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El cantaor y compositor flamenco Israel Fernández

El cantaor y compositor flamenco Israel FernándezPaula Argüelles

Israel Fernández: «El cante es un don; no se aprende, se mejora»

El cantaor flamenco más relevante de su generación presenta su nuevo disco, Pura Sangre, donde recoge el legado de varias generaciones y rinde homenaje a sus raíces de la cultura gitana: «Veo la pura sangre en la verdad; cuando hay verdad hay pureza»

Aparece enjuto, garboso y torero. Espigado y serio, pero es sólo apariencia: es de esos que bromea con el semblante grave, provocando una sonrisa a la que él tampoco se puede sustraer. Me enseña los oros. «¿Te gusta mi reloj?», dice ajustándose en la muñeca una pulsera a la que le falta la esfera. «¿Y este?». Más de lo mismo en la otra muñeca. Pillo, sagaz y algo granuja, Israel Fernández entona su prosa poética cuando tiene que hacerlo, pero habla de lentejas y bocadillos, de juegos en las eras y los problemas que le da el iPhone, del Tío Cartubas y de crecer (y permanecer) en su pueblo natal, Corral de Almaguer.

Desde que le conozco lleva calcetines rojos que asoman bajo el pantalón, pitillo para sus piernas de junco, y sobre sus botines flamencos, con algo de tacón por si hay que marcarse un zapateao. Se ha calzado un sombrero de paja, a pesar de que llueve a cántaros en Madrid; me da pena porque le tapa las pestañas y lo que más me gusta de él después de su cante: su melena. «Lo que crece no se puede cortar. Tengo mucho pelo y poca frente, como mi madre, y me gusta llevarlo salvaje».

Estamos ya sentados, pero le llama su tío Guadiana. «¿Cómo estáis, estáis bien? ¿Necesitáis algo?». Él es muy de la familia, muy de la raíz, muy de lo que es verdad, y es verdad para siempre. Hoy presenta su tercer disco, Pura Sangre, porque «lo que sale del corazón es verdad, cuando hay verdad hay pureza».

–¿Qué es para ti el flamenco?

–Es mi vida, mi corazón, mi forma de vivir, es mi comida. Es una bendición. Es la música con más transmisión y con más sensibilidad. El flamenco es la verdad de un camino que hereda toda la música: el flamenco es el padre de la música, la madre de la música.

El flamenco es el padre de la música, la madre de la música.

–Tus abuelos te ponían flamenco: Farina, Paquita de Jerez... ¿Quién pervive en tu imaginario?

–Se alimenta con mi familia. Se escucha flamenco como el que escucha mi tía, que me escucha la radio. Y a mí nunca me gusta que la gente escucha esto, sino que lo escuchaban. Y eso me ha gustado. Y yo me crié en un ambiente muy flamenco. En mi casa siempre había música, siempre.

–Paco de Lucía decía que la guitarra era una hijo de puta, que la detestaba. ¿Tú de pequeño no querías cantar?

–Yo cantaba desde muy chiquitito, desde los 5 años. Pero siempre que venía gente al pueblo, me decían: «¡Que venga el niño a cantar!». Y eso era divertido, pero es que a veces me sacaban de la cama, en mitad de la noche, con una copita de más... Y llegué a decir: «¡ojalá no supiera cantar!».

–¿Sientes que el cante es un don que te ha sido dado?

–El cante es un don; no se aprende, se mejora. Pero con el cante se nace.

–Hay una saeta de Camarón que dice: «El espejo donde te miras te dirá cómo tú eres, pero nunca te dirá los pensamientos que tú tienes». ¿Cómo es Israel Fernández y qué pensamientos tiene?

–Yo intento mejorar siempre. Soy más de escuchar el corazón que a la cabeza; la gente piensa mucho y hace poco, pero el corazón es lo importante. La cabeza puede ser el volante, pero el corazón es el motor, y ambos van unidos.

La cabeza puede ser el volante, pero el corazón es el motor, y ambos van unidos

–Tu cabeza también va muy rápido. ¿La emoción, la música, la libera?

–Nunca es un freno, siempre es una liberación. Yo escucho flamenco siempre: si estoy triste, si estoy contento... Yo no utilizo la música. Parece que tienes que poner música «para» algo, para sentir, celebrar, bailar... pero yo escucho música siempre.

