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La adicción a los teléfonos móviles es un síntoma de la cultura del aburrimiento

La adicción a los teléfonos móviles es un síntoma de la cultura del aburrimientoAFP

La peligrosa cultura del aburrimiento que hace de nuestra sociedad un callejón sin salida

La cultura del hiperconsumo ha dado pie, de forma contradictoria, a una cultura del aburrimiento que empobrece las mentes y las almas de los ciudadanos

La sociedad moderna –entendida como la actual– bien podría definirse como la sociedad de las contradicciones.

En un mundo crecientemente materialista, hedonista, donde prima la inmediatez y el consumo rápido de usar y tirar, donde hay estímulos a la vuelta de cualquier esquina y donde las ofertas de ocio se multiplican como setas, ha caído, al mismo tiempo, en el aburrimiento.

La edad del ocio es la edad del aburrimiento. Hay tanta oferta que, de pura saturación, la gente ya no se sorprende ante nada, la gente ya ha perdido la capacidad de fascinarse. La gente se aburre.

Y eso supone un grave problema que entraña numerosos peligros, algunos de los cuales son ya palpables.

El aburrimiento deriva en desidia, en apatía, en pérdida de sentido de vida, y ha dado lugar a toda una cultura, la cultura del aburrimiento.

A priori, el sano aburrimiento es necesario, siempre que se entienda como ese dolce far niente tan italiano, o como esa vida contemplativa a la que cantaba Fray Luis de León. Pero cuando el aburrimiento se convierte en cultura y domina la vida del individuo, empieza el problema.

Como suele ser habitual ante los fenómenos sociales de masas en una sociedad hipercapitalista, las grandes compañías han detectado el fenómeno del aburrimiento como dominante y se han prestado a explotarlo.

Las redes sociales adictivas como Tik Tok, X, Instagram, determinados contenidos de internet, los motores de búsqueda, las aplicaciones de inteligencia artificial generativa, han diseñado sus algoritmos para aprovechar ese aburrimiento y empujar al usuario a matar sus horas perdidas, sin objetivos vitales claros, en consumir contenidos de baja calidad, de bajo interés. Contenidos basura que, sin embargo, son adictivos.

Hace unos días, El Debate se hacía eco de la noticia de que la Universidad de Oxford había elegido la palabra brain rot (podredumbre cerebral) como palabra inglesa del año 2024.

Brain rot hace referencia a esa sensación de podredumbre cerebral que le queda a uno tras haber pasado horas en internet sin un objetivo claro, perdiendo el tiempo a cambio de la nada. Esa sensación de vacío es brain rot y un claro síntoma de la cultura del aburrimiento y sus peligros.

La cultura del aburrimiento genera un efecto dominó. Ocasiona la pérdida de interés por la realidad que nos rodea, la pérdida de amor propio, la pérdida de la curiosidad y de la necesidad de adquirir nuevas habilidades y conocimientos.

Y, sin embargo, resulta tan rentable económicamente que se explota como toda una industria, la industria del aburrimiento.

El hiperconsumo está pensado para alimentarse del aburrimiento de unos ciudadanos que no saben qué hacer la tarde del sábado y se la pasan metidos en unos grandes almacenes.

Las redes sociales se sirven del aburrimiento para meter a los usuarios en un círculo vicioso de adictivos contenidos basura.

Las plataformas de contenidos audiovisuales streaming aprovechan el aburrimiento para ofrecer series adictivas que los espectadores consumen de una tacada durante horas, a veces noches enteras.

Incluso la literatura está experimentando una degradación y ofrecen contenidos cada vez más mediocres y simplones pero que enganchan a unos lectores que no tienen ganas de estrujarse el cerebro con Cien años de soledad.

Lectores que no tienen ni ganas ni tiempo, porque lo pierden en aburrirse en Tik Tok o en cualquier trampa del consumo de masas para gente a la que yo solo le interesa aburrirse en esta vida.

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