Tres relatos breves para descubrir a los maestros del terror
Poe, Lovecraft y Matheson son referentes de un género muy popular, pero que tiene que hacer frente a la potencia de lo audiovisual
Aunque suene a tópico, es evidente que la expansión de la imagen ha supuesto un duro golpe para nuestra capacidad de imaginar, sorprendernos e, incluso, de aterrarnos. La sucesión de escenas de todo tipo a las que tenemos acceso en el siglo XXI nos anestesia.
Vídeos que antes provocarían arcadas se difunden en multitudinarios grupos de Telegram y fotografías que nadie se plantearía publicar ahora son de libre acceso a través de las redes sociales. La guerra, la violencia, la muerte y el dolor se presentan ante nuestros ojos con toda su crudeza, y la reacción del espectador cada vez es menos compasiva.
En un plano mucho más mundano, el cine y las series han hecho del terror algo parecido a una ristra de sustos que provoquen un salto en el sofá. Frente a este rival, el género literario que dio vida a figuras como Drácula, el monstruo de Frankenstein o el payaso de It lucha por seguir generando interés en un público que espera algo que los libros y relatos no le pueden dar.
Aunque cada autor es un mundo, lo habitual es que el relato de terror juegue con la tensión, el suspense, el agobio y la presión psicológica para crear angustia en el lector. Misery, una de las novelas más famosas de Stephen King, no necesita de esos «sustos para saltar» para provocar una continua sensación de pánico y una necesidad de seguir adentrándose en la escena.
Los tres relatos elegidos en este artículo ofrecen una buena definición de lo que es el género y presenta a tres de los grandes maestros del terror literario: Edgard A. Poe, H. P. Lovecraft y Richard Matheson. Todos ellos se pueden encontrar fácilmente en libros recopilatorios y en repositorios públicos de internet.
'El gato negro', de Poe
Heredero de la novela gótica, el norteamericano Edgar Allan Poe ayudó a pulir el relato de terror aportando una viveza narrativa que dejaba de lado las exageradas pasiones propias del Romanticismo. El gato negro esta considerado como uno de sus clásicos y su brevedad no está reñida con la capacidad de atrapar, sorprender y acongojar.
Poe deja de lado lo sobrenatural y pone el foco en un hombre que, empujado por el alcohol, se deja llevar por el sadismo y la violencia. La muerte de un felino dará paso a una sucesión de escenas macabras narradas en primera persona y como si de una crónica periodística se tratara. El relato sigue una línea ascendente (en paralelo al descenso a los infiernos del protagonista) que culmina con un impactante final.
'Dagón', de Lovecraft
Si Poe puso los pilares del terror, H. P. Lovecraft lo llevó a otra dimensión gracias a la inclusión de elementos propios de la naciente ciencia ficción y haciendo de los avances científicos causa de oníricas visiones. La mente del escritor fue capaz de dar forma a una moderna mitología en la que Cthulhu sobresale entre una multitud de monstruos viscosos, deformes y sobrecogedores.
Para adentrarse en el estilo lovecraftiano, y antes de dar el salto a sus textos más largos, un relato como Dagón permite al lector dar los primeros pasos en su particular universo. La descripción del entorno, los descubrimientos que se suceden y las secuelas que provocan en el protagonista suponen una mezcla de angustia y repugnancia que no deja indiferente.
'Nacido de hombre y mujer', de Matheson
Aunque la fama en el mundo del terror contemporáneo es para Stephen King y su inagotable producción, el escritor de Portland no tiene reparos en reconocer a Richard Matheson como su «padre» en el terror. A este le debemos obras que también han sido adaptadas al cine como Soy leyenda, El hombre menguante o La casa infernal.
Sus relatos cortos se publicaron durante mucho tiempo en la revista The Magazine of Fantasy & Science Fiction. El primero de ellos, Nacido de hombre y mujer, es brevísimo y recoge a la perfección el estilo de Matheson, un terror que sacude a la gente corriente y que incluye elementos fantásticos y de ciencia ficción. En el ejemplo que nos ocupa se utiliza la primera persona (al igual que en El gato negro y Dagón) para aportarnos la visión de un monstruoso niño encadenado por sus padres en el sótano de su hogar.
Tres relatos con estilos muy distintos, que pueden leerse en apenas unos minutos y que abren la puerta de un género literario que tiene mucho por descubrir.