Asesinato en el Hotel Paradise (XII)
Aquello empezaba a pintar como un móvil suficiente como para querer matar a alguien
2 de agosto, 10:30
–¿Cómo que quería empezar una relación contigo? ¿Ludwig también estaba enamorado de ti?
Julieta asintió algo confusa.
–Es cierto que pasaba mucho tiempo con los Wagner, pero creo que Ludwig reparó en que cada vez hablaba y llevaba más recados a Cal, él era la cabeza de la empresa, al fin y al cabo, y Ludwig había quedado algo más relegado a un segundo plano. Empezó acercándose como amigo, me invitaba a algunas comidas entre horas, compartíamos cafés, alguna confidencia... Estaba bien, ¿sabes? Lo de poder hablar distendida sin el miedo a que nos vieran como ocurría con Cal…
Óscar elevó una ceja.
–¿Te acostaste con él?
–¿Con Ludwig? No. Nunca. Pero sí hablábamos mucho, hasta que este último año aprecié cómo me cortejaba a cada ocasión que tuviera. Procuraba hacer planes conmigo fuera del horario laboral…
–Pero claro, ya tenías la agenda llena con el hermano.
Vio el dolor en los ojos verdes de ella.
–¿Puedes dejar de burlarte? Ha sido un error contarte nada…
Óscar reculó rápidamente.
–Perdona, es solo que no me imaginaba que Calisto pusiera los cuernos a Mercedes.
No dudo de lo que dices –garantizó. Sobre todo, tras la prueba del elefante que le acechaba desde la mesilla de noche –. ¿Ludwig llegó a enterarse de lo vuestro?
Julieta agachó la cabeza haciendo caer una mata de pelo rizado rojo.
–Joder…
Ella volvió a sollozar, aunque esta vez, se controló con ayuda del pañuelo.
–Se enteró hace unos meses… sorprendió unos mensajes de textos en el móvil de Cal. Ese día comíamos juntos y vino enfurecido y echo una fiera. Dijo que estaba decepcionado con su hermano por hacerme algo así. Le culpabilizó por estafar a los sentimientos de Mercedes y a los míos. Estaba convencido de que yo era una víctima del embrujo de Cal, pero que estaba dispuesto a esperarme…
Óscar atendía, completamente asombrado ante la idea de que el frío Ludwig Wagner mostrara un mínimo de pasión, enfado o cariño por alguien que no fuera él mismo. Entendía que aquello era más relevante de lo que aparentaba. Aquello empezaba a pintar como un móvil suficiente como para querer matar a alguien. No solo despreciaba a su hermano, que se había llevado el protagonismo desde que salió de la universidad, sino que además le había robado a, posiblemente, la única persona por la que hubiera sentido algo.
Con toda la película montada, supo que debía tirar por ese hilo y yendo a por el té para acabárselo junto a Julieta, que volvía a tranquilizarse a sí misma, le interrogó:
–¿Sabe esto la policía?
Julieta negó enérgicamente.
–Y tú no puedes decir nada. Si digo algo hablarán con Mercedes. Por Dios, ella jamás puede enterarse de esto. No quiero que ensucie la memoria que tenía de Cal –y entonces bajó el tono de voz–. A pesar de todo él la quería…
Óscar quiso seguir tirándole de la lengua, por si encontraba alguna otra información útil, pero Julieta se excusó declarando sentirse agotada y aseguró reunirse con él en la cena si cogía fuerzas. Óscar aceptó, aún incrédulo por la nueva información que guardaba y se dirigió a su habitación para darse una ducha antes de buscar a Ludwig. Ya en la planta tercera, distinguió a una mujer con un vestido de satén rojo largo y ceñido a la cintura. Era sencillo, de corte clásico, realzaba su piel blanca y hacía brillar su pelo negro. Floren se dirigía al ascensor, en el otro extremo del corredor, habría quedado temprano probablemente con el sevillano. Abrió la boca para formular cualquier oración.