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La escritora Marguerite Yourcenar

La escritora francesa y estadounidense Marguerite Yourcenar

Cinco poemas de Marguerite Yourcenar: la Nobel que no fue al colegio y se inventó un apellido y a un emperador

Fue la primera mujer «inmortal» de la Academia francesa y viajera impenitente, autora de Memorias de Adriano

Su apellido no era Yourcenar sino de Crayencour. Cogió todas las letras del verdadero y lo ocultó con el que mostró para siempre su verdadera personalidad. Podría ser esta transformación personal una paralela a la que hizo del emperador romano Adriano, una obsesión novelística de la autora desde los 21 años que, finalmente, otros 20 después, se convirtió en una realidad.

Memorias de Adriano, el maravilloso libro publicado en 1951 (Yourcenar nació en 1903) se convirtió en un éxito y en un clásico inmediato. No era un libro de Historia, aunque ella lo presentó como tal. Los historiadores demostraron que la autora se valió de la documentación existente sobre el emperador romano y luego unió los pedazos con literatura igual que Michael Crichton usó el ADN de rana para hacer dinosaurios de ficción en Parque Jurásico.

Novela histórica

La Historia romana de Dion Casio y la Historia Augusta fueron las dos principales fuentes que sirvieron a Yourcenar para construir las memorias (en primera persona) de su Adriano, pero ninguno de esos manantiales resultó ser de agua clara y pura de las montañas, sino de historiografía mayormente fabulada y, según los expertos, también mayormente tendenciosa.

Una polémica que viaja aparte de la calidad de la novela extraordinaria que inauguró el género de la novela histórica de un modo insuperable. No hay novela histórica mejor en la historia de la literatura que Memorias de Adriano, la carta que le escribe el emperador, ya anciano, al joven Marco Aurelio, su sucesor.

Cinco poemas de marguerite yourcenar:

  • COLONIA GRIEGA

    Cerca de montes luminosos cuyas formas soberanas
    recuerdan las cumbres de su país con nostalgia,
    al abrigo del viento y las sirenas,
    los marineros griegos construyen una ciudad y un puerto.

    La savia pegajosa de los pinos carena sus naves. El delfín
    salta sobre el altar esculpido en honor de Dionisos;
    bronceados jinetes dejan a un lado las riendas
    y se bañan en el mar todas las mañanas del verano.

    Guirnaldas de flores ornan el umbral de sus mujeres;
    la viña de flexibles guías y el olivo de fruta arrugada
    se enriquecen con las sales del suelo extraño.

    Borracho, el comerciante ronca en el fondo de la choza
    y el joven alfarero, con trazo ligero,
    sobre los flancos rojos de una copa
    delinea el perfil de su amante.
  • EL LUNÁTICO

    El sol adormecido en las brumas se aleja
    Y como un astro muerto yace mi pasión;
    La noche a lo largo del muelle se refleja;
    Mi viejo corazón es un Rey sin razón.

    Cada ser de una rueda es el eje que gira,
    Cae, ofrenda y afrenta, en el yunque el dolor;
    Los rostros grises son una espuma que tira
    La marea del asfalto y la luz sin color.

    ¿Dónde estamos amor? ¿Sí es verdad que estamos?
    La luna se esconde cuando nos acercamos
    Al borde de los techos huecos de metal.

    Y el ojo blanco por las calles todavía
    Envidia el resplandor fijamente glacial
    Del astro que murió antes de abrir el día.
  • YO HE VISTO UN CIERVO

    Yo he visto un ciervo
    Atrapado en la nieve.

    He visto en el lago
    Flotar a un ahogado.

    He visto en la playa
    Una concha seca.

    He visto en las aguas
    Pájaros temblando.

    A los malditos serviles
    He visto en las ciudades.

    He visto en las llanuras
    El humo del odio.

    He visto en el mar
    El sol amargo.

    En el cielo he visto
    Pasar este siglo.

    En el espacio he visto
    Insondables ojos.

    He visto en mi alma
    La ceniza y la llama.

    Un negro dios vencer
    En mi corazón he visto.

  • CANTILENA PARA UN FLAUTISTA CIEGO

    Flauta en la noche solitaria,
    Presencia de una lágrima;
    Todos los silencios de la tierra
    Son pétalos de tu flor.

    Sopla en la sombra tu polen,
    Alma llorando, casi sin ruido,
    Miel de una boca profunda
    Que al besar la noche fluye.

    Y si tus lentas cadencias
    Son el pulso de las tardes de verano,
    Convéncenos que el cielo baila
    Porque un ciego cantó.
  • MACROCOSMOS

    Soles, exvotos de las tinieblas.
    Corazones palpitantes, corazones traspasados,
    lágrimas de plata entre fúnebres paños.
    Soles, yo paso y ustedes pasan.

    Objetos en el fondo de mi ojo,
    como ustedes, yo me consumo:
    ustedes ruedan en la sombra eterna
    sin saber que la alumbran;
    Yo sé porque ignoro.

    Dentro de este caracol sonoro,
    en esta esponja donde palpita mi alma,
    en mis entrañas, una sola fuerza se concentra,
    y su lucha es mi lucha.

La historia no es real sino inventada y efectivamente tergiversada, pero de una belleza inusitada sobre la condición humana que además construye una visión fidedigna de la vida en el imperio romano en el siglo I y II. Se nota (se siente) que Yourcenar llevaba décadas pensando en la obra donde volcó toda su vasta cultura y única sensibilidad.

Por ello nada es real y sin embargo sí lo es. Es como ver un dinosaurio cierto (aunque sea en la pantalla) en el siglo XXI. Un libro memorable como este, lleno de delicadeza, erudición, inimitable en su forma y fondo a pesar de los miles de novelas surgidas de su inspiración, solo podía provenir de la artista precisa que fue Yourcenar. La niña rica que nunca fue a la escuela y se educó en su casa y en sus viajes por el mundo junto a su padre.

A las diez años ya sabía latín y griego. O casi. La recreación de otros tiempos fue la seña de identidad de un estilo y un afán que alcanzó su cumbre en la figura anhelada de Adriano, pero que ya antes se materializó en relatos, poemas y otras novelas y ensayos. El elevado entretenimiento que utilizó para enmarcar lo humano y hasta la divino, como humana y casi divina fue Marguerite Yourcenar, premio Nobel y la primera mujer «inmortal» de la Academia Francesa, viajera fabulosa y fabuladora desde la niñez hasta el final.

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