
James Ellroy durante la entrevista con El Debate
James Ellroy: «Yo también soy un autoritario»
El Debate entrevista al autor de Los seductores (Random House) durante su viaje en España para promocionar la novela
La prensa en Estados Unidos le ha puesto el apodo de «demond dog» (perro diabólico) por su supuesto mal carácter con los periodistas.
Pese a su fama, el escritor James Ellroy, que está estos días en España para promocionar su última novela, Los seductores (Random House), se muestra amable, aunque es cierto que un tanto tosco, cuando recibe a este redactor en el Hotel Villa Real de la Plaza de las Cortes, en Madrid.

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Su novela sigue los pasos del expolicía corrupto Freddy Otash en los días previos e inmediatamente posteriores a la muerte de Marilyn Monroe en 1962, para sacar los trapos sucios de los hermanos Kennedy por encargo del líder sindical Jimmy Hoffa.
Como en otras de sus novelas –LA Confidencial, La Dalia Negra, Jazz Blanco, Perfidia– Los seductores tiene lugar en un Los Ángeles y un Hollywood decadentes y oscuros donde los bajos fondos y las altas esferas se mimetizan en ese espacio gris que constituye el mundo del hampa.Ellroy, vestido con una camisa multicolor, que no se sabe muy bien si es hawaiana o hippie-psicodélica, tiene aire de viejo sabueso. Parece duro de roer. Ya ha dado varias entrevistas a diversos medios, casi todas centradas en Marilyn Monroe, lo cual da una pista sobre lo que no le va a gustar que le pregunten.
No hay fallo. Las preguntas sobre Monroe y Kennedy las despacha con un monosílabo y un par de generalidades. El resto de la entrevista no tiene desperdicio.
–El protagonista de la novela, el expolicía Freddy Otash, que es un personaje que existió, es en Los seductores un detective implacable, pero lleno de vicios: es alcohólico, drogadicto, corrupto, violento, pervertido… ¿Qué admira de él?
–De Freddy Otash se puede admirar su humanidad, su deseo de cambiar. Podemos admirarle por ayudar a matar al tipejo que asesinó a la hermana de Gwen Perloff (otro de los personajes centrales de Los seductores)… También se le puede admirar porque le gustan los pitbull, con pasión –con un pitbull investiga el caso del falso secuestro–, y también por su pasión en tratar de determinar qué pasó con Marilyn Monroe en los últimos meses de su vida.

James Ellroy, autor de 'Los seductores'
–¿Hay algo de usted en el Freddy Otash de sus novelas?
–Yo también era un mirón cuando era niño, miraba por las ventanas, y Freddy es un mirón de carrera, profesional. Freddy es realmente un autoritario, también lo soy yo.
–Su novela, Los seductores, es sórdida, oscura, diría que nihilista…
–No, eso es una gilipollez. Es un libro moral, es un libro cristiano. Por cada momento de horror, de sordidez, hay una escena correspondiente de compasión y ternura. Al final, en el fondo, es una historia de amor.
–Usted refleja un Hollywood decadente, pero estamos en los años 60, supuestamente la edad dorada del cine. ¿Estaba aquel Hollywood tan podrido como lo muestra?
–Hollywood ya estaba derrumbándose. Los ingresos iban bajando, la taquilla iba bajando, y el gigantesco desastre que supuso la película Cleopatra establece todas las conspiraciones delictivas del libro. Ahí es donde se desarrolla todo, porque esa película prácticamente llevó a la bancarrota a los estudios 20th Century Fox. Este libro, además, es muy divertido.
–Freddy Otash termina, en cierto sentido, redimido. Pese al cierto pesimismo que se percibe en la novela, en general en sus novelas, ¿cree usted en la redención?
–No creo que el libro sea pesimista en absoluto. Freddy Otash cambia, regala el dinero, que es un nivel muy grande de sacrificio para un hombre así, y es, en ese sentido, realmente sorprendente.
–En su literatura trasciende un fuerte vínculo con la ciudad de Los Ángeles. ¿Qué encuentra atractivo de Los Ángeles de los 60?
–Es que yo soy de allí. Yo soy de Los Ángeles, y crecí allí. Yo tenía 14 años cuando los hechos narrados en esta novela tuvieron lugar.
–Su prosa resulta fascinante, casi hipnótica: es rápida y directa como un puñetazo. ¿Detesta la prosa remilgada y barroca tan empleada hoy en la novela negra?
–Bueno, es que ya no se hace novela negra. El término novela negra, como el término cine negro, está muerto. Va del 1948 a 1960. Se acabó, ya no hay más género negro. Pero esta es una novela negra, policíaca…, y es antibarroca. Va en contra de la literatura de moda en general, de los estilos actuales, de la literatura mainstream.
–¿Cómo hace para construir sus novelas y no perderse entre tantos nombres, tramas, subtramas y tantos detalles?
–Lo que hago es hacer un esquema, en este caso, de 400 páginas (la novela tiene 535).
–Marilyn Monroe y John Fitzgerald Kennedy son mitos indiscutibles del siglo XX. Usted en esta novela destruye esos mitos sin piedad.
–Sí.
–¿Cómo vivió sus muertes?
–Realmente, me era indiferente. Yo era un niño, un adolescente. Tenía 14 o 15 años y yo tenía mis planes de adolescente.
–En España hemos tenido un presidente que se hacía llamar ZP para imitar el JFK de Kennedy. ¿Demuestra ese afán de imitación que los mitos, por mucho que tengan pies de barro, es difícil derribarlos?
–Es que tampoco lo intento (derribar esos mitos). El libro desmitifica independientemente de que uno crea o no crea en esos mitos.