La escritora Nuria Labari

La escritora Nuria LabariAsis Ayerbe

Entrevista | Escritora

Nuria Labari: «Una novela desvela una trama, pero un cuento desvela un secreto»

La escritora cántabra presenta No se van a ordenar solas las cosas, un retablo de cuentos que nos sumerge en la complejidad de una sociedad marcada por tensiones, desigualdades y el incesante malestar cultural que caracteriza nuestros tiempos

Escritora cántabra, reconocida tanto por su obra novelística como por su maestría en el género del cuento. Tras el éxito de su primer libro de relatos, Los borrachos de mi vida, galardonado con el VII Premio de Narrativa de Caja Madrid, Nuria Labari regresa a sus raíces literarias con su nueva obra, No se van a ordenar solas las cosas. Este retablo de cuentos nos sumerge en la complejidad de una sociedad marcada por tensiones, desigualdades y el incesante malestar cultural que caracteriza nuestros tiempos.

Han pasado 15 años desde que publicó un libro de cuentos, ¿cómo siente que ha evolucionado su aproximación al cuento durante estos años?

–No sé si ha evolucionado muchísimo, he cambiado yo. Escribir un libro de cuentos supone un estado, es un radio poético distinto al de cualquier otro género. No es que no haya estado escribiendo cuentos en estos 15 años, sí he escrito cuentos, sino que no había escrito otro libro de cuentos. Muchos cuentos juntos no son un libro de cuentos, son una compilación de cuentos, pero un libro de cuentos tiene una unidad narrativa o al menos así es como los trabajo. He seguido escribiendo cuentos, pero no había vuelto a tener la oportunidad o el reto de volver a escribirlos y publicarlos.

¿Cree que se ve reflejado ese cambio personal en su escritura?

–Muchísimo. A veces nos cuesta reconocernos, mi primer libro de cuentos era casi una educación sentimental. Todos los cuentos estaban en esa frontera en la que nos hacemos adultos, momento en el que nos despedimos de la juventud, de la infancia y de cierta inocencia. Ese adiós tenía además un momento y estaba cerca de mi momento vital de aquel entonces, más cerca que ahora. Y este libro no digo que sea de madurez, sino que más que la frontera, la bruma en la que vivimos. Ahora con este malestar que creo sentimos todas y todos, con una especie de malestar político climático donde el futuro parece más oscuro de lo que nunca ha sido, donde parece que el mundo, la naturaleza y las personas y la política vamos a peor en vez de a mejor. Vivimos ahí en una disonancia cognitiva extraña que en vez de expresar malestar expresamos un montón de alegría, llena de fiesta, adornos, vacaciones. Hay un cambio grande, desde la aproximación hasta el objeto de cada libro hasta la autora, el mundo también ha cambiado muchísimo en estos 15 años.

¿Podría contarnos cómo surge la idea de un cuento en su mente?

–Con la novela un día tienes una idea muy clara, que es un género para mi casi obsesivo y los cuentos más bien desvelan un secreto. Es como cuando te enamoras de alguien y te casas y le vas a dar la vida y hay una gran fiesta, comienzas y luego hay muchos años por delante, mucha determinación, mucha rutina. Sin embargo, no te vas a enamorar una vez en un libro de cuentos, tienes que enamorarte siete veces, siete flechazos. Yo siempre digo que, si un novelista va a escribir la historia de una familia, haría 100 años de soledad, cuenta toda la historia de toda la familia y es maravilloso.

Lo bueno de la literatura es que es un lugar donde el lenguaje sí puede ser ambivalente, en el que sí caben las contradicciones

Un cuentista hace una cena de Nochebuena, tú vas a la cena de Nochebuena de tu pareja y la primera vez que vas ya sabes todo lo que te va a pasar en esa familia. Pero hay cosas que te desvelan los secretos. Con estos cuentos quería encontrar núcleos de significados muy distintos, porque tengo personajes muy diferentes los unos de los otros: un adolescente español con vigorexia, un menor no acompañado que viene de África, una amante burguesa y un hombre octogenario judío, homosexual y psicoanalista. Al final, al leerlos todos juntos se desvela un secreto mayor que sería el secreto del libro completo.

Ha hablado de unidad narrativa y núcleos de significado, ¿hay algún cuento que haya escrito que no entrase en el libro final porque no encajaba en estos núcleos de significado?

–Esto es muy bonito que me lo preguntes porque yo cuento todo esto y, al final, es bastante técnico. Se parece mucho a las matemáticas, pero yo mismo tenía mis dudas. Entonces le intenté colar a mi editor un cuento que a mí me gustaba mucho, que es inédito, pero que no entraba en este núcleo de significado. Pero si metes eso te cargas el libro y por eso Juan Casamayor es tan buen editor de cuentos como él dice, los escritores hacemos buenos manuscritos y luego los editores nos ayudan a hacer buenos libros.

¿Qué papel juegan los prejuicios en la construcción de la atmósfera de sus relatos?

