'La distensión de las masas': indagación profusa en torno al progresismo y la civilización adoctrinada y atea
Carlos López Holgueras sobre la sociedad y cultura actuales, en un ensayo inspirado en Ortega y Gasset y en una larga colección de intelectuales españoles, desde Roca Barea hasta Sánchez–Albornoz
Profesor de instituto y docente asociado en la UNED, López Holgueras presenta un libro voluminoso en que se advierte una continuidad nítida con pensadores e historiadores españoles como Luis Suárez, Donoso Cortés, Roca Barea, Gustavo Bueno y Ortega y Gasset. Al filósofo madrileño no sólo lo parafrasea en el título, sino que lo cita a menudo, y en bastantes ocasiones en consonancia con Oswald Spengler, cuya La decadencia de Occidente —traducida a lengua castellana por Manuel García Morente— prologó en 1923; el extenso tratado de Spengler dejó notable huella en los ensayos de Ortega. Otra de las influencias más reiteradas en esta obra de López Holgueras es El Quijote de Cervantes. Aunque procedería un mayor abundamiento en las fuentes del autor —desde Avicena o Claudio Sánchez–Albornoz, hasta Ramiro de Maeztu o Christopher Lasch—, con estos nombres es fácil encuadrar la línea que sigue, y que él de modo explícito indica: la defensa del catolicismo y de la identidad y cultura españolas.
Estos dos pilares constituyen, según la tesis del libro, la naturaleza y cimentación de la civilización que defiende y que, en nuestros días, se halla bajo amenaza ante la implantación de una civilización alternativa. En opinión de López Holgueras, asistimos al advenimiento triunfal de «la primera civilización adoctrinada y atea en la Historia de la Humanidad, junto a la formación de una nueva especie individuo, el ‘progre clónico’».
homo legens / 598 págs.
La distensión de las masas. El antiprogre
Junto con una actitud de gran desconfianza hacia los medios de comunicación, destaca una aversión hacia el auge que la cultura anglosajona ejerce en la actualidad, de manera que a muchas personas les puede resultar más —falsamente— familiar Nueva York que Ciudad Rodrigo, o Marilyn Monroe que Agustina de Aragón. Y los temas más desarrollados plantean una interpretación de la historia —y la necesidad de conocerla, pues su ignorancia socava la libertad y la formación de un criterio propio—, además de un análisis del progresismo, la corrección política y el empleo del lenguaje. Dentro de las variadas afirmaciones, caben destacarse aquellas que se formulan con parámetros menos trillados y expresiones más contundentes; por ejemplo, cuando critica lo que denomina los «cinco poderes» —los tres clásicos (ejecutivo, legislativo, judicial), irremisiblemente degradados, según la valoración de López Holgueras; el «cuarto», que es la prensa; y el quinto, que son las redes sociales.
A un panorama bastante completo, el autor le añade una decidida voluntad de estilo que, en numerosos pasajes, puede recordar a la prosa periodística o ensayística de Juan Manuel de Prada. No sólo por el empleo de la gramática y la postura cenital de sus planteamientos, sino por el deleite en recurrir a vocablos poco sólitos. En unos casos, so pretexto de alcanzar la imperiosa precisión léxica, y en otros momentos como feliz hallazgo de un término que permite definir una categoría como antes nadie lo haya hecho. Por ejemplo, cuando habla de «zaborrero zapateril», en referencia a José Luis Rodríguez Zapatero. Como asegura Fernando Vilches en el prólogo, el lector va a necesitar «dos cosas esenciales: el diccionario —que, tras el perro, es el mejor amigo del hombre— y reflexionar sobre lo que el autor le aporta».