Comparativa: «La ficción suprema. Un asalto a la idea de Dios» y «Cómo hablar de Dios a un ateo»
Álvaro Pombo y Carlos A. Marmelada hablan de Dios: la mirada personal y poética, y la mirada filosófica y ortodoxa
Las reflexiones sobre Dios y la intimidad que comparte con el hombre se renuevan, sin perder conexión con la larga tradición del pensamiento desde Platón hasta hoy
Se han editado a la vez dos libros muy complementarios que hablan sobre Dios. No sólo son complementarios por las respectivas miradas de sendos autores, sino por su modo de aproximarse al tema de Dios: ora la necesidad de atenerse a un itinerario personal, ora el interés en plasmar de manera divulgativa una doctrina ortodoxa.
De esta forma, tenemos, por un lado, La ficción suprema, de Álvaro Pombo. Se trata de una especie de confesión en que el autor habla como poeta. Pero no poeta en el sentido de compositor de versos, sino que la perspectiva que tiene de Dios es la de un poeta, no la de un teólogo. Lo cual no implica que prescinda de lecturas de todo tipo; cita a Platón, Juan Pablo II, Millán Puelles, Rilke, san Agustín o Raimon Panikkar. También al poeta Wallace Stevens, de quien toma las palabras que sirven de título. Porque, para Pombo —en un remedo del argumento de san Anselmo—, no hay nada imaginable mejor que Dios. Llama la atención, eso sí, que no aluda al gran pensador católico de los últimos tiempos: Benedicto XVI.
rosamerón / 256 págs.
La ficción suprema
Las consideraciones de Pombo son valiosas por lo que tienen de personal, de directo, de franco. Y de respetuoso. Sin duda, Pombo constituye una «periferia» hacia la que tender puentes, según el lenguaje del papa Francisco. Una periferia que, sin duda, interpela al modo como el católico practicante vive su fe: ¿de una manera mimética, o una manera auténtica?
Y dentro de las reflexiones que comparte Pombo, destaca el conmovedor recuerdo que tiene de la piedad religiosa que le inculcaron en su infancia. Unos recuerdos profusos en detalles; por una parte, muestra su complejo metabolismo de la conciencia de pecado y culpa. Si bien asume que este tipo de sentimiento de culpa y responsabilidad personal es «un logro espiritual considerable», también añade que le resultaba «insufrible». Por otra parte, añora el preciosismo de la liturgia de aquellos tiempos. Precisamente del antiguo canon de la misa hay una oración que se le ha quedado grabada: «¡Oh Señor Jesucristo, no mires a mis pecados, sino a la fe de tu Iglesia».
Dentro del tupido itinerario religioso de Pombo, cabe señalar dos asuntos que el autor conecta con una sorprendente sencillez y sagacidad. Por un lado, la invasión de los superhéroes, y hasta qué punto compartimos algo con ellos. Por otro lado, la particularidad cristiana de tener a un Dios que no es un superhéroe, que no bajó de la Cruz porque es tan humano como cualquier otro humano.
Por su parte, el libro de Carlos Marmelada es un logrado análisis de las principales cuestiones religiosas e intelectuales: desde la existencia de Dios hasta la realidad del mal. Marmelada inspecciona en todo tipo de pensadores, incluyendo Heidegger, Spinoza, Dostoievski, Camus o Sartre. Y plantea su enfoque desde una posición claramente ortodoxa, pero no necesariamente apologética ni defensiva. Marmelada es un divulgador asentado que ha publicado libros y artículos que explican para el gran público las cuestiones fundamentales sobre evolucionismo, historia de la ciencia, física cuántica, etc. Y, en esta ocasión, sabe desgranar cómo ha funcionado —desde la Antigüedad hasta nuestros días— el ateísmo, el agnosticismo y el indiferentismo religioso. Según este autor, «la actual crisis de fe en Occidente no es sino el reflejo de una gran crisis metafísica y axiológica».
sekotia / 256 págs.
Cómo hablar de Dios a un ateo
A pesar del título, el libro de Marmelada no está planteado para acumular una serie de argumentos para hacer proselitismo. Más bien, es una obra que compendia las principales doctrinas filosóficas y teológicas, y las comenta y analiza con criterio y mesura. Algo que se agradece, porque su carácter enciclopédico —es decir, su estructura de epítome de libros para especialistas— no pierde un ápice de rigor, sin caer en la complacencia del erudito, ni en la banalidad que últimamente inunda las estanterías de divulgación. En resumen, Cómo hablar de Dios a un ateo es una lectura bastante aconsejable, sobre todo, después de leer el libro de Pombo.