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Marc Chagall, el judío errante que volaba sobre el horror de la guerra

Marc Chagall (1887-1985) atravesó dos guerras mundiales y un exilio en EE.UU. y Francia para dejar una obra profundamente unida a la historia del siglo XX y al dolor y la alegría de los hombres

Ricardo Franco
Ricardo Franco

Madrid Actualizada 04:30

Marc Chagall (1887-1985), cuya vida atravesó dos guerras mundiales y un exilio, dejó una obra profundamente anclada en la historia del siglo XX. Encarnación del desarraigo y de la migración, como tantas figuras de su obra, el artista transitó por el mundo al albur de las convulsiones de su siglo, desde su infancia en la Rusia blanca hasta Francia, de Alemania a Palestina y de Estados Unidos a México, hasta instalarse finalmente junto al Mediterráneo. Esta exposición, fruto de la colaboración entre La Piscine – Musée d’Art et d’Industrie André Diligent (Roubaix), Fundación MAPFRE y el Musée national Marc Chagall de Niza, plantea un amplio recorrido por su obra a la luz de los acontecimientos históricos que Chagall tuvo que enfrentar y las tomas de postura que adoptó ante ellos, en una propuesta que representa la primera lectura completa de su obra desde esta perspectiva: la de su idealismo sin condiciones, su inamovible creencia en la paz universal y el firme compromiso sociopolítico que de ella se deriva. La obra del gran artista ruso se nos presenta así en una lectura nueva, una sorprendente revelación de la forma en que su pintura, que nos resulta tan reconocible como fascinante, encierra también un conmovedor testimonio de nuestro tiempo.

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Marc Chagall (1887-1985) atravesó dos guerras mundiales y un exilio en EE.UU. y Francia para dejar una obra profundamente unida a la historia del siglo XX.

Encarnación del desarraigo y de la migración, como tantas figuras de su obra, el artista transitó por el mundo al albur de las convulsiones de su siglo, desde su infancia en la Rusia blanca hasta Francia, de Alemania a Palestina y de Estados Unidos a México, hasta instalarse finalmente junto al Mediterráneo. Esta exposición, fruto de la colaboración entre La Piscine – Musée d’Art et d’Industrie André Diligent (Roubaix), Fundación MAPFRE y el Musée national Marc Chagall de Niza, plantea un amplio recorrido por su obra a la luz de los acontecimientos históricos que Chagall tuvo que enfrentar y las tomas de postura que adoptó ante ellos, en una propuesta que representa la primera lectura completa de su obra desde esta perspectiva: la de su idealismo sin condiciones, su inamovible creencia en la paz universal y el firme compromiso sociopolítico que de ella se deriva. La obra del gran artista ruso se nos presenta así en una lectura nueva, una sorprendente revelación de la forma en que su pintura, que nos resulta tan reconocible como fascinante, encierra también un conmovedor testimonio de nuestro tiempo.

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Pintor consciente del desarraigo y de la emigración, como judío víctima de progromos en su país.

como tantas figuras de su obra, el artista transitó por el mundo al albur de las convulsiones de su siglo, desde su infancia en la Rusia blanca hasta Francia, de Alemania a Palestina y de Estados Unidos a México, hasta instalarse finalmente junto al Mediterráneo. Esta exposición, fruto de la colaboración entre La Piscine – Musée d’Art et d’Industrie André Diligent (Roubaix), Fundación MAPFRE y el Musée national Marc Chagall de Niza, plantea un amplio recorrido por su obra a la luz de los acontecimientos históricos que Chagall tuvo que enfrentar y las tomas de postura que adoptó ante ellos, en una propuesta que representa la primera lectura completa de su obra desde esta perspectiva: la de su idealismo sin condiciones, su inamovible creencia en la paz universal y el firme compromiso sociopolítico que de ella se deriva. La obra del gran artista ruso se nos presenta así en una lectura nueva, una sorprendente revelación de la forma en que su pintura, que nos resulta tan reconocible como fascinante, encierra también un conmovedor testimonio de nuestro tiempo.

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Como en tantas figuras de su obra, el artista transitó por el mundo al albur de un siglo convulso; desde su infancia en la Rusia blanca hasta Francia, de Alemania a Palestina y de Estados Unidos a México, hasta instalarse finalmente junto al Mediterráneo.

Chagall vuelve constantemente a su niñez, a su pueblo, a su fe judía (hasídica) para pintar sin perspectivas y abasndonado al color.

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Chagall vuelve constantemente a su niñez, a su pueblo, a su fe judía (hasídica) para pintar sin perspectivas y abandonado al color. El gran maestro del color junto a Matisse, dirá de él Picasso.

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Como dejará de manifiesto en sus lienzos, una de las influencias afectivas y pictóricas será su mujer; el amor por ella y la inspiración que produce su presencia en sus cuadros.

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La pintura de Chagall salva todas las vanguardias y movimientos pictóricos para pintar el color de lo sagrado.

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Su fe judía no le impide valorar a Cristo como la gran víctima de la historia y como el símbolo de un pueblo perseguido.

En su crucifixión blanca, coloca a Cristo crucificidado en medio de la barbarie de la guerra

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En su crucifixión blanca, Cristo crucificado aparece en medio de la barbarie y de los exilios inevitables de la guerra.

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Chagall reivindica el origen judío de Jesús, que aparece con un talít o chal de oración judío en vez del simple paño blanco de la iconografía cristiana.


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Chagall entendió la relación intrínseca entre el judaísmo y el cristianismo a través del amor: principal medio para conocer a Dios: "El que no ama, no ha conocido a Dios” 1 Jn 4,8.

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