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Niños hambrientos durante la Guerra Civil, en la provincia de Samara

Niños hambrientos durante la Guerra Civil, en la provincia de SamaraBiblioteca del Congreso de USA

‘Tren a Samarcanda’: la tierra prometida o la redención por el amor

Guzel Yajina ofrece, en esta segunda entrega de su trilogía sobre la Rusia soviética, un relato de profunda humanidad, en torno a la terrible hambruna que siguió a la sequía del año 1921, en medio de la Guerra Civil

La filóloga, guionista y escritora rusa Guzel Yájina (Kazán, 1977) prolonga la línea trazada en su primera novela Zuleijá abre los ojos (Acantilado, 2019) sobre la deportación de kulaks a Siberia durante la década de los treinta del siglo XX –por la que recibió en 2015 el Premio Gran Libro en Rusia y el Premio Tomasi di Lampedusa–, y vuelve con Tren a Samarcanda a reconstruir la historia de la Unión soviética y del pueblo tártaro. La novela, junto a Hijos del Volga, que está pendiente de publicación, forma parte de la trilogía sobre las décadas más crueles de la Unión Soviética.

Portada de Tren a Samarcanda

Acantilado (2024). 600 Páginas

Tren a Samarcanda

Guzel Yájina

Tras un excelente trabajo de investigación y de documentación, realizado en bibliotecas y archivos (Archivo Nacional de la República de Tartaristán y del Archivo estatal de la Federación Rusa), gracias a algunos testimonios y a numerosas lecturas –como Mi vida de Lev Trotski, colecciones de cartas, memorias de los funcionarios de la administración soviética y del Partido encargados de buscar soluciones para los niños de la calle y la obra de historiadores (como La aldea soviética vista por la Cheká, el OGPU y el NKVD entre 1918 y 1939)–, la novelista regresa a la guerra civil rusa (1917-1923), en torno a la lucha entre el Ejército Rojo del gobierno bolchevique y la Guardia Blanca, que contó con la colaboración de algunos ejércitos extranjeros. Y, más en concreto, aborda la aterradora hambruna que asoló la región del Volga tras la sequía del 1921 y los conflictos surgidos entre los bolcheviques y los propietarios de grandes extensiones de tierra.

El joven comandante Déyev, veterano curtido de la guerra civil, es el jefe del convoy ferroviario, que ha sido nombrado en medio de unas durísimas circunstancias de escasez de víveres y de combustible, de miseria y de enfermedad. Su misión consiste en evacuar a quinientos niños y niñas débiles y asustados, de edades comprendidas entre dos y doce años, procedentes de albergues y orfanatos de Kazán o pequeños vagabundos, a los que la policía había dejado de dar caza porque ya no quedaba sitio en los orfanatos. Debe conducirlos hasta Samarcanda en el otoño de 1923, dos años antes de que la ciudad se convirtiera en la capital de la República Socialista Soviética de Uzbekistán, con el fin de alejarlos de la hambruna que azota al país y de salvar sus vidas. Esta odisea le lleva a recorrer cuatro mil verstas, el inmenso territorio estepario que dista entre ambas ciudades; lo hacen sin medicinas, ni ropas, ni alimentos y viajan, junto a él, la comisaria Belaya, mujer bolchevique autoritaria y de fuerte carácter y representante de la Comisión de la Infancia, el enfermero Bug, numerosas mujeres y un cocinero que no entiende el ruso.

A pesar de revestir un formato próximo a la novela de aventuras, mediante el estudio detallado de los materiales y de las circunstancias históricas y socio-culturales, con autenticidad histórica, profundidad psicológica y realismo atronador, Guzel Yájina escribe un testimonio sobrecogedor sobre los niños que fueron incluidos en las listas iniciales del convoy y los que fue recogiendo por el camino, como los pequeños Senia, la loquita Zarca, La Abejita, Driusa la Pimplona, Larik el Barajas, Lesia Toda Ases, El Topillo, el Cuco, el Aguardientes, Dusia la Lechitas, Panecillo, Casanova, el Timos, Koska el Sigiloso, el Jabones, Kadyr el mentiroso, Muerte Súbita, o el autista que encarna el aislamiento del hombre soviético, entre muchos otros que sufrieron las consecuencias del infierno vivido.

Tren a Samarcanda es una ambiciosa y hermosísima novela histórica y atemporal; una epopeya que, a lo largo de la dureza de sus casi seiscientas páginas, desvela la bondad y la generosidad del corazón humano que pueden crecer en medio del horror y alcanza unas dimensiones universales. El 15 de noviembre, cuando el convoy La Guirnalda llega a Samarcanda, todos saben que son muchos los niños que en Kazán, en Tartaria, por toda la cuenca del Volga y por todo el país los necesitan, y que los pueblos y los tiempos los esperan.

En las novelas de Guzel Yájina todo gira alrededor de los enigmas que custodia el corazón humano. A través de las páginas, impregnadas de una oscuridad luminosa, se muestra la naturaleza paradójica de unas mujeres y hombres cargados de incertidumbres, de miedos, sueños y esperanzas.

La novelista rusa aborda con belleza los misterios del hombre y hace de ellos su morada. Su obra posibilita, como la de Dostoievski, que nos comprendamos mejor a nosotros mismos. Sus lectores han de ser hombres de alma tensa y exaltada, si nos servimos de las palabras de uno de los biógrafos del genial maestro ruso, Stefan Zweig: «el poeta escoge sus lectores como sus héroes. Los placenteros paseantes de la lectura, los que sólo saben andar por la acera de los problemas trillados, deben renunciar a este autor, como él renuncia a ellos. Mas los ardientes, los apasionados, los abrasados en el sentimiento, encuentran aquí su verdadero mundo».

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