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Gabriel García Márquez en 1991

Gabriel García Márquez en 1991GTRES

Cinco curiosidades de 'Cien años de soledad', la obra que convirtió a García Márquez en mito de la literatura

Han pasado casi 60 años desde su publicación (57 para ser exactos) en la editorial argentina Sudamericana

Cien años de soledad fue, incluso antes de ser publicada, una novela famosa. La fama le acompañó desde su génesis, producida en el núcleo del boom latinoamericano y protegida, admirada y puede que envidiada desde el manuscrito conocido por los principales miembros de esta corriente literaria, los más importantes amigos íntimos del autor, Gabriel García-Márquez, como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar.

Han pasado casi 60 años desde su publicación (57 para ser exactos) en la editorial argentina Sudamericana, sobrepasada por las expectativas que desde dentro se tenían y se recibían del libro que amenazaba con ser el fenómeno (tras leer el primer capítulo le adelantaron 500 dólares) que acabó siendo.

De 3.000 a 30 millones de ejemplares

García Márquez era un autor aún desconocido para el gran público, por lo que estaba prevista una primera edición de apenas 3.000 ejemplares que acabaron siendo 8.000 después del revuelo silencioso y la presión de los primeros fans que no estaban equivocados: solo en el primer año se vendieron más de 25.000 libros para un total de 30 millones de copias.

El «Quijote latinoamericano»

Con este nombre se refirió un entusiasmado Carlos Fuentes después de leer el manuscrito en carta dirigida a Julio Cortázar: «Un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que por eso debe inventar el mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas (…) ¡Qué prodigiosa imagen cervantina de la existencia convertida en discurso literario, en pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario!».

La primera novela que pensó

Le llevó construirla más de veinte años, como un gran monumento ideado en tiempos antiguos. García Márquez la pensó en su adolescencia, pero la abandonó incapaz de abordar semejante tarea para la que se vio capaz en la edad adulta después de años de diseño íntimo y de tres novelas publicadas en el ínterin: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962). Cien años de Soledad se publicó al fin en 1967, mucho después de cuando iba a ser llamada La casa, la misma casa de juventud que se quedó pequeña, desbordada por el universo de Macondo.

Publicó en revistas algunos capítulos

Imitando a sus admirados Hemingway y Faulkner, García Márquez publicó su esperada obra por entregas (solo algunos capítulos) en revistas literarias, una maniobra clásica y al mismo tiempo publicitaria y sonda de un posible recibimiento del público que se esperaba muy favorable como así fue. Tomás Eloy, de la revista argentina Primera plana escribió: «Para América Latina, esta novela tiene el sabor de un génesis, de una apertura hacia las formas más profundas de su vida».

Homenaje a sus amigos escritores

En Cien años de soledad aparecen a modo de cameo y homenaje personajes y referencias de las novelas de otros autores amigos como Víctor Hughes, el protagonista El siglo de las luces de Alejo Carpentier, o Lorenzo Gavilán, personaje de La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes cuya historia continuó García Márquez en la obra universal que escribió o terminó de escribir después de un año y medio encerrado en una casa en México, en el mismo barrio donde vivía su amigo (empeñó su coche para poder pagar el alquiler) que antes de publicarla le produjo úlceras por los nervios y después toda una vida de tranquilidad, como le escribió al poco del éxito a un amigo:

«Cien años de soledad ha sido la salvación: gracias a sus ventas espectaculares, tengo por delante unos años de paz doméstica que pienso dedicar minuto tras minuto a escribir. Ahora estoy metido en un cuento que puede ser muy largo y muy divertido (...) Es, más que nada, un recurso para calentar motores antes de zambullirme, quién sabe durante cuánto tiempo, en El otoño del patriarca. Después no sé qué haré».

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