–Juegan un papel fundamental porque, en realidad, nosotros a veces pensamos que leemos libremente el mundo, nuestra intimidad, incluso, o el periódico, y en realidad le vemos e interpretamos mucho prejuicio, mucho de ese prejuicio lo pone a veces el propio lenguaje. Tendemos a pensar que no se contradice, es más confiable, aunque la vida es contradictoria todo el tiempo. Lo bueno de la literatura es que es un lugar donde el lenguaje sí puede ser ambivalente, en el que sí caben las contradicciones. Pero claro, si yo digo voy a escribir un relato de un hombre de 80 años lo primero que lleva es a muchos prejuicios. Ya cada uno se está imaginando lo que cada uno cree que es la vejez. Con esos prejuicios juegan estos relatos.

Posado de la novelista Nuria Labari

Posado de la novelista Nuria LabariAsis Ayerbe

¿Como escritora ha tenido que desprenderse de esos prejuicios para escribir estos cuentos?

–Más que desprenderme, he tenido que detectarlos. Me río de ellos en este libro. Por ejemplo, algunos relatos abordan el tema de la blanquitud, que se ha tratado muy poco en España. Cómo las personas blancas somos racistas y cómo nos relacionamos con todos esos prejuicios que llevamos encima. No diría autocrítica, sino incluso reflejo en el sentido de no me pongo a criticar sino me pongo a mostrar. Esa mujer que se va de vacaciones a República Dominicana con su familia y están haciendo un ejercicio de blanquitud que va a descubrir el lector.

En esta obra se abordan muchos temas sociales o controvertidos que en algunos casos no se hablan en España. Esta lectura puede abrir los ojos al lector.

–Ojalá. Aunque diría que, en vez de temas sociales, se tratan temas íntimos. Fíjate que el tema de blanquitud puede parecer un tema social, pero nada que esté tan pegado a la piel y al cuerpo puede ser social sino algo interior. No crítico, no dogmático, ni siquiera reivindicativo. Pero sí son como personajes que desnudan al emperador, y a veces el emperador somos nosotros y estos relatos nos dejan en cueros. Pero, el libro se puede leer en un sitio con calefacción y el ejercicio creo que es bastante consolador porque hay muchas voces y está construido a partir de la escucha de los otros y del diálogo con lo diferente.

En este libro salen muchos monstruos a pasear, de esos que los adultos metemos debajo de la cama

También el momento que al protagonista su cuerpo le parece monstruoso, quizás a todas, alguna vez mirándonos al espejo, nos ha dado miedo o nos ha parecido algo extraño. En este libro salen muchos monstruos a pasear, de esos que los adultos metemos debajo de la cama. Creemos que solo hay monstruos debajo de la cama de los niños, pero que va, los niños por lo menos lo saben y se protegen, pero nosotros creemos que no, que vamos tan tranquilos.

¿Cómo ha sido el proceso creativo a la hora de pensar los personajes?

–Ha sido muy exigente porque, aunque el núcleo de significado es compartido, sí que hay muchas voces y muy distintas. Cada cuento podría parecer casi de un autor distinto, me dicen algunos lectores que no me reconocen. Cada cuento es un planeta diferente, además, tenía ese reto de que todos dialoguen entre sí. El protagonista de uno de los cuentos es un chaval que habla Tamazight, una lengua que no hablo, Bereber, que hablan mucho los menores no acompañados que llegan a España y que se habla en algunas zonas del norte de África. En esta lengua maravillosa que es oral, todavía con muy poco ascenso, muy poca gramática. Ese personaje me costó muchísimo, aparte de que toda la investigación que hice no se ve en el cuento, pero estuve viviendo en esta historia durante meses.

¿Con qué personaje se podrías sentir representada?

–Quizás de las que estoy más cerca, pues hay unas cuantas mujeres de 40 y algo que viven en zonas y ambientes parecidos a los míos, supongo que están más cerca de mí que el adolescente vigoréxico o el hombre judío homosexual. Por ejemplo, la amante del menor no acompañado tiene muchas cosas en las que me reconozco o quizás la turista que se va con su familia a Republica Dominicana. Con muchas tengo ecos, pero también tengo ecos con el adolescente cuando se enfrenta a sus monstruos, aunque me vea más reflejada en unos yo creo que todos tienen algo de mí.

¿Son personajes nuevos o algunos ya han protagonizado alguno de los cuentos anteriormente escritos?

–No, estos son completamente distintos. Estos personajes no los conocía, no tienen nada que ver con ninguno de mis cuentos anteriores. Cada uno sirve para un propósito narrativo diferente. Las novelas que he escrito ya están terminadas y cumplieron o no ese propósito y los personajes se quedaron ahí. No hay ningún trasvase. Todos los personajes pertenecen, cada uno, a su relato y no sé si alguna vez volverán a aparecer en otras historias.

Finalmente, ¿cree que la literatura actual aborda los problemas sociales?

–A veces sí, y otras no tanto. Ojalá haya podido hacerlo, medianamente bien. Normalmente escribo de cosas que me gustaría leer y no las encuentro como me gustaría leerlas. Me gustaría escuchar otras voces o sobre el privilegio del propio autor, porque privilegio nunca se revisa. El libro ya es una posición de poder, es un alguien que le dice a otro, cállate que voy a hablar. Me extraña y me preocupa que haya tan pocas revisiones de privilegiados.

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