
Detalle de Francisco de Quevedo pintado por Velázquez
¿En qué consiste el neoestoicismo, la filosofía que une el estoicismo y el cristianismo?
Francisco de Quevedo fue un notable seguidor de esta corriente, un movimiento humanista que surgió en Europa entre el XVI y el XVII
Siempre se ha hablado de las conexiones entre el estoicismo y el cristianismo. Precisamente a principios del XVII surgió la filosofía que pretendió aunarlos, sobreponiendo sus elementos comunes y limando o acercando sus diferencias.
El estoicismo está de moda en el presente por sus principios de manual de vida aplicables al presente y a todas las épocas. Los principios de Epicteto o las Meditaciones de Marco Aurelio son sus dos breviarios más conocidos. Los libros milenarios recuperados y reeditados sin solución.
El neoestoicismo fue otro de los muchos resurgimientos del estoicismo a lo largo de los tiempos, aparecido sin fin entre olvidos y recuerdos. Su particularidad es que era Séneca, el filosofo estoico romano que no predicaba con el ejemplo, el punto de partida y no el emperador o el antiguo esclavo.
Si el estoicismo es una carrera interminable, de hábitos, de contención o de serenidad, el neoestoicismo, por supuesto, también lo fue en su génesis, incluso en sus precedentes en la figura clave de esta filosofía, Justo Lipsio. Lipsio fue un humanista que estudió el estoicismo a fondo partiendo de Séneca, pero tomando también los orígenes de Epicteto o más aún de Zenón de Citio.Mediante la diferenciación primera del pensamiento estoico y del pensamiento cristiano estableció un camino en paralelo que terminó siendo uno o, más bien, cuyo objetivo era terminar siendo uno, en una suerte de extracción de los principios estoicos que no chocan con la doctrina cristiana para formar un nuevo todo separado, aunque inevitablemente unido en el nuevo manual De Constantia (Sobre la constancia o Sobre la firmeza).
El neoestoicismo fue incluso más famoso en el XVII que el estoicismo en XXI. Y particularmente en España. Justo Lipsio fue cronista de Felipe II y amigo de Francisco de Quevedo, conocido y practicante y casi apóstol de esta filosofía (tradujo en verso el Manual de vida de Epicteto). En De Constantia, como los estoicos, Lipsio habla de la vida eudaimónica: la búsqueda de la eudaimonía en el control de las pasiones para alcanzar la paz interior.
Es la constancia o la firmeza como una muralla para mantener el alma inalterable y para alcanzar la virtud que en el neoestoicismo es la virtud de Dios. Si en el estoicismo la paz interior se hallaba permaneciendo inalterable ante los hechos que no dependen de nosotros, en el neoestoicismo se persigue permanecer inalterable ante lo que no depende de nosotros y que es voluntad de Dios.
Para los estoicos la desgracia era enseñanza y para los neoestoicos las desgracias son enseñanzas de Dios para alcanzar el objetivo: la virtud, que es la virtud de Dios: la cristianización del estoicismo de moda del que aquí se han dado solo algunos breves apuntes.