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«Muerte de Viriato»

«Muerte de Viriato»José Madrazo

Desde la Atlántida y Tartesos hasta el supuesto país fratricida: España, entre el mito y la historia

Asumiendo ejes como el conflicto entre herejes y ortodoxos, y el drama entre el paraíso perdido y la decadencia presente, se recorre la leyenda que une a los celtas con Séneca, Trajano, el Cid y los bandoleros

Hace casi medio siglo Fernando Sánchez Dragó publicó Gárgoris y Habidis: una historia mágica de España, en la que una curiosa mezcolanza de elementos pretendía bosquejar una suerte de identidad nacional definida por unas constantes atávicas que –eso sí– encajaban en los esquemas mentales de ciertos psicoanalistas germánicos. Recurría el autor a hermanar ingredientes bien dispares y, en ocasiones, mediante citas apócrifas o el vistazo a variantes textuales de carácter marginal y carentes de relevancia. Con el paso del tiempo, los esfuerzos por contemplar la entera historia de España desde una perspectiva en que lo mítico y lo legendario olisquearan en lo histórico y literario han sido variados, aunque no se sabe si fructíferos. No es un empeño novedoso: a comienzos del siglo XVII, Jerónimo de Quintana lleva a la imprenta su Historia de la antigüedad, nobleza y grandeza de Madrid, en la que intenta relacionar la Virgen de Atocha con Antioquía y en la que menciona una lápida –hoy desaparecida– de un sacerdote enterrado en el Madrid previo a la invasión muslim.

Portada de Pequeña historia mítica de España

Alianza (2024). 368 Páginas

Pequeña historia mítica de España

David Hernández de la Fuente

El caso de Pequeña historia mítica de España es diferente de otros, empezando por el adjetivo que abre el título. No es historia pequeña, en el sentido de que sea un libro breve o banal, sino que es pequeña por mera modestia. Este libro –que cuenta con los elogios de Carlos García Gual y Javier Gomá– abarca milenios: desde las épocas más primigenias y los celtas e íberos hasta nuestros días y la conciencia asumida de que somos un país fratricida, tal como quiere reflejar aquel óleo de Duelo a garrotazos, de Goya, cuyos protagonistas están enterrados de rodillas para abajo. Su autor, doctor en Filología Clásica y en Historia Social de la Antigüedad, y profesor en la Universidad Carlos III, admite –a pesar de la tupida y profusa investigación académica que ha realizado para ofrecer estas páginas– que su selección y visión quizá sea demasiado personal. Esta advertencia permite una lectura amable, dado el toque de humildad que no oculta la solvencia en que se cimienta el libro.

No procure el lector hallar entre estas páginas el mundo de Bécquer, de las brujas, ni la búsqueda de la mesa de oro de Salomón en algún pasadizo oculto en las viejas calles y túneles de Toledo. La Pequeña historia mítica de España va analizando la memoria legendaria del país, para localizar su imbricación en el modo como hemos pretendido comprendernos y forjarnos. Labor compleja, porque, siendo una nación donde se hibridan los celtas (indoeuropeos) con los íberos (parece ser que norteafricanos), y adonde se allegan otras gentes, no sabemos si es el toisón de oro y el vellocino griego lo que nos orienta, los reyes tartésicos, la tradición bíblica, la búsqueda del Grial o la piedad romana.

De todo ello se habla en este libro: las Islas Afortunadas (Canarias), la Atlántida, Hércules y las columnas que delimitaban el fin del mundo, los reyes Gárgoris y Argantonio, Viriato y Numancia, la familia Séneca y la Farsalia de Lucano, el poeta Marcial y el Moncayo, los emperadores hispanos que marcaron el apogeo de Roma, Quintiliano e Isidoro de Sevilla, la tumba del apóstol Santiago, arquetipos como el hereje Prisciliano, el traidor don Julián o el perdedor de la España visigoda don Rodrigo. Por supuesto, don Pelayo y el Cid, y la mitología de Al-Ándalus, además de personajes como don Juan, don Quijote, Lázaro de Tormes o la Celestina. También los mitos en torno a la conquista de América, la Leyenda negra, las mujeres guerreras, los bandoleros y la guerrilla, los mitos nacionalistas y las dos Españas irreconciliables. Algunos de los ejes que plantea Hernández de la Fuente son el conflicto entre herejes y ortodoxos –como mostraba Marcelino Menéndez Pelayo en Historia de los heterodoxos españoles–, y el drama entre paraíso perdido o edad dorada y decadencia presente.

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