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Cubierta de 'El exclaustrado', de Álvaro Pombo

Cubierta de 'El exclaustrado', de Álvaro PomboAnagrama

‘El exclaustrado’: ¿vale la pena lo último de Álvaro Pombo?

La nueva novela del Premio Cervantes Álvaro Pombo es una novela muy bien escrita, pero de estructura deslavazada

La última novela del flamante Premio Cervantes Álvaro Pombo, El exclaustrado (Anagrama), es como un espejo roto en el que el reflejo del escritor aparece descompuesto en fragmentos de cristal, como un puzle en el que se han colocado las piezas de forma aleatoria.

Como no podía ser de otra manera, la novela está impecablemente escrita, con la prosa elegante, limpia, un tanto barroca, pero siempre precisa de Álvaro Pombo, uno de los más destacables escritores vivos en lengua española.

En ese sentido, El exclaustrado es una delicia, ya que permite disfrutar de un español al que se le saca todo el partido que tiene el idioma.

Más allá de eso, El exclaustrado no aporta gran cosa. La novela es el mundo de Álvaro Pombo, descrito por Álvaro Pombo con un protagonista que no es, ni más ni menos, que el alter ego de Álvaro Pombo.

Cubierta de 'El exclaustrado', de Álvaro Pombo

Anagrama /228 págs.

El exclaustrado

Álvaro Pombo

Por lo tanto, gustará a los muy cafeteros de Álvaro Pombo. Los demás, detestarán la historia del monje exclaustrado Juan Cabrera y sus comeduras de coco.

El argumento de El exclaustrado es, a grandes rasgos, la historia de un monje que, tras pillar in fraganti a unos novicios en actitud indecorosa, los denuncia al abad y terminan expulsados.

El incidente hace mella en el monje que, sumergido en una crisis de fe, toma la decisión de solicitar al abad la exclaustración. Sin embargo, Juan Cabrera, tras abandonar el convento, no se integra en una vida laica ni empieza a vivir en sociedad, sino que inicia un nuevo enclaustramiento, esta vez en un piso del barrio de Argüelles de Madrid, donde vive confinado entre libros y proyectos de estudio.

Su vida discurre así durante años hasta que un día irrumpe en su piso un sobrino que es alumno de uno de los novicios expulsados por su delación, el catedrático de Derecho Antón Rubial, y toda la vida de Cabrera se pone patas arriba.

Hasta ahí, nada que objetar. Se trata de una historia de folletín que a muchos aburre y a otros apasiona. Sin embargo, las 228 páginas de la novela se rellenan con una verborrea a veces ininteligible, a veces insufrible sin que el lector sepa muy bien a dónde se pretende llegar.

La novela a menudo parece navegar sin rumbo, o directamente se va al garete. Los personajes se muestran desdibujados, sus decisiones no terminan de comprenderse porque no responden al sentido común más básico, sus diálogos suenan artificiales…

Las constantes referencias a Sartre o Proust, así como los frecuentes latinajos, acaban por resultar irritantes.

Álvaro Pombo busca transmitir sus razonamientos, ideas y pensamientos sobre la fe, Dios, el ateísmo, la religión, el sentido de la vida y la muerte…

Sin embargo, pese a todo ese discurso lleno de frases y sentencias rimbombantes, se queda en lo superficial de los temas que trata, no profundiza en ellos e, incluso, muestra un gran desconocimiento sobre los asuntos de los que habla, y se queda en una mera reflexión autorreferencial llena de lugares comunes.

En definitiva, una novela con muy buenas intenciones, muy bien escrita, pero en la que el lector avanza esperando un punto de inflexión que dé sentido a todo sin que ese punto llegue nunca.

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