'Reinos incomparables': una mirada Siglo de Oro desde el cielo y la tierra
Jeremy Robbins nos acerca el mundo del Siglo de Oro, entre la santidad y el pecado, la grandeza y la vulgaridad, para leer las tensiones y contradicciones de quienes intentaron conjugar el cielo y la tierra
El lector despistado podría llegar a pensar a causa del título que este libro trata sobre la amalgama de reinos que atesoraron los Austrias en aquella monarquía compuesta que se conformó en la edad Moderna española. La lista de territorios que Carlos V legó a sus descendientes es una larga retahíla de coronas y otros títulos regios. Algunos incluso podrían ir más lejos y considerar que los reinos incomparables fueron esas dos coronas, la Castilla y la Aragón, que unieron su destino con el matrimonio de Isabel y Fernando. Pero nada más lejos de la realidad. Esta obra trata de explicar cómo fue la relación, en las sencillas palabras de santa Teresa de Jesús, entre el acá y el allá. O, lo es lo mismo, se busca comprender cuáles fueron las tensiones entre el cielo y la tierra en una sociedad donde lo sagrado era la clave de bóveda de la vida.
Educado en Oxford y profesor en la Universidad de Edimburgo, Jeremy Robbins es un especialista consagrado con lúcidos estudios sobre el Siglo de Oro español. Sus investigaciones sobre Góngora, Calderón, Cervantes o Baltasar Gracián han permitido ampliar nuestro conocimiento de la cultura y las mentalidades de esta compleja y apasionante época. De esta forma, Reinos incomparables puede ser leída como una síntesis de madurez de un historiador que ha dedicado gran parte de su vida académica a España. Con un estilo narrativo cuidado, Robbins intenta explicar la interrelación que existió entre la tierra y el cielo. Los dos reinos que se dieron la mano constantemente durante estos siglos a sabiendas de que eran marcos incomparables, que no incompatibles. Una tensión irresoluble que marcó la evolución política, social y cultural de la monarquía hispánica y del cristianismo. Los Austrias y la Iglesia católica son los grandes protagonistas, incluso cuando no se encuentran bajo el foco del historiador.
pasado & presente / 400 págs.
Reinos incomparables
Así fue el Siglo de Oro, y de esta manera se fueron consolidando procesos ambivalentes entre la religión y la política. Podemos leer a Gracián para recordarnos que «hanse de procurar los medios humanos como si no hubiese divinos, y los divinos como si no hubiese humanos. Regla de maestro; no hay que añadir comento». También Ignacio de Loyola fue consciente de esta estructura binaria y de las dificultades de conjugarla. El fundador de la Compañía de Jesús recordó siempre a quien quiso escucharle que las soluciones a los retos del mundo se tenían que encontrar a medio camino entre el cielo y la tierra. No valía con concentrarse en uno de los niveles.
No era fácil mantener esta unión, aunque se buscó con denuedo. Robbins nos da la mano para llevarnos por los más vericuetos de la realidad de aquella época imperial de santidad y pecado, de grandeza y vulgaridad. Sus nueve capítulos se construyen con ejemplos de todo tipo que remiten al arte, la teología moral, la política o la mística. Quien se acerque a estas páginas podrá descubrir con otros ojos el significado del monasterio de El Escorial, entender la capacidad innovadora de la representación del bodegón en el arte del Siglo de Oro, lo que supuso la creación de la novela, cómo se definió al Otro a través de los muchos conflictos del momento o cómo santa Teresa y san Juan de la Cruz probaron a poner en palabras lo inconmensurable. No fueron los únicos, eso sí, porque un grupo de artistas hicieron lo propio con sus obras.
Y, en este sentido, Reinos incomparables también es un festival visual. Hay casi unas cuarentas obras pictóricas editadas a todo color y otras tantas en blanco y negro, que Robbins utiliza para dar una mayor profundidad al relato. El viaje termina en el convento de las Descalzas Reales con los tapices encargados por Isabel Clara Eugenia, la hija de Felipe II, a Rubens. Allí podemos apreciar el intento de fundir los dos reinos incomparables, con el poder civil y la jerarquía eclesiástica adorando la Eucaristía. Como remacha Robbins, cielo y tierra eran reinos entretejidos e inseparables, que se contrapusieron habitualmente.