Diez propuestas musicales para compartir en Navidad
Desde suculentos regresos a lo último del nuevo prodigio coreano del teclado
Llega la Navidad y parece que toca regalar. Con el «streaming» (¿también se ha aprobado ya?), dejar discos en el árbol, o junto al agua para los camellos, ya no se estila tanto (aunque el vinilo prosigue su triunfal regreso con fuerza). Pero para quienes aún se mantienen fieles a las mejores tradiciones, y gustan de sobar la música a través de sus envoltorios, aquí van algunas propuestas entre lo mejor editado este último año. Desde suculentos regresos a lo último del nuevo prodigio coreano del teclado, distinguimos unas breves dosis de sonidos sugerentes o embriagadores para aislarse del mundanal ruido en tiempos nublados porque, como decía Proust, a menudo «es mejor soñar la vida que vivirla».
Placeres culpables de otros tiempos
«Fritz Wunderlich, The Christmas Album». Con Obras de J.S. Bach, G.F. Händel, Beethoven, F. Schubert, R. Strauss, … (Deutsche Grammophon)
En estas casi tres horas de música hay un poco de todo, con el ideal protagonismo de Fritz Wunderlich, príncipe de tenores. A partir de la referencia navideña, se mezclan desde villancicos como el «Noche de paz» (interpretado junto a su compañero de actuaciones y épicas farras, el barítono Hermann Prey) hasta arias de Alcina, los lieder An die Musik y Morgen, selecciones de la Missa Solemnis de Beethoven…
Pero la auténtica joya de esta reedición es el Oratorio de Navidad de Bach, que se ofrece completo en la jubilosa, resplandeciente y «antihistórica» versión de Karl Richter. Quién después de unas penosas jornadas a dieta puede resistirse, aunque sea un día, ante un buen codillo coronado por una tarta Sacher con su correspondiente crema chantilly. No esperen coros anémicos, voces apagadas, cuerdas raquíticas, puntuales desafinaciones de los instrumentos de viento… La alegría golea a la austeridad en una versión que cuenta con solistas difícilmente superables en cualquier época: al mencionado Wunderlich se le unieron aquí, en 1965, unos tales Gundula Janowitz, Christa Ludwig y Franz Crass. La Navidad por fin ha llegado. Absténganse militantes estrictos del historicismo más recalcitrante.
Madrileño, devoto de Wagner, gran compositor
«Conrado del Campo. Obras Orquestales». Orquesta de Córdoba. José Luis Temes, director. (Cezanne CZ 136)
Ahora que La forza del destino llegará casi hasta el Teatro Chino de Manolita Chen, no está de más recordar que un compositor español, Conrado del Campo, creó otra ópera inspirada en la obra del Duque de Rivas, El final de don Álvaro. Seguramente nadie se animará a rescatarla del olvido, pese al interés innegable que contiene la producción lírica de este devoto admirador de Wagner. También su correspondiente faceta sinfónica vale un perú. A esta última se consagra la presente impecable grabación, con una rutilante Orquesta de Córdoba bajo la batuta entregada de José Luis Temes.
De Conrado del Campo se decía que resultaba «demasiado denso» para evitar programarlo. A ese absurdo sambenito (acaso también aplicado en su día a Bruckner), se le unió que su lenguaje musical, que bebía de las raíces del mejor sinfonismo centroeuropeo, resultaba trasnochado para la vanguardia musical que impuso sus juicios tras la Segunda Guerra Mundial. Ningún argumento contrario al músico madrileño se sostiene ante este delicioso muestrario, que reúne obras suyas como la suite del ballet En la pradera, los Bocetos castellanos, la Fantasía sobre temas de Chapí y el pasodoble Moras, moritas, moras. Un discurso musical bien armado a partir de su sólido conocimiento de la orquesta, del contrapunto y la armonía, que engarza sin fisuras en un casticismo sin complejos. Que vuelva ya Del Campo a los repertorios de las orquestas españolas, al menos.
