Aquí no hay quien viva
La editorial Impedimenta publica en España «Una casa llena de gente», la novela de Mariana Sández que ya cultivó gran éxito en Argentina
impedimenta / 321 págs.
Una casa llena de gente
—María, ¿te interesa este libro?
*lee la sinopsis entre curiosa y escéptica*
—Pero cómo no me va a interesar, ¡si está hecho para mí!
Así, tan ufana, entré en contacto con Una casa llena de gente, novela de la bonaerense Mariana Sández que ha (re)publicado este enero Impedimenta.
Leila Ross, la protagonista ausente de esta novela, es una traductora y escritora frustrada. Su hija, Charo, acaba de recibir una herencia sentimental de su madre tras su prematura muerte: una caja llena de fotos, vídeos, sus diarios y cartas con instrucciones sobre qué hacer con todo ello. Sobre este encargo giran las ruedas de esta historia, que combina con eficacia e inteligencia todos los recursos narrativos de los que puede hacer uso un autor entrenado. Y digo entrenado porque es muy fácil ponerse a hacer esto y que salga un sindiós incomprensible. La estructura que Sández da a esta historia es intrincada pero eficaz, y mezcla extractos de cartas, diálogos sin interlocutor, recuerdos y narraciones pretéritas sin despeinarse. Cierto es que los capítulos de las cartas, aunque breves, a menudo resultan innecesarios o repetitivos, y además están escritos echando mano del mayor enemigo del lector: la cursiva.
La casa llena de gente que se nos presenta, elemento central de la historia, es algo así como una Rue del Percebe. Para los Gen Z: un Desengaño 21 con un añadido de misterio
La casa llena de gente que se nos presenta, elemento central de la historia, es algo así como una Rue del Percebe. Para los Gen Z: un Desengaño 21 con un añadido de misterio. Las paredes de papel permiten a cada vecino enterarse perfectamente de lo que sucede al otro lado, y si no se enteran, ya se encargan ellos de espiar.
También descubrimos a la madre de Leila, personaje con un peso tremendo en la novela por su carisma y particular personalidad: Granny, una inglesa emigrada a Buenos Aires que conserva las costumbres, los dejes airados y un Spanglish encantador que me ha despertado más de una sonrisa durante la lectura. «Please, sweetheart, say NO to literature».
Porque la literatura es otro ingrediente clave de esta historia, presencia constante en las referencias de una familia bastante pedantita que en el fondo nos cae simpática, porque si estás leyendo esta reseña literaria es porque la pedantería ajena no te es.
La estructura que Sández da a esta historia es intrincada pero eficaz, y combina con eficacia e inteligencia todos los recursos narrativos de los que puede hacer uso un autor entrenado
Una casa llena de gente es una novela ágil, lo que es de agradecer. Se divide en cuatro partes y los capítulos, cortos, van intercalados con las cartas que Leila lega a Charo y que añaden ligereza a la narración. Sin embargo, conforme avanzaba la trama, me invadió la sensación (y se confirmó al terminar la historia) de que al libro se sobraban cien páginas. Aunque también es verdad que suelo sentir esto con muchos libros, ya que mi mantra literario es: «si puedes contarlo con menos páginas, para qué contribuir de más a la deforestación de nuestros bosques». De esta afirmación se puede inferir que el Ulises no me lo he leído (me espero a vuestros resúmenes, que ya sé que estáis todos en ello).
Además, la sinopsis de la novela anticipa un componente detectivesco del que yo no he conseguido ver más que pequeños retazos a lo largo de la obra; un misterio sostenido durante demasiado tiempo. Si el lector mantiene el interés es porque la voz narrativa de Sández resulta muy interesante. La autora escribe con los pies en la tierra, elaborando imágenes que consiguen cautivar con los elementos más prosaicos. Y es que a menudo la virtud reside en lo sencillo, en el lugar común pero visto desde otro lado, en el pequeño giro de tuerca en lo por todos conocido. Esto demuestra, una vez más, que no hace falta grandilocuencia para hacer literatura, porque la literatura se esconde a veces en los lugares más a la vista.
La novela tiene mucho de experimento narrativo, de ejercicios de lenguaje y originalidad en el contar. Cada cuatro páginas te topas con una pequeña perla que guardarse en el bolsillo. «Escribir es corregir. Es corregirse. La vida perfecta es la vida corregible». Los variados personajes, además, poseen una voz muy identificable y bien trabajada; no hay momento en el que se sientan impostadas y todos conseguimos vernos reflejados en algún vecino de esa casa llena de gente. Es justo mencionar que Mariana parte con algo de ventaja; al leerla confirmamos que la variedad del español de Argentina tiene un flow imbatible. Aprovecho, además, para traer a colación algo que todos ya confirmamos tras aquel amistoso contra España de 2018: que en aquella tierra se nace con una destreza y gracia innatas para el desprecio. «Castillito de morondanga», «paredes de pochoclo», «fue el mismísimo cotolengo». Qué arte tienen, che.
Una casa llena de gente me ha entretenido y me ha permitido descubrir a una autora a la que prestar atención. Sin embargo, no pienso parar de hacer activismo por libros más cortos, para así contribuir a extender la vida de nuestros queridos amigos los árboles. De momento ya cuento con el apoyo de Tita Cervera.