–¿Crees que la gente entiende lo que es llevar la música dentro?

–Lo importante no es entender, lo importante es sentir. Cuando uno siente ya sobra todo, no hace falta entender. Pero si entiendes y sientes, es más profundo. El flamenco es de una gran sensibilidad, la rítmica, las formas, las letras... la literatura flamenca es la mejor: en una frase te cuenta una vida.

Lo importante no es entender, lo importante es sentir. Cuando uno siente ya sobra todo, no hace falta entender

–De hecho en tu nuevo disco, Pura Sangre, hablas mucho de tu vida...

–Sí, es un poco biográfico. Hablo de mis padres y de mi infancia y le canto al silencio. Porque el silencio es donde yo canto, donde yo compongo, donde yo pienso. El silencio es muy importante para mí. Este disco es muy yo, es muy verdad.

–No es tan normal que un flamenco componga todo su disco.

–Es verdad que normalmente en el flamenco, los cantaores –porque hay grandes compositores– no suelen componer. Pero como yo escuché tanto cante y he tenido tanta afición y devoción, he construido una monotonía de letras que están en mí, por eso me es fácil escribir.

–¿Es cierto que el primer single, Al Tercer Mundo, se te ocurrió mientras veías un documental?

–Sí, es verdad. Me gustan los documentales del espacio, me encantan las estrellas, la luna, el sol... esas cosas. Pero entonces me di cuenta del dineral que se gastan en intentar ir a Marte, donde no hay un ser humano, y luego me sale un anuncio para mandar un sms y ayudar a los niños de África. ¡Qué injusticia! Unos tanto y otros tan poco. Hay que arreglar el mundo primero, quienes podamos, poniendo nuestro granito de arena.

–¿Cuánto hay de denuncia social en el flamenco?

–El flamenco es una vivencia de quien ha sido perseguido. Los gitanos hemos sigo perseguidos hasta hace poco, pero la verdad tiene un camino. Y por eso transmite tanto, porque es una música de raíz, como el jazz: tiene una gran historia detrás, una gran vida.

Los gitanos hemos sigo perseguidos hasta hace poco, pero la verdad tiene un camino

–En Soleá De Mi Casa cantas: «Mi padre nunca tenía dinero, nos hemos criado en las eras…».

–Yo realmente tuve una familia muy bonita, y aunque hambre no he pasado, mi padre era albañil y no teníamos mucho dinero. De hecho yo no recuerdo ver a mi padre con cartera, jamás, ni a día de hoy. Vivíamos al día, y a veces tenía un euro y a veces tenía cincuenta. Mi abuela Petra nos ha ayudado mucho; yo me crie con ella. Son las cosas no de pobres, sino de gente humilde, del barrio humilde en el que crecí, donde había muchos niños y yo jugaba mucho en la calle. Pero yo era un poco niño raro, muy sentido, porque yo jugaba a escuchar música: me metía en el coche y pasaba del fútbol. Yo jugaba con mi guitarra, y ahora el juego se ha vuelto una verdad.

–¿Por eso decidiste quedarte en Corral de Almaguer, para seguir unido a tus raíces?

–Mi pueblo está lleno de vida: si yo no tuviera lo que tengo allí, me habría venido a Madrid, porque es mi segunda casa, mi ciudad preferida. Pero tengo a toda mi familia allí... No se puede perder la identidad. Muchas veces se entretiene uno mucho en otras cosas que son pura vanidad. Yo podría venir a Madrid, o a una gran ciudad, y tener una casa grande, un coche... Pero a mí todo eso me sobra. Yo no pienso en nada de eso. Me da igual. La comodidad es bonita, pero más bonita es la armonía. Yo prefiero estar incómodo y tener armonía que estar muy cómodo y no tener armonía. ¿Y la armonía dónde está? En la familia. Ahí están mis principios, en la mirada de mi madre cuando paso a darle los buenos días.

–¿Por eso el disco se llama Pura Sangre?

–Más allá de los caballos, que son preciosos, quiero hablar de la pureza que no está en la raza o el mestizaje. La pureza está en la verdad. Cuando se hace una cosa de verdad, es pura, es auténtica. Y como yo este disco lo he hecho con toda mi verdad, es puro. Nace del corazón, como lo hace la sangre.

–Has vuelto a confiar en Diego El Morao como mozo de espadas...