Nunca es tarde, hasta los 70 años
«Then and Now. Gregory Kunde». Canciones de Gershwin, Rodgers, Trenet… (Delos)
Hace ocho años, Gregory Kunde, entonces junto a la estupenda mezzo Marianne Cornetti, ofreció un recital que, bajo el sugestivo título de De Verdi a Broadway, en la segunda parte, reunía varias de las canciones más conocidas de la música norteamericana en su gran época dorada. Quizá inspirado en aquella experiencia, el tenor norteamericano se lanzó recientemente a grabar un cedé completo, dedicado a varios de los temas que se hicieron célebres en las voces de Sinatra, Bennet, Darin y demás «crooners» de los viejos tiempos.
El resultado atrapa por el impecable gusto que Kunde, a sus 70 años, exhibe a la hora de recrear una música que, por edad y vivencias personales, le concierne de una manera muy especial. Y se nota. Más allá de que cada cual tenga sus propias interpretaciones definitivas de canciones como You make feel so young, Where or When o My funny Valentine, las versiones aquí recopiladas, con un acompañamiento exquisito, poseen ese sabor inconfundible que, a través de su inmediato encanto, a veces convierte la melancolía en una inesperada celebración de la vida, el amor en fuente inagotable de dichas.
El heredero de las grandes batutas
«Dvorak. Sinfonías 7, 8 y 9». Filarmónica Checa. Semyon Bychkov, director. (Pentatone)
Con los últimos representantes de la gran tradición desparecidos o ya en la recta final (Mehta, Barenboim, Blomstedt…), y algunos empeñados en consagrar a varios de los recién llegados como inesperados colosos imberbes de la dirección, cobran inusual interés las carreras de un par maestros instalados en una espléndida madurez, fecunda en logros artísticos aunque no gocen de tanta celebridad como los actuales «niños prodigio». Uno de los principales sería el comunicativo Semyon Bychkov, que se maneja igual de bien en las salas sinfónicas que en los fosos de ópera, virtud que lo sitúa más cerca de los verdaderamente excelsos.
El director ruso, que lleva un tiempo al frente de la espléndida Filarmónica Checa contribuyendo a devolverle pretéritos esplendores asociados a los tiempos gloriosos de Karel Ancerl, prosigue aquí con la integral de las sinfonías de Dvorak, ocupándose de las números 7, 8 y 9. Todo suena dotado de una frescura admirable, como si casi se descubrieran estas músicas por primera vez. Lo cual se debe al concepto, firme pero a la vez flexible de la batuta, y a las magníficas prestaciones de una orquesta espléndida en todas sus secciones, particularmente su sedosa cuerda.
Un «Trovatore» de verdad enloquece al Colón
«Teatro Colón 1969. Verdi. Il Trovatore». Carlo Bergonzi, tenor. Leontyne Price, soprano. Piero Cappuccilli, barítono. Orquesta y Coro del Teatro Colón. Oliviero de Fabritiis, director. (Heritage Collection)
Algunos atribuyen la frase a Toscanini, aunque también se cita a veces a Caruso como su probable autor. Uno u otro afirmaban que para hacerle justicia a Il Trovatore «solo» hacía falta contar con los cuatro mejores cantantes del mundo. Y es absolutamente cierto. Sin las voces adecuadas, como puede comprobarse cada vez que algún teatro decide programarla hoy, sin contar con los mimbres adecuados, esta joya verdiana, que Riccardo Muti llega a comparar en grandeza y concepción con las mayores creaciones de Mozart, la obra desmerece, se deshilacha, zozobra sin vuelta de hoja.
Karajan, que también la adoraba, reunió en su día para Salzburgo a un elenco para el que contó con Franco Corelli, Leontyne Price, Giulietta Simionato y Ettore Bastianini, nada menos. La soprano norteamericana andaba muy requerida en aquellos días por su Leonora de fuego y terciopelo. Tanto que el Colón de Buenos Aires logró convocarla para unas funciones con otro reparto inolvidable, en el que además intervenían el «catedrático» Carlo Bergonzi, Fiorenza Cossotto, Piero Cappuccilli e Ivo Vinco. El sello Heritage Collection, que bucea con éxito en los inagotables archivos del teatro bonaerense, rescata ahora una de aquellas jornadas históricas para demostrar, una vez más, que «Il Trovatore» o se hace así, con esta absoluta riqueza de medios vocales al servicio del drama, o no puede funcionar.
