En el mar de Sorolla con Manuel Vicent: «Bajo su paleta luminosa están las miserias y las pasiones de los hombres de la mar»
El Museo Sorolla invita al escritor valenciano Manuel Vicent a realizar un comisariado literario en torno a la obra del genial pintor por su centenario, una exposición que podrá verse hasta el 17 de septiembre
A través de una cuidada selección de pinturas pertenecientes a la colección del Museo Sorolla, el escritor valenciano Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 10 de marzo de 1936) construye, por una parte, un itinerario visual en torno la representación del mar y sus escenas en la obra de Joaquín Sorolla.
Al mismo tiempo, sirviéndose de esas mismas pinturas, el escritor teje un relato, entre biográfico, literario y estético, sobre la pintura de Sorolla, sobre el mar Mediterráneo, sobre sus gentes –protagonistas de las escenas de los cuadros– y sobre sí mismo y su relación con el mar. Manuel Vicent nos sumerge en un recorrido poético y visual que atraviesa toda su trayectoria vital. De esta forma, las obras de Sorolla cobran una nueva lectura, se ven envueltas por el relato literario y vivencial del escritor valenciano.
En la exposición «En el mar de Sorolla con Manuel Vicent», que puede visitarse en el Museo Sorolla de Madrid hasta el 17 de septiembre de 2023, confluyen los dos artistas, pintor y escritor, hermanados por una mirada naturalista, resplandeciente, casi cegadora. Aparece Sorolla con sus pinturas de playa más emocionantes, sus escenas de pesca más apabullantes, o sus visiones del mar más deslumbrantes. Aparece Vicent con su prosa, con sus recuerdos, con sus vivencias y con sus reflexiones en torno a Sorolla, el mar, sus personajes y sus escenarios. El mar de Sorolla se convierte en un espacio de creación literaria para Vicent.
En el anverso de los cuadros de la exposición está brillando Sorolla con su paleta de colores y de luces; en el reverso de esos cuadros está Vicent, escribiendo la vida que acontece en esas escenas, plasmando la realidad de la existencia tal y como es, con sus luces y sus sombras. Son relatos desde la experiencia, son relatos de una vida que se desarrolla junto al mar. Son pinturas de Sorolla narradas desde la literatura de Vicent.
Algunas de las conmovedoras reflexiones poéticas respecto al mar que el comisario Manuel Vicent expresó en la inauguración dan fe de esta relación: «La mar (como decimos los valencianos) es femenina porque te da de comer», «El mar era el espacio de libertad de la España derrotada. La libertad nadie te la podía arrebatar dentro del mar».
«Esta es una exposición para visitar en bañador. No hay nada más estético que poderte bañar en un cuadro de Sorolla», expresó, mientras que hacía un paralelismo de nuevo entre el arte y la libertad: «El derecho al placer fue la conquista de Sorolla a través de la luz. Derecho al placer después de trabajar, sufrir, blasfemar…». «Captar con una pincelada ese momento inmortal de la luz creo que le da una profundidad increíble. La luz es sórdida ya que hace sonido y música».
Tres líneas de discurso
Una exposición en la que, apoyándose en las obras de Sorolla, se van tejiendo tres líneas de discurso. Por un lado, Vicent levanta un relato de la experiencia con las pinturas de Sorolla y con la reconstrucción de su propia memoria frente al mar. La relación personal, biográfica del escritor con el mar, sus recuerdos, sus vivencias desde sus primeros meses de vida hasta la actualidad, es uno de los hilos conductores de la exposición.
Por otro lado, Vicent da voz y vida a unas escenas y personajes que forman parte de la iconografía más reconocida de Sorolla en la playa del Cabanyal (escenas de pesca, pescadoras en la playa, marineros, burgueses…). El escritor nos narra la verdad de la vida que discurre detrás de toda la luz y el resplandor de las escenas pintadas por Sorolla. Si Sorolla pinta magistralmente toda la comunidad de personajes que ligan su existencia al mar, Vicent pone voz a esos mismos personajes, nos explica su existencia, nos narra sus vicisitudes.
Por último, Vicent realiza también una aproximación al arte de Sorolla, a lo principal de su estética luminista, a su valoración como artista, su posicionamiento artístico. Comprende y defiende la propuesta estética de Sorolla que trasciende y va más allá frente a valoraciones triviales. Pero además, la literatura de Blasco Ibáñez y la pintura de Sorolla son objeto de reflexión conjunta por parte de Manuel Vicent.
«El subconsciente está lleno de algas»
La primera sección de la exposición aborda la relación de Vicent con el mar Mediterráneo desde la infancia hasta la adolescencia. Con las pinturas de Sorolla más luminosas de niños jugando y bañándose en el mar como Después del baño, Nadadores, Jávea o El balandrito, Manuel Vicent inicia su relato con un viaje iniciático a sus primeros meses de vida y su desvelamiento sensorial del mar Mediterráneo.
«El primer verano de mi vida, con solo tres meses de edad, lo pasé junto al mar y puede que mi cerebro hubiera absorbido de forma inconsciente el resplandor ofuscante del sol en la arena, la brisa de sal que expandía el olor a algas y a calafate de las barcas de pesca varadas, el sonido rítmico del oleaje (…)», escribe Vicent.
