Entrevista
Trapiello, a quienes quieren levantar muros con la «desmemoria»: «La historia la hacemos entre todos»
El escritor Andrés Trapiello presenta Me piden que regrese, una novela que une a las dos Españas con una trama de amor, espías e intriga, retratando el Madrid de posguerra donde vencedores y vencidos convivían entre el glamour y la miseria
El escritor, ensayista, poeta y editor leonés Andrés Trapiello cumple su sueño de unir a las dos Españas en su nueva novela publicada en Destino, Me piden que regrese. Una historia de amor, espías, intriga, glamour, hambruna y verdad desnuda con la que retrata el Madrid de la posguerra en el que convivieron vencedores y vencidos entre fiestas en el Palace y bailes en Pasapoga, mientras las cadenas de los presos paseaban vigiladas por la Gran Vía.
–Con esta última novela, Me piden que regrese, finalmente, ¿ha cumplido el sueño de escribir la historia que uniera las dos Españas?
–El deseo de escribir una historia que uniera las dos Españas ya lo plasmé entre los apuntes de mis diarios hace más de treinta años. Aunque en aquel momento no pensé en la historia en sí misma, no tenía el argumento ni los personajes. Pero, siempre he tenido el deseo de escribir una novela que sirviera a todo el mundo. La historia, en general, no sirve casi nunca a nadie, no pone de acuerdo a nadie. La novela es todo lo contrario, porque tiene de bueno el ánimo de concertar voluntades. La literatura trata de darle sentido a eso que no lo tiene.
He querido hacer una novela que cuando se hablara de posguerra o del comunismo todo tuviese un sentido y que la gente lo entendiera
–Me resulta muy interesante la idea que usted defiende de que la ficción es el único modo de explicar la realidad.
–La ficción es lo que nos une, porque la Historia es divisiva. Fíjese en los muchos libros de historia que se han escrito de la Guerra Civil o de la posguerra o sobre la historia cultural de nuestro país... Nuestra vida, la de los demás, la realidad, generalmente no la entendemos porque aparece rota o deshilachada. En cambio, cuando cuentas una historia desde la ficción, donde todo tiene un hilo argumental que nos lleva a un desenlace que da sentido a lo contado y lo redondea, nos hace más comprensible lo vivido. Eso es lo que hace, enormemente, atractiva la ficción. He querido hacer una novela que cuando se hablara de posguerra o del comunismo todo tuviese un sentido y que la gente lo entendiera. He querido que los lectores entendieran por qué alguien es la víctima o el victimario y las razones que llevaron, a una y a otra, a actuar como lo hicieron, manteniéndose el novelista al margen.
–Plantea una historia en la que exige que el lector forme parte activa de la misma a través de la lectura.
–El lector es el que debe decidir, por sí mismo, la posición que adopta ante la historia y sus protagonistas. Porque es adulto debe saber aplicar a los hechos su cultura y su sensibilidad, su visión, su perspicacia. No es el autor el que le tiene que llevar de la mano y decirle lo que tiene que pensar, pues una novela no es como un teatro para niños donde los arquetipos están muy definidos, eso no es así en las novelas. En ellas la realidad se tiene que presentar con toda su complejidad.
–La novela toma como origen los hechos ocurridos en el crimen de Cuatro Caminos cuando los maquis comunistas atentan contra dos falangistas. Un hecho que usted investiga y que tuvo como resultado su crónica de investigación en Madrid, 1945.
–La novela tiene su origen en dicho episodio de la posguerra que cita, en el crimen de Cuatro Caminos. Un episodio sobre el que hice una crónica muy rigurosa recogida en Madrid, 1945 y que me llevó mucho tiempo de investigación para recabar datos y documentos reales. Todos los personajes aparecen con sus nombres propios y todo está hecho de una manera concienzuda. Pero, aún así, toda la información está muy desorganizada hasta el punto de que es difícil que todo encaje. En cambio, en una novela todo encaja, porque en ella el autor lo que hace es quitar lo que no es relevante y destaca lo que únicamente sirve para la historia. La ficción ordena, casi de una manera natural y a través de los personajes, la realidad. Por ejemplo, fíjese en Don Quijote. Don Quijote acaba teniendo más entidad ontológica que un personaje real como es Cervantes. Sabemos mucho más de Don Quijote que de Cervantes y lo que sabemos de Don Quijote resulta más firme y sólido que lo que sabemos de Cervantes. En las novelas ocurre igual. Todo lo que sabemos de los personajes es muy sólido y firme, al margen de que podamos estar de acuerdo o no.
