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Elena Garro. Detalle de Cubierta

Elena Garro. Detalle de CubiertaBamba

El viaje de Elena Garro por la España en guerra

Esta bella mezcla entre diario de viaje y diario personal recorre Barcelona, Valencia y Madrid en compañía de grandes escritores y de una mirada intimista de la Guerra Civil, y de cómo todo ser humano es igual ante el hambre y el miedo

Leer Los recuerdos del porvenir o algunos de los cuentos incluidos en La semana de colores o en Andábamos huyendo Lola es leer a una Elena Garro (México, 1916-1998) adulta, tenaz –como adulto y tenaz era su imaginativo mundo literario–, decidida, fuerte y, principalmente, audaz y mágica. Su nombre siempre surge cuando se habla de los inicios del realismo mágico en Latinoamérica, pero al margen de cronologías que nada influyen o modifican la valía y belleza de su obra, fue una gran y polifacética escritora que durante muchos años ha vivido tras la sombra de Octavio Paz, con quien estuvo casada unos años, y tras la sombra del exilio que ella misma sufrió durante décadas.

Cubierta de Memorias de España

Bamba (2025). 132 páginas

Memorias de España 1937

Elena Garro

Con él, veinteañeros ambos y recién casados, realizó un intenso viaje a España durante el verano de 1937. (Pablo Neruda y Rafael Alberti habían invitado a Paz al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura) que constituye un atractivo y cautivador documental sobre el mundo artístico y literario durante el conflicto. Un país sumido en el hambre y la guerra civil observa cómo un grupo de intelectuales recorre sus ciudades entre el miedo y un compromiso, siempre bienintencionado, que algunos no terminaban de creer o entender, pero que forjó grandes amistades y otorgó una nueva lente de humanidad y compasión a sus miradas (y seguramente, en consecuencia, también a sus literaturas).

Una Elena Garro inocente y carismática («yo, sin saber cómo ni por qué, iba a un Congreso de Intelectuales Antifascistas, aunque yo no era anti nada, ni intelectual tampoco, sólo era estudiante y coreógrafa universitaria»); pero también muy observadora, fue tomando apuntes de todo lo que veía y escuchaba en compañía de Miguel Hernández con su voz profunda y su encanto, Alejo Carpentier, María Teresa León, Manuel Altolaguirre, la generosa y pitonisa María Zambrano, León Felipe o Luis Cernuda, y años después, en 1992, sus recuerdos se transformaron en el librito Memorias de España 1937, que ahora ha recuperado la editorial Bamba (quien recientemente ha reeditado su ecléctica, original y bella novela Testimonios sobre Mariana, que también reseñamos en El Debate). Aunque el motivo del viaje por Barcelona, Valencia y Madrid era de carácter político, estas memorias se fijan más en aquellas emociones y experiencias que igualan a todo ser humano, más aún en un contexto tan desolador: el pánico, la incertidumbre, la vulnerabilidad.

Elena Garro no ensalza a los grandes escritores con los que compartió carromatos, caminos y noches durmiendo en el suelo (también en hoteles, en algunos afortunados casos); entre conversaciones sobre derechos, partidos, siglas o bandos sus anécdotas son más «costumbristas», naturales, sencillas, llenas a un tiempo de gran ternura y lucidez. «Bajamos muy tranquilos hasta el paseo de Rosales y allí nos recibió un tiroteo. Corrí a la trinchera y los otros me siguieron. «Nunca más aceptaré una invitación suya, niños heroicos», se quejó Pellicer, que estaba disgustado. Pensé que habíamos visto un pedacito de guerra. ¿No habíamos venido para eso?».

Puede influir en su quizá poco comprometido o analítico punto de vista su corta edad, pero es más original, acertada y esencial su percepción de que toda aquella situación de peleas y muertes entre iguales era, es siempre, algo cruel y absurdo, y que sus compañeros intelectuales y ella estaban en igual peligro o más de morir en cualquier momento que los milicianos. Reflejan también ternura y lucidez, y resultan muy emotivas, sus descripciones sobre la España rural de entonces, las formas y colores del paisaje castellano, los pueblos, las maneras de la España más humilde y verdadera: «En Campo de Criptana nos hospedó una viejecita vestida de negro, como todos los aldeanos españoles. Nos dio una habitación pequeña con una ventana cavada en la piedra de los muros pintados de blanco y puso varias mantas en la cama». Esta deliciosa, cercana y lúcida mezcla entre diario de viaje, diario literario y diario personal supone un testimonio muy interesante y diferente sobre un momento histórico donde incluso entre los grupos más «inteligentes», o supuestamente más capaces de la sociedad, había las mismas sospechas, miedos y contradicciones, y donde, como en cualquier otro momento histórico, la cultura y la amistad trataban de defender los valores de la paz y la libertad.

Y ahí estaba, ahí estuvo, la audaz y mágica Elena Garro, una joven luminosa, inestable pero ya muy capaz, viviendo en primera fila lo más puro y lo más oscuro del alma humana en tierra ajena. Ajenas en realidad le fueron muchas tierras, tanto las que la echaron como las que la acogieron (a ella y a su hija Helena Laura), y ya en este texto, que entonces apenas era un conjunto desordenado de conversaciones y recuerdos sin una intención de publicación, se aprecia cómo desde el principio quiso hacer de la mirada y de la escritura su propio hogar de paz y libertad. Con eso nunca dejó de estar comprometida. Por ella, para hacerse escuchar y liberarse de las sombras que siempre iban caminando delante de ella, y por los demás. Toda su obra merece mucho la pena.

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