'La Realidad Absoluta' de Miró está en el Guggenheim
La exposición del museo bilbaíno, 'Joan Miró. La realidad absoluta. París, 1920–1945', muestra la evolución del artista catalán en un cuarto de siglo desde los tiempos de su primer viaje a la capital francesa
Hacía dos años que Joan Miró había realizado su primera exposición individual en las galerías Dalmau de Barcelona, cuando viajó por primera vez al París bullidor de 1920. Todas las tendencias francesas estaban en esa muestra primera que quiso ver y vivir al fin en vivo, ansioso, como dando tumbos febriles sumido en el postimpresionismo y el cubismo, pensando en Van Gogh y en Juan Gris, integrándolos.
De Montroig a París y vuelta al verano del Campo Bajo tarraconense para quedarse en Francia, junto a Picasso y Max Jacob y todos los los tripulantes del Bateau Lavoir mientras trataba de encontrar el sentido de su obra. En el ínterin, éxitos de crítica y dificultades económicas, las pandillas de Montparnasse y de Shakespeare & Company, uno de cuyos asiduos, Hemingway, le compró La Masía por cinco mil francos.
Picasso también fue comprador. Se quedó con Autorretrato y Bailarina Española, todos ellos, incluido La Masía, de aquellos primeros años veinte que terminaron alcanzando el surrealismo y el dadaísmo, tras lo que las ventas comenzaron a equipararse a las críticas. Las disensiones del surrealismo a finales de los veinte, la política asfixiante, la ideología, le hicieron abandonar esa conexión para imbuirse en la pintura.
La evolución íntima y formal en el collage y en la escultura que llegó hasta la litografía y acabó, en esta «realidad absoluta» en sus famosas constelaciones, como si hubiera alcanzado en un período único de iluminaciones el espacio y la órbita de su inspiración, que precedieron a su «edad del bronce», aunque esta es otra historia.