieren ir a la República
Pero yo no veo que España entera esté dividida en dos mitades. No es así. Es verdad que hay dos bloques, pero un bloque es más o menos homogéneo y en el otro bloque está la «anti España».
Pero no la anti España de la que hablaban en los años 50. Estamos hablando de gente que quiera acabar con España como tal, como nación, que son los independentistas, los nacionalistas y desde luego los terroristas, y con los comunistas que en parte también lo quieren.
Son gentes que quieren acabar con España tal como se entiende, otros que quieren ir a la República, otros que tienen ideas de instaurar un sistema más o menos leninista para España, bolivariano...
En cambio, en la otra España, en esa España más o menos homogénea, no solamente está la derecha. En esa España también están metidos, pongamos por caso, Alfonso Guerra, Felipe González y muchísima gente que votó a izquierda, que votamos a izquierda, durante muchos años. En esa España no nos hemos hecho fascistas en unos años.
El deseo de que Sánchez salga del Gobierno lo tienen por igual Felipe González y Santiago Abascal, y eso no les hace en absoluto equiparables
No es verdad que haya dos Españas. Hay un gobierno, sostenido por la ambición personal de un político que se ha vuelto loco, que se ha emborrachado de poder y está constantemente huyendo hacia adelante con todo tipo de excusas, cada vez más cercado por la corrupción, por sus propias mentiras, por sus propias contradicciones: está constantemente corrigiéndose porque necesita constantemente mentir.
Hay un bloque donde hay gente de izquierdas y de derechas, donde el deseo de que Sánchez salga del Gobierno lo tienen por igual Felipe González y Santiago Abascal, y eso no les hace en absoluto equiparables. Y esto es importante recordarlo.
Y en el otro lado, lo que sí hay es una enorme cantidad de gente que con lo primero con lo que quiere acabar en España es con la igualdad y con la libertad de los españoles.
El terrorista vasco seguramente tiene poco que ver con la extrema derecha nacionalista catalana, pero están unidos en un proyecto común que es el de acabar con España y con la Constitución del 78.
–En Me piden que regrese el punto de partida es el atentado de los maquis contra el cuartel de Falange de Cuatro Caminos en 1945, un episodio que ya tocó en Madrid 1945. ¿Cuál es la intrahistoria de ambos libros?
–Son dos libros muy distintos. Yo encontré hace veintitantos años en la Cuesta de Moyano, que es uno de los sitios donde se venden libros viejos en Madrid, un expediente muy bien conservado, redactado y acopiado por la Dirección General de Seguridad del año 45.
Trataba de algo que de lo que yo no tenía ni idea en ese momento: del atentado de la Subdelegación de Falange en Cuatro Caminos y de las prensas clandestinas del Partido Comunista en Madrid.
Todo eso junto formaba el expediente, con fotos de los detenidos, con ejemplares originales de la prensa clandestina: números de Mundo Obrero, de Reconquista Española, etcétera. Todo muy bien conservado. Era un documento bibliográfico muy apetitoso.
Yo no sabía nada de lo que me hablaban en ese documento y lo primero que hice fue irme a los periódicos. Y la primera sorpresa que me encuentro es que los periódicos me hablan, nada más de buscar esa fecha, de la mayor manifestación política que ha habido en España.
Cuando lo encontré recuerdo que mis amigos escritores me decían: ‘Oye, tienes ahí una novela increíble’. Yo dije: ‘No, yo no quiero contar esto en una novela. Yo quiero hacer de esto una crónica real, porque si yo cuento esto como novela van a creer que todo es una pura invención, que todo es una ficción’.
Viendo el material que había ahí, me volqué. Fui a los archivos militares, a las hemerotecas, busqué y rastreé y encontré a los últimos testigos de esos hechos. Encontré a una de las maquis que había llevado las pistolas para el atentado... Es decir, conocía a mucha gente implicada en el asunto. Había leído los sumarios judiciales, leí las actas policiales… Vi muchas cosas.
Si en un libro cuento que el Partido Comunista paga mil pesetas por cada muerto, van a decir, primero, que me lo estoy inventando y, en segundo lugar, que soy un canalla que quiere inflamar al movimiento maquisardo madrileño.
Y si yo cuento que la policía tenía un boxeador en nómina para pegar palizas cuando ellos ya estaban cansados de darlas, van a decir lo mismo, y yo necesito que esto se sepa tal cual es y que se le conceda el estatuto de la verdad, es decir, que no hay un ápice de licencia imaginativa.
