Fue el último disco (y el cuarto) de la banda de Rod Stewart, quien ya había iniciado su carrera en solitario y con gran éxito. Por esta razón, en mitad del desmembramiento, el cantante se perdió las primeras sesiones de grabación. A pesar de que el productor, Glyn Johns, logró unir al grupo, tras la publicación del álbum, Stewart dijo de él que era un «desastre sangriento» y que esta «podrido» y era «apestoso», curiosa manera de calificar al único número uno en en Reino Unido de la banda que a pesar de todo realizó giras durante dos años más.