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Imagen proporcionada por la televisión France 3 de una de las obras intervenidas por Patrick Quercy

Imagen proporcionada por la televisión France 3 de una de las obras intervenidas por Patrick Quercy

El 'Ecce Homo francés': un aficionado pinta de colores obras del siglo XIX de una iglesia del Alto Marne

Catorce cuadros descubiertos en una iglesia francesa han sido «restaurados», por encargo del alcalde, por un jubilado, que ha cobrado 40 euros por cada uno

Descubiertas en el campanario de la iglesia de Chatonrupt-Sommermont, las catorce pinturas de un Vía Crucis fueron confiadas a un residente para su restauración por el alcalde del pueblo. Y el resultado recuerda, tristemente, al celebrado caso de Cecilia Gámez, restauradora del famoso Ecce Homo de Borja (Zaragoza). Como entonces, los memes y las bromas no se han hecho esperar, y al restaurador, Patrick Quercy, ya se le conoce como el «Ecce Homo francés».

«Es importante que no toque más cuadros», avisa Didier Rykner, fundador de La Tribune de l'Art, en un ácido artículo. «Este asunto es también indicativo de la total pérdida de comprensión de nuestros contemporáneos de lo que es una obra de arte y de lo que es la restauración», reflexiona, refiriéndose a la intervención de Quercy como «vandalismo». El director de la publicación, uno de los grandes bastiones en la defensa del patrimonio artístico y cultural, descubrió la noticia a través de un reportaje de televisión.

Fue la cadena francesa France 3 quien informaba, el 25 de marzo, del trabajo de un vecino de la ciudad de Chatonrupt-Sommermont (Alto Marne). Militar retirado, Patrick Quercy se limitó a responder a la petición del alcalde de su pueblo tras el descubrimiento de catorce cuadros en un estado lamentable, realojados en el campanario de la iglesia desde 1973. «Es importante entender que estaban agusanados y cubiertos de excrementos de búho», explica Quercy.

Uno de los cuadros de Vía Crucis, antes y después de la restauración de Patrick Quercy

Uno de los cuadros de Vía Crucis, antes y después de la restauración de Patrick Quercy

El alcalde, Joël Agnus, se negó a desprenderse de las obras y pidió al aficionado a la pintura que restaurara los cuadros. Este último aceptó encantado el reto, sin sospechar el revuelo que provocaría su intervención unas semanas después. «Para mí, era factible restaurarlos, y si hubiéramos recurrido a restauradores oficiales, nunca habríamos tenido los medios para hacerlo», se defiende el alcalde. Sin embargo, los cuadros no han sido restaurados conforme a su estilo original, sino que han sido repintados sin seguir ninguna directriz ni ningún estilo.

Olvidados en un desván desde 1973

A los ojos de la ley, los municipios son los propietarios de las obras en las iglesias francesas, y son también responsables de su conservación. Una obra puede ser clasificada o catalogada como patrimonio, y sólo entonces es objeto de un seguimiento especial por parte de la Dirección Regional de Asuntos Culturales (DRAC). «Estos famosos cuadros llevan en el desván desde 1973 y ni siquiera están catalogados. No formaban parte del inventario regional de la DRAC», explica el alcalde del municipio. Por lo tanto, la «restauración» no está fuera del marco legal.

Pero el problema consiste precisamente en que las obras no estén catalogadas ni registradas, y que por tanto puedan ser «restauradas» o intervenidas de cualquier manera. En su artículo, Didier Rykner reclama al Ministerio de Cultura francés un seguimiento y una formación a párrocos y alcaldes.

El alcalde admite que se ha tratado de «un error» por su parte, así como su desconocimiento sobre el tema. «Si esto puede servir de ejemplo para que otros estén atentos, mejor. Hay que preguntar sistemáticamente», reconoce Joël Agnus. Ante el revuelo causado por el artículo de La Tribune de l'Art, el DRAC concertó una cita con el alcalde para que inspeccionara los catorce cuadros. Patrick Quercy, el autoproclamado restaurador, acaba de terminar el duodécimo cuadro (cobra 40 euros por pintar cada uno). Hasta ahora, dos de ellos siguen intactos.

La obra, descubierta por un electricista cuando subía al campanario, está compuesta por catorce pinturas al óleo de 92 centímetros de altura por 73 de anchura realizados a finales del siglo XIX. Se cree que pudo ser un regalo del industrial Edmond Capitain (1835-1919) a la iglesia del pueblo. Tras cuatro décadas de abandono, los lienzos se encontraban en un pésimo estado de conservación. En declaraciones a la televisión francesa, Quercy confesó que le encantan los colores psicodélicos y se atrevió a afirmar: «Mejoro estas pinturas, las actualizo».

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