Escándalo Macklowe o el divorcio que acabó en récord de subasta de arte: 676 millones

Dicen en el negocio del arte que las grandes colecciones suelen salir a la venta cuando se produce una de las tres «D»: divorcio, deudas o muerte (divorce, debts or death, en inglés). Con la célebre Colección Macklowe ha sido la primera: un divorcio polémico, agrio y combativo ha provocado que salga a subasta una de las colecciones privadas de arte más importantes del mundo.

Los Macklowe, miembros destacados de la aristocracia neoyorquina del ladrillo, amasaron una colección extraordinaria a la vez que levantaban rascacielos en Manhattan. El último, uno de los que forman la conocida como «avenida de los billonarios» en la orilla Sur de Central Park, donde han surgido edificios altos y estrechos como cerillas, beneficiados por los últimos avances en ingeniería. Y, de hecho, el suyo, apodado The Pencil y situado en el 432 de Park Avenue, es uno de los más criticados, junto al Torre Quinta y el de General Motors, también construidos por Macklowe. Pero The Pencil, elevado en mitad del cielo, no soporta ni el viento ni la lluvia: sus exclusivos vecinos han contabilizado 1.500 defectos estructurales, y han denunciado a Macklowe.

Pero el fin de su matrimonio ha provocado que sus obras de arte, en concreto 35 de ellas, repartidas por sus diferentes propiedades, hayan salido a subasta por la casa Sotheby's, ya que no conseguían ponerse de acuerdo para venderlas. Y las ventas han batido un récord: 676,1 millones de dólares.

Warhol, Pollock y un Rothko de 82 millones de dólares

Como tantos otros millonarios del sector inmobiliario, los Macklowe decidieron invertir parte de su caudalosa fortuna en el mercado del arte. Linda forma parte de los consejos de administración de instituciones artísticas como el Metropolitan Museum o el Guggenheim de Nueva York., puesto que le permite acceder a las mejores ofertas de compraventa. En concreto, los Macklowe centraron su colección en el arte contemporáneo del siglo XX, y en las paredes de sus casas –cuentan con un apartamento inmenso en el Plaza con vistas sobre Central Park, el dúplex en su propio rascacielos, una mansión en los Hamptons y un yate de 23 millones de dólares– colgaban todos los grandes: Mark Rothko, Jackson Pollock, Willem de Kooning, Pablo Picasso, Andy Warhol, Gerhard Richter, Alberto Giacometti, Cy Twombly…

Durante la venta se rompieron récords en subasta para Jackson Pollock, cuya pintura Number 17, 1951 se vendió por 61 millones de dólares; y para Agnes Martin, con 17,7 millones por Untitled #44. La obra No. 7 de Mark Rothko, adjudicada por 82,4 millones de dólares, segundo precio más alto para este artista, fue la obra más cara. Le Nef, de Alberto Giacometti, una escultura que presidía la sala de subastas de Sotheby’s en Nueva York, se vendió por 78,4 millones. También hubo ventas importantes de Cy Twombly, Andy Warhol o Willem de Kooning, entre otros.

La infidelidad de Harry, carne de cotilleo

La ruptura del matrimonio ha ocupado durante meses las portadas de tabloides –y también de diarios financieros que adelantaban el posible terremoto económico que acarrearía–. Y es que fue Harry Macklowe, de 82 años, quien cometió una infidelidad y decidió irse con su amante, nada más y nada menos que con Patricia Landeau, presidenta de la asociación francesa de amigos del Museo de Israel, en Jerusalén. 

Tras hacerse pública la noticia comenzó una batalla legal al más puro estilo de Hollywood, y no consiguieron llegar a un acuerdo en absolutamente nada, ni muchísimo menos en el reparto de las obras de arte.  Tres meses después del juicio de divorcio, Macklowe se casó con Patricia Landeau y decidió regalarle lo que solo un millonario podría regalar: un retrato gigante de ambos en la fachada de uno de los rascacielos de su propiedad. Y lo hizo en The Pencil, donde su ya exmujer se había reservado un apartamento de lujo como parte de su reparto de divorcio. Ante tamaña afrenta, decidió venderlo.

Una decisión judicial

Como Macklowe y Linda no consiguieron ponerse de acuerdo en el reparto de su fastuosa riqueza, la juez tomó una decisión salomónica: calculó su fortuna en 2.000 millones y ordena la mitad para cada uno. Pero la solución respecto a la colección de arte no era tan sencilla, pues no se podía dividir en dos de la misma manera. El juzgado decidió que un marchante de arte liquidara buena parte de la colección, que se estimaba antes de su divorcio en mil millones de dólares. De las 165 obras que lo componen, se exigió que 64 fueran a subasta, de las que 35 han sido adquiridas en Sotheby's. Suconsejero delegado, Charles Stewart, aseguró que la subasta «cautivará a grandes colecciones de todo el mundo y hará historia como uno de los momentos clave del mercado del arte».

La segunda parte de la subasta, que ya se puede visitar en la sede neoyorquina de Sotheby’s, tendrá lugar en mayo. El objetivo inicial era que se vendiera a comienzos de 2020, pero la pandemia retrasó esos planes. Ahora se celebrará en un momento incierto para el mercado del arte, con mucho apetito por obras importantes, pero con poca oferta en el mercado.