Este es el libro que yo hice en el año 2001 y que volvería a publicar en el año 2022 con muchísima información nueva. Cuando ya cerré esa crónica es cuando ya me he podido permitir escribir la novela.
–La novela refleja un mundo polarizado. El mundo de hoy también sufre de fuertes divisiones. Con el regreso de Trump a la Casa Blanca parece que ha llegado el apocalipsis.
–Para empezar, Trump es un hombre de una grosería intelectual y mental, y creo sinceramente que es un sinvergüenza. Ni siquiera creo que las cosas que dice las piense.
Ahora bien, yo recuerdo que cuando con la victoria de Reagan la contestación mundial fue parecida, o cuando ha ganado las elecciones Meloni. Vivimos en un mundo que se puede ir al garete en cinco segundos. En cinco segundos todo puede saltar por los aires. Pero también observamos que, por fortuna, hay muchos contrapoderes que mantienen las cosas bastante cohesionadas.
Meloni lleva un año y pico en el gobierno y desde luego ha erosionado mucho menos la democracia de lo que lo ha hecho Sánchez.
¿Quiere esto decir que uno es afín a Meloni? No, pero yo veo desde fuera las cosas y desde fuera veo que se anunciaba que Meloni iba a ser una especie de apocalipsis, y estoy viendo que Italia no es muy diferente a los gobiernos de la Democracia Cristiana.
No soy un experto en política exterior, eso hay que ponerlo en primera línea. Soy un lector de periódicos más o menos atento y me encuentro con esto. No creo que de pronto el mundo salte hecho pedazos porque llegue Trump a la presidencia de Estados Unidos, entre otras cosas porque estoy convencido de que los propios Estados Unidos verán el modo de frenarle.
–La catástrofe causada por la DANA en Valencia ha puesto a la clase política española en la diana. El Congreso aprovechó la tragedia de la DANA para aumentar su control de la televisión pública sin debate parlamentario. ¿Retrata ese acto a la clase política actual?
–Sánchez no representa a España, se representa a sí mismo y a las 400 personas, o las 4000 personas que viven de sus favores, de sus sueldos. Pero me parece injusto creer que representa a la clase política. Es que no representa ni a los socialistas. ¡Si los tiene a la mitad divididos y cabreados! Y al que no está con él lo echa como a Joaquín Leguina o como a Nicolás Redondo Terreros. Sánchez no representa ni al socialismo español.
El primer error es creer que representa a alguien más que a sí mismo. Lo que ha hecho con él al día siguiente (de la DANA), dándole todo el poder a Televisión Española… Este hombre ha convertido TVE en la TV3 española. Cumple la misma función que ha cumplido durante todo el procés TV3 en Cataluña.
Yo vi la información que estaba dando a tiempo real Televisión Española de lo de Valencia y era bochornosa. Es que ni siquiera el canal bolivariano más increíble.
Pero la clase política no es verdad que sea una clase política espantosa, tremenda, corrupta, criminal. Yo conozco a políticos extraordinarios. La clase política fue la clase que llevó a cabo la Transición en España, y fue una clase política ejemplar.
No se puede teñir con antipolítica toda la política española. Por el hecho de que Sánchez sea un hombre sin escrúpulos no quiere decir que todos los que aspiran a ser presidentes del gobierno sean gente sin escrúpulos.
¿Qué novelas sobre la Guerra Civil recomendaría?
Esta novela es compendio un poco de las mejores novelas sobre la guerra civil de un bando y de otro. Luego hay novelas de parte, las hay muy buenas. Madrid de Corte a checa es muy buena.
Por quién doblan las campanas, en el otro lado, de Hemingway, también es muy buena, o La esperanza de Malraux, o Los campos de Max Aub. Ya de parte hay muchas cosas.
Las de las de Baroja, aún siendo novelas un poquito descacharradas, como era él escribiendo, tienen un encanto enorme. Incierta gloria de Joan Sales también es una novela estupenda. Las novelas de Salvador de Pruneda son buenas también. Hay una docena.
Pero todas ellas quedan resumidas en Celia en la revolución, que tiene un encanto enorme y es una novela para todos los públicos. Bueno, yo diré que mi novela también está escrita para todos los públicos, es decir, de todas las ideologías y edades.