–Es mi preferido, y para mí es una bendición. Mi Diego es increíble, es un genio, aunque no le gusta que se lo digan. Es un espejo, el mejor guitarrista de su generación. Yo aprendo mucho con él.

–Eres un artista muy de la improvisación. ¿Cuánto hay de improvisación y cuánto de estrategia en un disco?

–No hay absolutamente nada de estrategia. Yo voy caminando por la calle cantando lo que sea y me viene una frase y la apunto, o una melodía y me mando una nota de voz. Y cuando voy a ver, hay muchas letras y muchas melodías, así que me meto en el estudio y las voy uniendo. Es un proceso muy bonito: es la búsqueda. Y también a veces salgo del estudio y me quiero retirar porque me da mucha pena... Pienso que no valgo para esto.

Israel Fernández con la redactora de El Debate María Serrano

Israel Fernández con la redactora de El Debate María SerranoPaula Argüelles

–¿Hay más de trabajo que de inspiración?

–Paco de Lucía, que es el gran músico, el Beethoven de España, decía que la inspiración no te va a venir viendo la tele en el sofá. Lo único que te puede venir ahí es el sueño

–¿Para escribir música hay que vivir?

–Te tienen que suceder cosas. Te tienes que equivocar, tienes que enamorarte, tienes que desenamorarte... Tú y los que te rodean. Eso es la vida. Todo eso yo lo filtro a la música, y es una maravilla.

–El flamenco también le canta mucho a la pena.

–El flamenco tiene letras preciosa. Por ejemplo, el cante por seguiriyas es un cante de pena, es un cante trágico. Pero también hay cantes de amor. Pero es que ha pasado mucha fatiga el flamenco: una persona que ha sufrido, que ha vivido, no puede cantar igual que una que no lo ha hecho.

–¿Tú qué escuchas todos los días?

–Todos los días, siempre, a Camarón, Paco de Lucía y Parrita, que es una maravilla, una bendición, y cuanto más lo escucho más me gusta. ¡Qué bien canta! Y también me pongo al maestro Juan Luis Guerra, porque me gusta mucho cómo escribe, sus melodías y su sensibilidad.

–¿Es verdad que duermes con cascos, escuchando flamenco?

–Sí, pero es que ya me he acostumbrado. Luego me despierto y digo: ¡Olé!

–¿Qué hacemos con el eterno debate de «mezclar» el flamenco?

–Es que no es mezclar, es familiarizar, hacer amistad. La comida no se mezcla, la comida se cocina. Tú no mezclas macarrones con lentejas, ¿no? Pues lo mismo con el flamenco. El flamenco se cocina con los ingredientes necesarios para que salga buena música. No se puede hacer un guiso a la fuerza...

–Pero hay quien lo hace.

–Pues no lo sé, nunca lo he probado, ¡ni pienso probarlo!

–Tomatito dice: «El flamenco necesita respeto. No entiendo eso del flamenquito».

–Claro, es que eso del flamenquito... El flamenco es el flamenco, y ya está, y se respeta. Lo que hay que tener es la base clara y no perder la cadencia, las tonalidades y los tercios que son del flamenco. Después se pueden hacer muchas cosas y enriquecerlo, con cariño, con amor y desde el respeto. Entonces sí eres bienvenido. Pero eso del laboratorio flamenco, no... eso yo no lo comparto. Yo respeto todo, pero el laboratorio, para las farmacias.

Para hacer flamenco hay que tener la base clara y no perder la cadencia, las tonalidades y los tercios

–¿Entonces el flamenco no es sólo sentimiento, exige una base?

Correctamente, hay que tenerla. El gran Enrique Morente –un monstruo, un genio– lo que hacía, lo hacía con conocimiento, y por eso se le respetaba. Porque antes él ya había hecho todo un camino, y sabía lo que estaba haciendo. Morente tenía la base. Yo me puedo salir un poco del flamenco, pero como dice Camarón, la pureza no se puede perder nunca cuando uno la lleva dentro. Humildemente, a mí me viene cualquier persona y me dice que esto no flamenco, y me enciendo. Te digo los cantaores, todos los palos, los tercios y los estilos. Para hablar de una cosa hay que saber. Los mecánicos para los coches, ¿no? Y si quieres aprender, cómprate un libro. Pero respétame.

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