La infancia y su descubrimiento consciente del mar tienen cabida en el relato de Vicent, en el que el mar se convierte en un espacio de libertad y júbilo. «La revelación consciente del mar me llegó cuando cumplí cinco años. Fue un descubrimiento feliz que no he olvidado. No recuerdo haber experimentado el sentido de su inmensidad sino una sensación de salvaje libertad y alegría dentro del clamor que su luz liberaba». Acompañado de obras como La hora del baño o Después del baño, finalmente Vicent aborda la adolescencia, el mundo de los sentidos y su captación en la obra de Sorolla y en su propia memoria.
«Un drama naturista bajo la luz del Mediterráneo»
Con su aguda mirada, Vicent nos traslada más allá de ese Sorolla luminoso, dichoso, de un Mediterráneo como escenario de la felicidad, para llevarnos a la sección «Un drama naturalista bajo la luz del Mediterráneo». En esta sección, donde el recuerdo de la literatura de Blasco Ibáñez también está muy presente, la iconografía de Sorolla elegida por Vicent es la de los pescadores y pescadoras, hombres y mujeres, niños y niñas en plena faena en la playa del Cabanyal. Es el reverso de la dicha mediterránea de la primera sección. La dura vida de los trabajadores del mar. El mundo del trabajo; el mar como esfuerzo, no como placer.
«Del mismo modo que debajo de la felicidad anida la tragedia, en el fondo de una luz blanca deslumbrante hay una luz negra que te ciega y te obliga a entornar los párpados. Esta dialéctica estética entre contrarios me ha acompañado siempre y llegado el caso me ha servido para penetrar en el significado profundo que contiene esa lucha contra el mar que establece la pintura luminosa de Sorolla», escribe Vicent.
Cuadros de Sorolla como La llegada de las barcas, Cordeleros, Pescadora con su hijo, Pescadoras valencianas, Chico del Cabanyal reflejan ese mundo, al mismo tiempo que Vicent apunta: «Pero debajo de la luminosa paleta de Sorolla, estaban las miserias y las pasiones de los hombres de la mar, las blasfemias o los silencios humillados, las borrascas que sucedían en tierra mediante celos», venganzas y naufragios que expresa la novela Flor de Mayo, de Blasco Ibáñez.
Veraneantes burgueses en el Cabanyal
Cuenta Vicent (y pinta Sorolla) que a finales del siglo XIX y principios del XX la playa del Cabanyal es un micromundo en sí mismo en el que se mezclan todas las clases sociales, trabajadores y burgueses, menestrales y pescadores; convive el duro trabajo en las barcas de pesca y el ocio en los balnearios y merenderos, la vida aperreada y la vida ociosa...
«A inicios del siglo XX los poblados marítimos estaban unidos a las colonias veraniegas que los burgueses de Valencia habían establecido en la playa y en ellas los felices tenderos de la ciudad y los pescadores de pasiones elementales convivían durante unos meses al año. Unos habitaban casas de estilo colonial y otros sobrevivían en miserables barracones; unos llevaban pamelas o sombreros de Panamá y vestían telas blancas de dril, otros iban descalzos y escondían una navaja en la faja», escribe Manuel Vicent.
Sorolla también refleja y pinta ese mundo burgués, especialmente en retratos familiares de su suegro Antonio García en la playa o de su mujer Clotilde con sombrilla. Sorolla compone una iconografía de la burguesía valenciana a través del blanco de los vestidos y el azul del mar como fondo.
«En el mar de Xàbia»
La última sección de la exposición se traslada de Valencia a Alicante, a Xàbia. Señala el escritor que «las batallas de Sorolla por apropiarse de la luz sucedieron en el mar del Cabanyal y en el mar de Xàbia». Sorolla había conocido Xàbia por primera vez en octubre 1896, momento en el que le escribe a su mujer Clotilde diciéndole «Jávea sublime, inmensa, lo mejor que conozco para pintar. Supera a todo». La propuesta de Vicent en esta última sección gira en torno al placer, la belleza y el mar como una forma de espiritualidad. Y cómo los placeres sencillos se convierten en valores universales.
La experiencia propia del escritor como navegante y su conocimiento del mar y de la comarca de la Marina Alta le hacen decir: «Cuando empecé a sentir y a navegar este mar de Denia y de Xàbia nunca dejé de imaginar que estas aguas pertenecían a Sorolla embriagado por esta luz de moscatel, como a mí me sucedió».
Si en las anteriores secciones las obras de Sorolla estaban pobladas de vida, de personajes (niños, madres, adolescentes, pescadores, marineros, burgueses), en esta sección solo se refleja el silencio, la luz y la belleza apabullante de la naturaleza retratada por Sorolla, el entorno del cabo de San Antonio, el cabo de San Martí, y el profundo mar. Obras maestras de Sorolla como Cabo de San Antonio, Isla del Portichol, La noria o Mar de Jávea materializan visualmente el relato y permiten comprobar, como señala el escritor, que con un solo trazo a Sorolla «le es suficiente para expresar una pasión por todas las cosas bellas de este mundo».
Puede decirse que la exposición plantea la existencia de una actitud estética y moral frente al mar. Actitud que, en cierta medida, ambos artistas, Joaquín Sorolla y Manuel Vicent, comparten.