
Un robot con IA
‘Ridmi’: Una mirada distópica a un mundo dominado por los algoritmos
Ridmi escenifica un duelo dialéctico de identidades en el que se entremezclan temas como el género, el poder, la deshumanización o la fuerza del lenguaje; todo ello en un entorno de oscuros tejemanejes políticos e institucionales que puede leerse en clave de sátira social
El género literario de la novela alcanzó su máximo esplendor en el siglo XIX. Su publicación en revistas y periódicos antes de ver la luz en libros ofrecía a los autores de la época notable difusión y ciertos ingresos económicos.
Desarrollo profundo de los personajes; historias articuladas en el trinomio presentación, nudo y desenlace; retrato del día a día y estudio de las diversas clases sociales; narrador omnisciente (que todo lo sabe); empleo del tiempo pasado; textos de gran extensión… Esas reglas narrativas decimonónicas vinieron para quedarse, y en mayor o menor medida, prueba de su eficacia, siguen presentes en gran parte de las novelas que leemos en pleno siglo XXI. Olvidados los movimientos literarios vanguardistas del siglo XX, predomina, digo, una concepción novelística que trabaja con muchos de estos rudimentos decimonónicos a sabiendas de que agradan al lector.

Amazon Italia (2024). 304 páginas
Ridmi
No obstante, aún sobreviven novelas que rehúyen de esos cánones y apuestan por narrativas más personales, menos pautadas, más modernas si se prefiere. Es el caso de Ridmi, de Rita Tapia Oregui, escrita en y para el siglo XXI, en la que se abordan las complejidades de esta época que nos ha tocado en suerte, dominada por los algoritmos.
La narración tiene su núcleo central en un programa piloto del Gobierno creado para agilizar e implementar ciertas leyes, y pone el foco en Ana, una congresista antisistema, extraductora, mujer con carácter, que ha de participar en la difusión de una nueva Ley de Consentimiento que «ayuda a los más desfavorecidos y con menos recursos para defenderse de una agresión. Desde los menores que son abusados por la parentela hasta las jóvenes migrantes que son forzadas a ejercer la prostitución».Con la mirada puesta en la extraña vertiente tecnocrática en que vivimos, Ridmi está ambientada en un futuro cercano, más adelantado al actual (o más atrasado, según se mire), dominado por la inteligencia artificial, en el que un grupo de personajes esperpénticos (uno de ellos es una construcción algorítmica creada por la inteligencia artificial) se mueven en torno a la citada ley, que fuerza a los personajes a establecer diversas estrategias, cual fichas de un tablero de ajedrez.
Ridmi escenifica un duelo dialéctico de identidades en el que se entremezclan temas como el género, el poder, la deshumanización o la fuerza del lenguaje, todo ello en un entorno de oscuros tejemanejes políticos e institucionales que puede leerse en clave de sátira social.
Y, hablando del lenguaje, el empleado en la novela es de lo más personal, culto, barroco y coloquial (sí, todo ello al mismo tiempo), permeado de cierto tono socarrón e irónico.
No creo que Ridmi fuera escrita como un producto cultural enfocado al ocio. A mi entender es una novela con un fuerte trasfondo filosófico y social que plantea preguntas inquietantes sobre la posibilidad de que la tecnología acabe moldeando nuestro pensamiento. ¿Será posible el libre albedrío en un futuro distópico en el que los datos automatizados quizá manden más que los hechos? ¿Se comerá esa IA que parece saberlo todo a su inventor, el hombre? ¿Caerá lo real en manos de lo virtual?
Ridmi es, en definitiva, una novela-dilema, compleja y exigente, que obliga al lector, aunque sea desde la sátira intelectualizada, a apearse de la abulia dominante para ahondar en las dudas sobre una sociedad tecnocrática que ha alcanzado –para lo bueno y para lo malo– un punto hasta ahora nunca conseguido.