El edificio que conecta Madrid con el oráculo de Delfos
El templo griego es uno de los lugares más emblemáticos y estudiados de la Antigüedad
La antigua civilización griega estaba marcada por una amplia religión mitológica. Los templos a distintas divinidades proliferaban aquí y allá y, como el propio san Pablo reconoció en Atenas, hasta «el Dios desconocido» tenía su propio altar en la Acrópolis. Junto a estas figuras olímpicas, los oráculos, sacrificios y hados marcaban en buena medida la vida de los ciudadanos.
Además del conjunto ateniense, destaca en la Antigua Grecia la ciudad de Delfos, donde se encontraba el templo dedicado al dios Apolo y el famoso oráculo que tantas figuras relevantes visitaron con la intención de entrever lo que disponía el destino sobre su futuro. No fueron pocas las ocasiones en las que las enrevesadas palabras de la Pitia marcaron los acontecimientos dentro la Hélade.
Antes de acceder al oráculo, los peregrinos se encontraban con el imponente frontón del templo en el que podían leer la siguiente inscripción en griego clásico: «Conócete a ti mismo». El aforismo, latinizado como «nosce te ipsum» era toda una invitación al autoconocimiento y a la búsqueda de esa Verdad que se esconde en el fondo del alma humana.
Lejos de la superstición que podía envolver al lugar, el aforismo marcó la vida del primer gran filósofo occidental: Sócrates. El maestro de Platón acudió al oráculo en busca de un camino para su vida y ese «Conócete a ti mismo» fue parte de la respuesta que necesitaba. Buena parte de su propuesta de pensamiento parte de su confianza en el hombre y en la capacidad de su alma por alcanzar ideas universales presididas por las de Bien, Verdad y Belleza.
Su antropología, consolidada después por Platón, ha marcado la historia de la filosofía. Esa confianza en las posibilidades del hombre fueron revisitadas por san Agustín, quien añadió a Dios y su gracia a la ecuación. Así, el camino avanza hasta figuras como la de san Juan Pablo II, que se lamentaba en su encíclica Fides et ratio al observar como las teorías modernas han perdido la fe en lo humano y en su capacidad por encontrar la Verdad en su propio interior.
Así, ese «nosce te ipsum» sigue siendo hoy una invitación a mantener la confianza en la razón y en las posibilidades de alcanzar las respuestas universales para las grandes preguntas. No es raro encontrar estas letras grabadas en edificios y lugares públicos consagrados al saber. Uno de ellos se encuentra en Madrid y tiene como objeto de estudio al propio ser humano.
Frente a la estación de Atocha se erige el Museo Nacional de Antropología, un centro con 150 años de historia y con una fachada que arquitectónicamente imita el estilo clásico. Es en el frontón de este lugar donde puede leerse en latín ese «Conócete a ti mismo» que inspiró a Sócrates y que sigue ofreciendo un camino para todos aquellos hombres que pretendan cumplir con la definición de ellos que hizo el papa filósofo: «Aquel que busca la verdad».