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Alfonso X el sabio, tío de Don Juan Manuel. Cantigas de Santa María, Códice Rico.

Alfonso X el sabio, tío de Don Juan Manuel. Cantigas de Santa María, Códice Rico.Patrimonio Nacional

‘El conde Lucanor’: pequeñas historias sapienciales que han superado con éxito el examen del paso del tiempo

Su autor, Don Juan Manuel, dejó para la posteridad esta serie de cuentos que suponen un antes y un después en los anales de nuestra literatura. La primera vez que alguien asume y firma la autoría de una obra ficticia.

Es cierto que todo buen lector debería prestar esmerada atención a los clásicos, esos libros y esos autores que lo son precisamente porque sus virtudes vienen avaladas por el paso del tiempo.

El conde Lucanor

Biblioteca Clásica RAE (Espasa, 2022). Edición y estudio de Guillermo Serés. 704 páginas.

Pero seamos sinceros: no es fácil convencer a quienes no frecuentan los clásicos de que lo hagan. En pleno siglo XXI, abanderado por los viajes extraplanetarios, los coches de última generación que se conducen a sí mismos, la inteligencia artificial, las tablets y los smartphones, ¿cómo ganarse a esos lectores renuentes para que se aparten de esta modernidad por un rato y se abandonen a épocas pasadas para leer Don Quijote, La Celestina o La vida es sueño? Si leer literatura es una actividad minoritaria, leer clásicos lo es aún más.

Pero por intentarlo que no quede. Así las cosas, si yo tuviera que elegir un libro clásico con la misión de romper el hielo, un libro con posibilidades de seducir al lector para que se adentre en el clasicismo literario, elegiría El conde Lucanor, cuya escritura fue iniciada en pleno Medievo, hacia 1330, y concluida unos cinco años después, aunque se cree que en el ínterin algunos fragmentos ya fueron divulgados.

Su autor, Don Juan Manuel, nieto de Fernando III y sobrino del insigne Alfonso X el Sabio, nacido en el castillo de Escalona, en la actual Toledo, dejó para la posteridad esta serie de cuentos, escritos en romance castellano, que suponen un antes y un después en los anales de nuestra literatura, pues es la primera vez que alguien asume y firma la autoría de una obra de ficción.

¿Y qué encontramos en El conde Lucanor? Pues básicamente cuentos moralizantes (exempla), muy breves y descomplicados, en los que asistimos a las recomendaciones que el consejero Patronio le da a su señor el conde Lucanor. Y no lo hace de manera directa, sino que envuelve esas recomendaciones en el papel regalo de la literatura, a través de historias sapienciales de las que se infiere el consejo de turno. Y al final, después de la moraleja, se nos dice que tanto le gustó la historia a don Juan Manuel que decidió incluirla en su libro (ese que el lector tiene en sus manos), un gesto que podemos calificar de cuasi «metaliterario».

El conde Lucanor viene a ser a la literatura española lo que El nacimiento de una nación o El acorazado Potemkin al cine

Estamos, pues, ante una obra literaria antigua, de estructura repetitiva y simple si la comparamos con otras nacidas al amparo de los numerosos avances de composición literaria que vendrían mucho después, dispuestos a romper con todo. Pero en este momento tan remoto –recordemos, primera mitad del siglo XIV– no había gran cosa que romper literariamente hablando, y lo más rupturista fue precisamente El conde Lucanor, un libro fundacional que viene a ser a la literatura española lo que El nacimiento de una nación o El acorazado Potemkin al cine.

En estos cuentos, Patronio le da buenos consejos al conde sobre la falsa amistad, la temeridad, la riqueza y la pobreza, los sueños irrealizables, las críticas injustificadas o la adulación interesada. Todo un ramillete de lecciones de vida que le permiten a Patronio encarnarse en una suerte de padre o madre del lector, que es en definitiva el verdadero receptor de esas lecciones. Y todo ello servido con humildad, pues tan humilde es el conde al solicitar consejos, que los recibe además de buen grado, como el propio Patronio, quien, lejos de ensayar un tono envarado en sus respuestas, prefiere narrar una pequeña historia cargada de lógica y sentido común.

El conde Lucanor ha sido –con razón– editado en España hasta la saciedad. Recomendamos la publicación de Espasa para la BCRAE (Biblioteca Clásica de la RAE), con edición y estudio de Guillermo Serés (704 páginas), que nos ofrece 50 exemplas, tres colecciones de proverbios (expuestos de más sencillos a más complejos) y un tratado de doctrina cristiana. El libro reproduce el texto original (castellano antiguo), que se entiende bien gracias a las numerosas anotaciones explicativas que lo acompañan.

Sea en esta edición o en otra, o incluso en fragmentos publicados en internet, leer El conde Lucanor se hace imprescindible no solo para imantarnos de esos buenos consejos que nunca caducan, sino para conocer los inicios de la literatura en castellano que tanto nos ha dado y tanto nos da.

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