Así fue (o no)Mariano Rajoy

Hay que escaparse de los cenizos

Hoy en día cualquiera te puede crear un problema. Que se lo digan a Italia, ya de vacaciones, o a Inglaterra, que a punto estuvo de tomárselas

Actualizada 16:42

Objetivo alcanzado. Se trataba de pasar a cuartos de final y lo hemos logrado. Además no parece que haya lesionados de importancia así que miel sobre hojuelas. Todo lo demás resulta irrelevante a estas alturas. En consecuencia, el análisis de la táctica empleada, el juicio sobre el nivel de juego de la selección o sobre los cambios introducidos por el seleccionador se lo dejamos a los entendidos, que proliferan por doquier en nuestro país, calles y tabernas incluidas, y no solo cuando de fútbol se trata. Aquí, como es sabido, pontificamos sobre cualquier cuestión. Somos así.

Vayamos a lo nuestro. Georgia es una pequeña república que formó parte de la Unión Soviética hasta su disolución. Hoy mira hacia Occidente, pretende ingresar en la Unión Europea y en la OTAN. No lo tienen fácil. Y además el vecindario –Rusia y Turquía, entre otros– nadie lo querría para sí.

De momento ha conseguido entrar en la UEFA y de ahí que nos hayamos enfrentado a ellos en la Eurocopa. La selección georgiana de fútbol, nacida en 1991 (antes jugaba en la Unión Soviética), no es precisamente el Brasil del Mundial del año 70, que se celebró en México. Está en el puesto 74 de la FIFA, su historial es manifiestamente mejorable tanto a nivel de selección como de clubes. Su éxito más importante lo alcanzó el Dinamo de Tiflis, que ganó al Recopa de Europa en 1981en Düsseldorf. Nunca participó en un Mundial y por primera vez lo hace este año en una Eurocopa. Ha llegado a octavos por los pelos tras ganar a Portugal en un partido que nuestros vecinos, entonces ya clasificados, confundieron con una pachanga de playa.

La última vez que nos enfrentamos a Georgia fue en Tiflis, la capital del país. España ganó 7 a 1, fue el año pasado, pero en 2016 nos derrotaron. Conviene tener en cuenta que hoy en día cualquiera te puede crear un problema. Que se lo digan a Italia, ya de vacaciones, o a Inglaterra, que a punto estuvo de tomárselas. Así que muy bien España y muchas felicidades.

Pero todo eso ya pasó. Dentro de pocos días, el 5 de julio, a las 18 horas, en Stuttgart, rodeados de Mercedes y de Porsches, jugaremos para alcanzar las semifinales. El nivel de Alemania, que juega en casa, no es malo. No son como los georgianos pero tampoco como el Brasil del 70, el de Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino. Será más difícil. Para ellos también. Dicho de otra forma: puede pasar cualquier cosa. Yo, como siempre, soy optimista. No resulta de mucha utilidad ser cualquier otra cosa. Y, además, hay que escaparse de los cenizos, solamente pronostican malas noticias.

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