–Me piden que regrese retrata ese Madrid de 1945 y la posguerra española con sus luces y sus sombras, con sus vencedores y vencidos. Hay mucha bibliografía sobre esta época desde el punto de vista de la historia y de la literatura, pero controvertida, casi siempre.
–En cuestión de bibliografía, después de la Segunda Guerra Mundial creo que la Guerra Civil y su posguerra son las que más análisis y estudios han suscitado. Lo que ocurre es que en la mayoría de los casos son estudios de parte, donde cada uno ha tomado partido por uno de los dos bandos y ha explicado las cosas según el bando con el que se ha identificado. Sobre el Madrid de los años cuarenta se sabe y se conoce mucho a través de las películas, de los periódicos, de las obras de literatura, lo que ocurre es que no había una novela que recogiera los dos mundos que conviven, el de los vencidos y el de los vencedores.
Madrid en aquella época tenía un millón de habitantes y no un millón de cadáveres como decía Dámaso Alonso
–¿Cómo era ese Madrid de posguerra?
–Madrid en aquella época tenía un millón de habitantes y no un millón de cadáveres como decía Dámaso Alonso. De ese millón de habitantes había medio millón que estaba encantado y feliz porque había ganado. Seguramente no tenían mucho que repartir, pero ya no tenían miedo, habían superado la guerra y tres años dificilísimos de penuria viendo cómo se fusilaba a sus parientes, pasando hambre, miedo, frío. El otro medio millón sobrevive como puede intentando pasar página. Habían sufrido una represión, persecución, encarcelamientos, torturas, procesos sin garantías. Todo esto es lo que recoge la novela, una historia que también muestra la diferencia de los vencedores y vencidos, a través de sus dos personajes principales.
–Estamos ante una novela que refleja un periodo histórico importante de nuestro país, pero contado a través de una historia de amor.
–La novela es una novela romántica, porque sus personajes son románticos en un escenario sombrío y siniestro. En ella se muestra la vida de la aristocracia con sus cenas de lujo, la vida diplomática, las fiestas de las embajadas, las fiestas del Palace, los bailes en Pasapoga, los trajes de Balenciaga y las apoteósicas faenas de Manolete que conviven con las cadenas de los presos conducidos a pie por la Gran Vía, el miedo, la miseria y el estraperlo. Dos mundos que son encarnados por los dos personajes principales de la novela: Benjamín Smith y Sol Neville. Smith es un hombre que tiene que salir de España huyendo, porque si no va a la cárcel como todos sus camaradas, pero vuelve a su país como estadounidense y con una misión encomendada por los servicios secretos americanos, de ahí el título Me piden que regrese. Él es alto, las mujeres lo encuentran muy guapo, es valiente, en absoluto vanidoso y no se jacta de sus logros a pesar de que regresa a España con la Estrella de Plata del Congreso que destaca su valor en combate en Francia junto a las fuerzas de los Estados Unidos. El personaje femenino, Sol Neville es enormemente atractiva, joven, de 27-28 años, muy inteligente, perspicaz, irónica, lectora, amiga de Pío Baroja y, sobre todo, es una mujer libre. Los dos personajes son libres y viven su historia enfrentándose a sus respectivos pasados y a sus propios bandos. Sin duda, son dos personajes muy románticos que viven libremente su amor.
La literatura trata de darle sentido a eso que no lo tiene
–Aquellos que puedan entender Me piden que regrese como una novela más de la posguerra española, ¿Cómo cree que deben acercarse a ella?
