
El monologuista Luis Piedrahita en una imagen promocional
Luis Piedrahita se alza como rey del monólogo con un divertidísimo espectáculo sobre la libertad
Apocalípticamente correcto llega a su fin en las próximas semanas en el Teatro La Latina de Madrid, donde Luis Piedrahita roza la excelencia
En un teatro suceden siempre muchas cosas. Habitualmente, maravillosas. Siempre sorprendentes. El teatro tiene un asombroso poder: el de transformar a las personas, porque, cuando el espectador abandona el patio de butacas, no sale igual que cuando entró. Tampoco necesariamente mejor, simplemente, transformado.

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Eso sí, no todo el que se sube al escenario es capaz de obrar esa metamorfosis interior, espiritual, si se quiere, en el espectador. Sin embargo, el humorista, mago, monologuista y escritor coruñés Luis Piedrahita, es de esos que sí lo consigue.
En el Teatro La Latina de Madrid quedan poco más de dos semanas de su último espectáculo, Apocalípticamente correcto, donde Piedrahíta ofrece a Piedrahita más Piedrahita que nunca. Y, sin embargo, es fantástico que así sea.
El humor de Luis Piedrahíta no envejece, y eso que lleva ofreciendo la misma fórmula mágica desde sus inicios en El club de la comedia allí por la primera década de este siglo XXI.
En Apocalípticamente correcto encontramos esas reflexiones audaces en fórmula de humor, con un lenguaje barroco convertido también en elemento humorístico. Con giros de enorme inteligencia, recursos audaces que atrapan al espectado, incapaz de parar de reír en un espectáculo vertiginoso que no deja espacio a la relajación.

Cartel de 'Apocalípticamente correcto, el espectáculo de Luis Piedrahita en el Teatro La Latina
Piedrahíta es, quizás, el mejor representante en la España de hoy de un tipo de humor, a medio camino entre el surrealismo y el realismo mágico, que cultivaron magistralmente grandes nombres de las letras españolas como Pedro Muñoz Seca, Miguel Mihura o Wenceslao Fernández Flórez.
¿Dice Ione Belarra que los gallegos no tienen sentido del humor? Eso es porque Belarra no se ha asomado por el Teatro La Latina para ver a Piedrahita.
El humor de Piedrahita bebe de la retranca gallega de la que Wenceslao Fernández Florez fue, tal vez, su mayor exponente. Y es esa misma fuente de la retranca gallega de la que bebe la oratoria, a veces atropellada, siempre audaz, de Mariano Rajoy que tanta rabia le da a la líder de Podemos, y de la que, hasta un gigante del humor como Josema Yuste, afirmó admirar en estas páginas digitales de El Debate.
Apocalípticamente correcto es un humor, quizás no blanco, pero sí lo suficientemente gris como para gustar y atrapar a todo el mundo, con independencia de ideologías y creencias.
Es un humor que no ofende, que navega con maestría las procelosas aguas de lo políticamente incorrecto sin evitar ningún tema, como si de un peligroso bajío que se oculta bajo el mar se tratara.
Luis Piedrahita es capaz de arrancar la carcajada y el aplauso general reflexionando sobre unas infernales vacaciones en cámper; o dedicando un buen tiempo a explicar a los presentes qué es un oxímoron y proponer varios ejemplos; o a reflexionar sobre el pelo y su naturaleza caprichosa; o sobre el origen del miedo y de la esperanza; o sobre las anguilas eléctricas; o sobre la leche de soja, ¡o qué sé yo!
Pero donde de verdad brilla Piedrahita es en la improvisación. En esos momentos en que la fatalidad se cruza en el camino del que, solo en el escenario, debe llevar el peso de una representación de dos horas. Momentos como cuando, inesperadamente, suena el estridente politono de un teléfono móvil y nadie lo apaga.
Eso mismo es lo que sucedió en el Teatro La Latina. Un asistente a la obra representada inmediatamente antes del monólogo de Piedrahita, Los chicos del coro, se dejó olvidado el móvil bajo la butaca. El hombre, como haría cualquiera, se llamó a sí mismo desde otro aparato, con la esperanza de que alguien descolgara y ponerse de acuerdo para recuperar el dispositivo.
Obviamente hubo que parar el monólogo, pero Piedrahita cogió la situación por las riendas, recogió el molesto móvil, descolgó la llamada y mantuvo, con manos libres y ante el respetable, una desternillante conversación con el propietario del aparato que no daba crédito a lo que estaba pasando.
En definitiva, Apocalípticamente correcto es uno de los mejores monólogos de uno de los mejores monologuistas españoles, donde el humor, la oratoria y la magia (por que sí, Piedrahita también hace magia en este espectáculo), se dan la mano para ofrecer al espectador una experiencia para salir del teatro y volver a casa transformado.