De Solaun conquista dos cumbres
«Rachmaninov 3, Prokofiev 2». Josu de Solaun, piano. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Isabel Rubio, directora. (IBS Classical)
Solo el inmenso Josu de Solaun, entre los actuales pianistas españoles, podía aspirar a alcanzar, sin temor a despeñarse por el camino, dos cumbres como el «Tercero» de Rachmaninov y el «Segundo» de Prokofiev, ambos plenos de escollos a la hora de intentar aproximarse a sus deslumbrantes contornos. Curiosamente, a pesar de las numerosas versiones que existen de uno y otro, apenas un par de paisanos suyos, los grandes Alicia de Larrocha y Rafael Orozco, se habían enfrentado con éxito al registro del concierto de Rachmaninov. Con Prokofiev nadie se había atrevido hasta ahora, en España.
También es cierto que al éxito de este osado empeño contribuye la posibilidad de contar con una excelente orquesta, como la Sinfónica de Castilla y León, aquí bajo la concentrada batuta de Isabel Rubio. De Solaun se sumerge sin complejos en las aguas turbulentas de ambas obras gracias a un soberbio bagaje técnico que le facilita poder concentrarse en lo esencial: bajo esas densas capas de un virtuosismo abrumador, de sus a veces fieros combates, palpita una música que condensa las a menudo contrapuestas, más íntimas visiones de sus creadores acerca del hombre, con sus sombras y luces.
Terremotos, danzas y un canto exquisito
«Rameau. Les Boréades». Sabine Devieilhe, soprano. Reinolud Van Mechelen, tenor … Orfeo Orchestra, Purcell Choir,. György Vashegyi, director. (Erato)
No vamos a descubrir aquí la absoluta grandeza de Jean Philippe Rameau, que ya para eso William Christie, entre otros, lleva algunas décadas empeñado en su rescate moderno con algunas interpretaciones y versiones grabadas seguramente inolvidables. Pero la aparición de registros como este sirven bien a la causa del compositor francés como uno de los más interesantes creadores dramáticos de la Ilustración.
Aquí György Vashegyi escala un nuevo peldaño en su ambicioso empeño por ofrecer todas las óperas de este autor, con magníficos resultados. El excelente plantel de intérpretes convocados facilita la labor, mayormente gracias al concurso de una de las cantantes más inteligentes entre las jóvenes de hoy, la soprano Sabine Devieilhe, encargada de inaugurar el nuevo «Ciclo de lied» madrileño hace ya unas semanas. Muy adecuado, junto a ella, resulta el tenor Reinould Van Mechelen. Pero lo más destacable de esta grabación es, sin duda, la contribución de la Orchestra Orfeo: dúctil, compacta, muy vívida en la recreación de todos los fenómenos que contiene su rica partitura, con profusión de tormentas y terremotos, a los que habría que sumar los bellos números danzables.
Un tenor samoano con buen acento francés
«Pene Pati. Nessun dorma». Pene Pati, tenor. Orquesta Nacional Bordeaux Aquitaine. Emmanuel Villaume, director. (Warner Classics)
Darren Pene Pati lleva en las agendas de los principales teatros algún tiempo: el Met cuenta con él en sus recientes temporadas y en nada, el próximo verano, regresa a los mayores festivales europeos (actuará en Salzburgo y Aix-en-Provence). ¿Es para tanto? Tal como está el patio tenoril, vale la pena prestarle atención aunque desde luego no sea ni de lejos el nuevo Pavarotti que la mercadotecnia ha anunciado en ocasiones. No se dejen llevar por el título del cedé, que también tiene que ver con el márketing. No es intérprete para Turandot, más bien un lírico-ligero propietario de un fraseo pulido, que procura decir con intención y matizar finamente, lo cual lo convierte ya en un cantante superior a la media actual de lo que suele encontrarse en su cuerda.