–Quiero que sea una novela para todo el mundo, porque he escrito una historia para el que es de derechas y para el que es de izquierdas, para el viejo y para el joven, para la mujer y para el hombre, para el rico y para el pobre, para todos. Me gustaría que a este libro pudiera llegar todo el mundo y que no dejaran de verlo, únicamente, por lo que digo o escribo en un artículo semanal del periódico. Sería un grave error, desde mi punto de vista, y sería de ser mal lector que un lector no se acercase a ella por prejuicios.
–¿A qué responde el titulo Me dicen que regrese?
–La novela me costó poco tiempo de escribir, porque llevaba muchos años queriendo hacer una novela parecida, no con este argumento, pero parecida, aunque el título se me resistía. Normalmente, no tengo problema con los títulos, porque leo muchos libros y tengo una carpeta con quinientos títulos de posibles libros, pero en esta novela el título se me resistía hasta que di con una cita que recogía las últimas palabras que se le atribuyen a la poetisa Emily Dickinson. Son unas palabras que ni siquiera son suyas, pero que cuando se estaba muriendo las escribió en un papel como sus últimas palabras y que vienen a significar que le estaban llamando los muertos. Cuando estaba haciendo la antología de Dickinson, sin título para esta novela ya terminada, me encontré con estas palabras y vi que ese era el título de la novela.
–En la novela aborda dos de los tres temas que son protagonistas en su literatura: la Guerra Civil y Madrid, pero, ¿Dónde podemos ver o entrever a Cervantes, su tercer tema literario y de investigación, en esta historia?
–En su espíritu. El espíritu cervantino se descubre en la parte luminosa y alegre de Madrid y también se percibe en la mirada clemente y misericordiosa con la que se puede ver la historia y sus personajes.
–¿Qué cree que diría Cervantes de la España del siglo XXI?
–Cervantes era un hombre conservador, prudente, pero no sé muy bien que diría de la España actual, no quiero especular con eso. Sí tengo la certeza que miraría a todo el mundo, principalmente a los débiles, con ojos solidarios y piadosos.
–¿Falta piedad en una sociedad donde la mirada al pasado reaviva episodios que deberían estar ya superados?
–Estos días estoy recordando el trabajo que hicimos en el comisionado de la memoria histórica de Madrid donde las decisiones que tomamos todas las fuerzas –había tres personas nombradas por el Partido Socialista, uno por Sumar, otro por el PP, otro representante de la Iglesia y yo estaba designado por Ciudadanos– fueron, en su 95 %, tomadas por consenso. Los acuerdos no solamente son deseables, sino que son posibles, y de eso no hace tanto… Por eso creo que todos aquellos que han querido venir a levantar muros e imponernos una memoria histórica o una desmemoria y hacer que nos olvidemos de cuestiones que fueron realmente graves, deben hacérselo mirar, porque la historia la hacemos entre todos.
No digo que no sea la última, lo que ocurre es que, en algún momento, me gustaría escribir la historia de uno de los personajes
–Si nos atenemos al significado de las últimas palabras de Emily Dickinson, Me piden que regrese, titular esta novela, ¿esta historia supone el final de su producción literaria? ¿Es su obra más perfecta?
–Lo que puedo decir es que estoy, relativamente, conforme con ella. Probablemente podría ser la mejor novela, pero para que fuera así tendría que haber sido escrita por otra persona. He hecho lo que he podido, hasta donde he podido, y eso me deja conforme. No me preocupa si es una obra inmortal o si no es inmortal. Y no digo que no sea la última, lo que ocurre es que, en algún momento, me gustaría escribir la historia de uno de los personajes, la del niño de trece años, pues tiene todavía una historia más increíble que la de Benjamín Smith y Sol Neville.
–Y, ¿si Me dicen que regrese al activismo civil o político?
–Yo en la política no he estado nunca, sí, en cambio, en el activismo cívico en un par de veces donde hablé a las multitudes, pero no es lo mío. Mi naturaleza es la de una persona completamente gris y con pocas facultades persuasivas ni para movilizar a las masas. Sería un pésimo político…
–Pero, ¡tiene una legión de lectores!
¿Legión de lectores? Seamos modestos, seguramente lo que tengo es un puñado de buenos lectores y de almas comprensivas. Estoy bien como estoy.