El 9 de termidor del Año II, ¿crónica de una muerte anunciada?
El reconocido historiador Colin Jones nos acerca a una de las jornadas más importantes de la historia de la Revolución francesa: la caída de Robespierre
Como toda figura histórica, la de Maximilien de Robespierre alberga una enorme complejidad, muy alejada de la simplificación que de él suele hacerse, característica que comparte, por cierto, con la mayoría de protagonistas del proceso revolucionario francés, como por ejemplo Mirabeau, Sieyès, Fouché o el mismísimo Napoleón. Recuerdo a este respecto que hace tiempo una persona me decía, de manera indubitable y taxativa, acerca de Napoleón: «Bueno bueno, este sí que era un mal bicho». Ya fuera por la falta de ganas, o por tener lugar la conversación en casa del susodicho, que dejé caer un vago: «Hombre, es que la historia no va de buenos y malos». Pero aquella afirmación tan falta de meditación e información, tan ligera, se me quedó grabada. Hasta ese punto llega nuestra falta de conocimiento sobre los hechos y los personajes de la historia.
Con Robespierre encontramos un caso similar: muchas afirmaciones carentes de conocimiento, pero poca investigación sobre su figura. En el caso de La caída de Robespierre. 24 horas en el París revolucionario (Crítica, 2023) Colin Jones, el autor, vadea muy satisfactoriamente esta falta de visión histórica, esta condescendencia inútil, pues nos presenta al abogado de Arrás, líder indiscutible de La Montaña y del Club de los Jacobinos desde 1793 a 1794, como un personaje más de una compleja trama, una trama que supera incluso a aquellas desarrolladas por la adalid del género policíaco, Agatha Christie. ¿La diferencia? Todo cuanto ocurre en La caída de Robespierre es real. Todo cuanto vierte Jones en el volumen procede de las fuentes, «la adaptación ha sido mínima en todo momento». El resultado supera con mucho a la ficción. A lo largo de las páginas de este libro, y mediante una narración extraordinariamente vívida, el lector será testigo de cómo los enemigos de Robespierre toman la iniciativa y se disponen a actuar contra él, unos por unas razones y otros por otras (miedo, poder, patriotismo), generando esa adictiva sensación de incertidumbre, propia de las novelas de Christie, en la que el lector busca entre los numerosos posibles sospechosos al culpable del delito.
Crítica / 664 págs.
La caída de Robespierre. 24 horas en el París revolucionario
Dicho lo cual, hay que advertir que no nos encontramos ante una biografía del Incorruptible, sino ante una detalladísima crónica, hora a hora, de una journée fundamental para la historia de Francia: el 9 de termidor del Año II (según el calendario republicano, en el calendario gregoriano 27 de julio de 1794). Entender la convulsión que conllevaban estas journées en el proceso que denominamos «Revolución francesa» es esencial, o en palabras de Jones «las journées marcaron la vida política durante toda una década, desde el 14 de julio de 1789, fecha que convencionalmente señala el inicio de la Revolución, hasta el 18 de brumario o 9 de noviembre de 1799, que coincide con la llegada de Napoleón, considerada por lo general como el momento que marcó el fin del proceso revolucionario». Además, eran un fenómeno endémico de París, donde fuerzas dinamizadoras internas de la ciudad del Sena, como los determinantes sans-culottes, eliminaban o introducían cambios de gobierno de primer orden, como la purga de diputados girondinos en las journées del 31 de mayo y 2 de junio de 1793 (instigadas por Robespierre y llevadas a cabo por François Hanriot, líder a la sazón de los sans-culottes), que conllevaron la toma del poder de la Convención por los jacobinos. «Las journées –continúa Jones– parecían seguir sus propias reglas y procedimientos a un paso apresurado […]. Así pues, a fin de entender la lógica y la mecánica de cualquiera de las journées parisinas […], Mercier recomendaba coger el microscopio y acercarse a la acción».
Pues bien, justo esta recomendación de Louis-Sébastien Mercier, testigo excepcional de la Revolución desde dentro, escritor, pensador y político girondino encarcelado en las journées del 31 de mayo y 2 de junio de 1793 y liberado en la del 9 de termidor, tras la caída de Robespierre, es la que lleva a cabo Jones en la presente obra, una «historia microscópica, de múltiples capas y perspectivas», un complejo punteado de perspectivas que conforman una magnífica obra de arte. Obra que, por otra parte, y como ya se ha señalado, solo ha sido llevarla a cabo «gracias a la riqueza excepcional que presenta la documentación archivística de aquel día, lo que –como señala Jones– nos permite acceder literalmente a cientos y cientos de micronarraciones».
El lector será testigo de cómo los enemigos de Robespierre toman la iniciativa y se disponen a actuar contra él
A lo largo de las páginas de La caída de Robespierre, el lector no puede evitar sumergirse en el París del periodo más tumultuoso de la Revolución, el del año 1794, para vislumbrar a una plétora de personajes cuya importancia fue mayor de lo que los libros de historia suelen reconocer: oportunistas con pocos escrúpulos, revolucionarios idealistas con más miedo que amor a la patria, otros demasiado exaltados incluso para los más extremistas, o políticos pragmáticos para quienes la ideología radical estaba desangrando al Estado; pero también para caminar por las principales calles del antiguo París, anterior a las grandes avenidas, como la rue Saint-Honoré o la rue Saint-Antoine, ayudado de los necesarios mapas del centro de París y de las 48 secciones de la ciudad (pp. 26-28).