Luce mejor en el repertorio francés, que es el objeto principal del programa aquí reunido, con valientes incursiones en las óperas de Donizetti (particularmente Dom Sebastién y La favorite) e incluso en la Manon massenetiana (que ya cantó en Liceo) y en el Fausto de Gounod, donde se observan ciertas reminiscencias del gran Nicolai Gedda. La voz es bonita, aunque el timbre tiende a aclararse en sus ascensos al agudo y a veces recurre al falsete. Desde luego que nadie espere a un Kraus, en este repertorio, ni mucho menos a un Thill; pero frente al más melifluo Bernheim, sus aproximaciones, de momento, apuntan maneras. Magnífico el acompañamiento que sirve todo un especialista, Emmanuel Villaume, al frente de una de las buenas orquestas de las provincias francesas.
Corea del Sur, más allá de K-Pop y las series
«Chopin. Ètudes» Yunchan Lim, piano. (Decca)
Los coreanos del sur no solo están dispuestos a conquistar el mundo con sus películas, escritores o esa música de usar y tirar que hoy cautiva a los más jóvenes. Entre sus numerosas aportaciones a la cultura, han comenzado a florecer también los pianistas. Yunchan Lim sorprendió a los medios musicales en 2022, cuando arrasó en el Concurso Van Cliburn con solo 18 años, el más joven en ganarlo.
Sobre todo, y ante la aparición de otros recientes fenómenos asiáticos del teclado, llamó poderosamente la atención, desde el principio, la madurez y hondura de sus interpretaciones, algo que puede percibirse en su grabación de los Estudios de Chopin, un programa con el que acaba de conquistar Nueva York al presentarse en el Carnegie Hall. En épocas recientes, nadie había logrado tal compenetración con estas veinticuatro deliciosas miniaturas trufadas de dificultades, que él parece sortear con la habilidad de un mago plenamente consciente de sus poderes. No hay recoveco que no ilumine con un poderoso y sutil resplandor, como si hasta el más nimio detalle cobrara para él un insospechado significado trascendente. Tal nivel de concentración, de rigor y observación, sin perder de vista el lirismo marca de la casa del autor, resultan en unas versiones que, escuchadas de principio a fin, cortan el aliento.
Saioa sale al rescate del verismo oculto
«Il Verismo D’Oro». Saioa Hernández, soprano. Sinfónica de Madrid. Carlo Montanaro, director. (Euroarts)
Huyendo de lo trillado, con afán casi diríase que arqueológico, la fantástica soprano madrileña Saioa Hernández propone el reto de degustar varias piezas desconocidas de óperas, salvo para los muy devotos, que rara vez se habían reunido en un mismo volumen. Fragmentos de Isabeau, Lodoletta e Iris, de Pietro Mascagni; además de otros escogidos de L’Arlesiana de Cilea, que en su día estrenó Enrico Caruso; Risurrezione y La Leggenda di Sakùntala de Franco Alfaro, el encargado de terminar la Turandot de Puccini, o Marcella de Giordano, más conocido por su Andrea Chènier.
Este «Verismo de oro» representa un muy oportuno viaje, ideal para redescubrir algunas joyas olvidadas por la pereza de los programadores, pero que seguramente volverán a conocer renovados esplendores no muy tarde, ante la falta de nuevas creaciones que conecten con el público. Curiosamente, los títulos aquí reunidos pretendían eso mismo, proponer una suerte de senda nueva que se desmarcara de la ópera basada musicalmente en la fluidez de reconocibles melodías. Los resultados no siempre contentaron a todo el mundo, pero en muchos casos merecen una segunda oportunidad, como puede apreciarse en este sobresaliente registro a cargo de una de las voces más interesantes de ahora mismo.