
Cubierta de Las que no duermen
Los secretos del Baztán vuelven a inquietarnos en ‘Las que no duermen NASH’
Elizondo y Elbete se convierten de nuevo en esos lugares entre místicos y sombríos donde la maldad humana y la novela negra se dan la mano
Las que no duermen NASH (Destino, 2024), es la última novela de Dolores Redondo. La sinopsis de la contraportada promete y es un caramelo difícil de rechazar para los que estén familiarizados con la escritora, más teniendo en cuenta que su novela anterior, Esperando al Diluvio (Destino, 2022), ya va por su cuarta edición. Y con razón.

Destino (2024). 608 páginas
Las que no duermen NASH
Como en todas sus novelas, Redondo nos sumerge en un thriller psicológico de gran intensidad, recreando para el lector las atmósferas inquietantes a las que nos tiene acostumbrados, pues no por casualidad la escritora es una maestra en el género conocido como Euskal Noir o thriller vasco. A través de personajes profundos reafirma su talento en esta historia que, distinta por no decir arriesgada en su ambientación y enfoque, mantiene los rasgos de su estilo narrativo: la tensión psicológica, los dilemas morales y la exploración de la oscuridad humana.
La trama principal (sí, hay varias subtramas) está protagonizada por varias mujeres cuyas vidas se ven entrelazadas por una tragedia, un misterio y un vínculo muy complejo. La narración destaca por su tono sombrío y su capacidad para jugar con las emociones del lector, construyendo una tensión que nos mantiene expectantes, ¿hasta la última página? La respuesta es no.
Volvemos al Valle de Baztán, los lectores habituales de la obra de esta escritora ya lo conocen a la perfección gracias a la trilogía compuesta por El guardián invisible (Destino, 2012), Legado en los huesos (Destino, 2013) y Ofrenda a la tormenta (Destino, 2014), donde la psicóloga forense Nash Elizondo es la responsable de documentar el origen de una leyenda sobre la sima de Legarrea. En su interior y de manera fortuita descubre el cadáver de una joven desaparecida tres años atrás, Andrea Dancur, a partir de aquí ciencia y superstición vuelven a darse la mano como ya ocurriera en sus anteriores publicaciones. Para rizar el rizo, parte de la tensión argumental vendrá con la cuenta atrás hacia un confinamiento que todos recordamos, pues la trama comienza en los días previos al 14 de marzo de 2020 así que los primeros casos de COVID-19 también serán protagonistas en este thriller de ficción.Redondo se caracteriza por la construcción de personajes complejos y profundos. Queda claro que la escritora tiene un don para explorar la vulnerabilidad y la conciencia humana, aunque en términos morales esa conciencia tenga muchos flecos para matizarse. A lo largo de toda la novela, en otro de los puntos fuertes de esta escritora, se percibe una atmósfera inquietante, casi palpable, que mantiene al lector inmerso en la historia. La sensación de desasosiego va creciendo en la trama que se ve potenciada por los giros inesperados que se introducen, manteniendo así el suspense de manera efectiva. La lluvia vuelve a ser ese recurso natural, esa falacia patética como lo denominó John Ruskin, que sirve para forzar el estado de ánimo del lector y que Dolores Redondo maneja a la perfección. Con un estilo narrativo ágil, la escritora juega con los tiempos alternando las subtramas entre diferentes perspectivas y dejando pequeños destellos de información que gradualmente se unen para revelar la complejidad del misterio.
Sin embargo, sorprende para mal el hecho de que algunos de los personajes secundarios, tan importantes en los argumentos de libros anteriores, parecen quedar algo desdibujados. Aquellos que prometen un desarrollo más interesante no alcanzan la profundidad que podrían haber tenido, lo que resulta un tanto frustrante para los seguidores de la autora. También cabe destacar la previsibilidad de algunos giros que, aunque mantienen la tensión, restan originalidad al final de la historia.
Varios puntos de la trama pueden chocar y bastante a los incondicionales de las novelas de Dolores Redondo, porque la obra, a priori, parece que va a retomar parte del argumento de la trilogía de Baztán, además de sumergirnos otra vez en el microcosmos de Elizondo aparece de nuevo la inspectora Amaia Salazar. Sin embargo, no solo no consigue dar cuerpo a este spin off literario sino que lo rompe introduciendo un recurso algo bizarro que no llega a entenderse y genera más confusión que brillantez y novedad.
Las que no duermen NASH es una novela intensa pero innecesariamente compleja, capaz de atrapar a los primeros lectores de esta escritora, pero que puede llegar a decepcionar a sus seguidores habituales. En definitiva, Dolores Redondo sigue demostrando su habilidad para crear relatos absorbentes pero, aunque las subtramas ayudan a tejer la complejidad del argumento principal, finalmente no consigue cerrarlas todas adecuadamente, lo que aleja a la novela de tener un final más pulido.