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El cuadro de Tiziano 'Carlos V en la batalla de Mühlberg'

El cuadro de Tiziano 'Carlos V en la batalla de Mühlberg'Museo del Prado

'Carlos V en la Batalla de Mühlberg', el cuadro sagrado de los Austrias que Felipe V relegó

La gran pintura de Tiziano que representaba a un victorioso Carlos V frente a sus enemigos protestantes ejerció un papel propagandístico y casi místico para los Reyes de la Casa de Habsburgo

Hoy es una de las obras maestras y principales atracciones del Museo del Prado, pero en los siglos XVI y XVII, el cuadro de Carlos V en la batalla de Mühlber, de Tiziano, era mucho más.

En los reinados de los monarcas españoles de los Habsburgo este cuadro era un símbolo del poder de la Casa de Austria en Europa y, en particular, de la hegemonía hispánica en el viejo continente.

Este gran lienzo de 335 x 283 centímetros pintado al óleo en 1548 simboliza al emperador Carlos V cargado de sus armaduras doradas cargando lanza en ristre para cargar contra las tropas enemigas de la Liga de Smalkalda en la batalla de Mühlberg el 24 de abril de 1547.

Esa victoria fue el mayor logro militar del reinado de Carlos V y, aunque es poco probable que la escena hubiera tenido lugar, el emperador estuvo presente en el campo de batalla y supervisó personalmente la acción de sus tropas.

La armadura, confeccionada en 1545 por el orfebre Desiderius Helmschmid, se conserva en la Real Armería del Palacio Real de Madrid. Destaca en ella la imagen sobre el peto de la Virgen con el Niño, lo que subraya el carácter religioso de la victoria del emperador.

Según el Museo del Prado, la lanza que esgrime Carlos V tiene también un significado místico, se identifica con la lanza de Longinos que, según la tradición, habría atravesado el costado de Cristo en la Cruz, y sitúa al emperador como un San Jorge que defiende la fe verdadera frente al dragón de la herejía luterana.

El cuadro, al igual que la estatua de Carlos V dominando el furor, obra de Leone Leoni y su hijo Pompeo, desempeña, por lo tanto, un claro papel propagandístico, similar al jugado por las estatuas romanas de los césares desde que Augusto ordenó la confección de varias estatuas suyas representado como general, como Sumo Pontífice o con toga senatorial para difundirlas a lo largo y ancho del Imperio para que todo el mundo supiera quién era el que llevaba los laureles sobre la cabeza.

Símbolo del poder

Pese a que en un primer momento el cuadro no tuvo una enorme relevancia, tras la muerte de Carlos V, y sobre todo después del reinado de Felipe II, los llamados «Austrias menores» (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) redescubrieron el lienzo de Tiziano y vieron en él la representación de la gloria de la Casa de Austria y su hegemonía sobre las casas reinantes en Europa.

Con Rubens el cuadro se revalorizó y pasó a ocupar un lugar preeminente en el Real Alcázar de Madrid, donde ejercía un papel propagandístico.

El cuadro se situó en el Salón de los Espejos, una sala ceremonial que conectaba los cuartos del Rey y la Reina y que se decoró con cuadros que respondían a la agenda ideológica de la Casa de Austria.

Además del Carlos V a caballo de Tiziano, decoraban el Salón de los Espejos el desaparecido Felipe III y la expulsión de los moriscos, de Velázquez, varios cuadros con motivos mitológicos de Rubens, además de un retrato de Felipe IV a caballo, y varios cuadros con episodios del Antiguo Testamento de Ribera.

Los monarcas que sucedieron a Carlos V y a Felipe II tomaron como modelo a ese Carlos V victorioso que sometió a los protestantes y construyó un imperio católico en Europa y América.

Sin embargo, tras la guerra de sucesión y la llegada al trono de Felipe V y, con él, la instauración en España de la dinastía de Borbón, el cuadro dejó de cumplir su función propagandística.

Felipe V no veía con muy buenos ojos que un cuadro que representaba las glorias de la Casa de Habsburgo, a la que había derrotado en la Guerra de Sucesión, ocupara un lugar preeminente en el Alcázar.

Tras el oportuno incendio en la nochebuena de 1734 del vetusto Real Alcázar de Madrid, que Felipe V detestaba, el cuadro de Tiziano, aunque se salvó de las llamas, quedó relegado.

En el Palacio Real del Buen Retiro, donde se instaló Felipe V y su familia mientras se construía el actual Palacio Real de Madrid, un nuevo cuadro ocupó el lugar preeminente: La Familia de Felipe V, de Luis-Michael van Loo, que, frente a los claroscuros y sobriedad de Tiziano, celebraba la llegada de la nueva dinastía y su legitimidad con un auténtico festival de colores, movimientos, pelucas y ropajes de reluciente seda, terciopelo y oro del rococó tan del gusto de la corte de Versalles.

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