¿Cuántas «Mona Lisa» se han reproducido en el mundo?

Una copia casi idéntica de La Gioconda se expone estos días en Bruselas después de su paso por Viena. «Es una de las copias más fieles. Siempre vemos muchas porque La Gioconda ha sido siempre un icono desde la época de Da Vinci. Pero algunas de estas son algo naif, no están muy bien pintadas y esta nos asombró realmente cuando la vimos por primera vez», declara a EFE Vinciane de Traux, directora de Artcurial en Bélgica.

Se sabe que la obra, de autor desconocido, fue pintada un siglo después de la original en la ciudad francesa de Fontainebleau sobre una tabla de roble en vez de sobre lienzo. El paisaje que aparece detrás de la figura es otro de los elementos distintivos, con montañas más definidas y coloreadas, unas diferencias «a simple vista, prácticamente inapreciables», admite De Traux.

Se calcula que la obra podría valer entre 150.000 y 200.000 euros, aunque los pronósticos apuntan a que estas cantidades, tras la próxima exposición en París, serán infladas por los pujadores en la subasta que se celebrará el 9 de noviembre.

Miles de Giocondas

El «especial cuidado de representar los tonos de piel de las manos y el rostro con gran delicadeza, sin perder el sentido de su propio estilo», como reconoce De Traux, es otra de las características diferenciadoras de esta versión que no se reproducen entre las otras copias más conocidas.

La Mona Lisa del Prado, la réplica más temprana conservada, fue pintada al mismo tiempo que la original, en el mismo taller de Da Vinci y con la misma técnica. De la Mona Lisa de Isleworth se afirma que es una primera versión del cuadro pintada por el propio Leonardo. La Monna Vanna también salió del taller del genio florentino, y existen dudas acerca de si fue un boceto pintado por el maestro o por alguno de sus discípulos.

Otra de las Giocondas «clásicas» más conocidas es la de Rafael, pintada en 1504 y conservada también en el Louvre. La conversión de la pintura en icono cultural ha hecho de su reproducción e interpretación una costumbre secular. Miles son las reproducciones de una imagen tetracentenaria que ha viajado desde el sfumato hasta llegar a instalarse en el pop art.

Marcel Duchamp la convirtió en dadá pintándole bigotes y perilla en su serie L.H.O.O.Q. (rijoso acrónimo en francés) de «arte encontrado», una evolución del cubismo. Dalí la convirtió en un autorretrato, Warhol la serigrafió y Botero la infló, aunque no tanto como la leyenda que no acabó en la cerdita Peggy y tampoco lo hará en las distintas versiones de Banksy.