El Barcelona envidia la capacidad del Real Madrid para despedir a sus figuras ganando un dineral
Casemiro es el último ejemplo de un adiós que produce 85 millones; en La Masía reconocen la personalidad de Florentino para ganar a lo grande las guerras ante Cristiano, que dejó 100 millones, y Ramos, sustituido por Alaba
Casemiro lloraba ante Florentino Pérez y le daba las gracias por todo lo vivido durante una década en el Real Madrid. Una emoción del futbolista que no escondía la actuación práctica del campeón de Europa, que no le declaró intransferible y le dijo que la decisión de marcharse o quedarse era solo suya. El jugador analizó con claridad que su equipo podía percibir 85 millones del Manchester y la entidad no se negaba a la operación. Le dejaba la pelota a sus pies. Casemiro eligió irse y las dos partes se demostraron su cariño en un acuerdo muy beneficioso para todos. En el Barcelona admiten que el presidente del Real Madrid tiene arte para hacer las cosas sin miedo a las críticas y a la prensa. Sus títulos y su dirección inequívoca le permiten tomar decisiones que en La Masía son difíciles de conseguir por el miedo que se tiene al socio azulgrana.
Cristiano, Ramos, Di María, Ozil
Hay que decirlo con claridad. En Camp Barça envidian ese carácter de Florentino Pérez para sacar su bastón de mando sin que nadie discuta sus veredictos.
Mientras el Barcelona despidió mal, con suma frialdad, a Xavi, a Iniesta y a Messi, como señalan los seguidores del conjunto catalán, el dirigente madrileño ha dado una lección en el cariñoso traspaso de Casemiro y ha triunfado con rotundidad, sin temblarle el pulso, al ganar las recientes batallas a Cristiano y a Sergio Ramos, como en su día también acertó en el adiós de Özil y de Di María, que se pasaron de rosca en las formas al pedir mucho más dinero y fueron transferidos sin contemplaciones.
Ozil siempre lo lamentó. Di María ha ganado mucho dinero en el Manchester y en el PSG, pero ninguna Champions lejos del Bernabéu. Cristiano no aprendió de esa jurisprudencia. Lleva cuatro años sin una Copa de Europa y ahora se vende al mejor postor. Ramos presionó hasta que se quedó sin respuesta y sin oferta. Todos han sido derrotados, en el campo y en el tiempo, por la dirección deportiva de Florentino.
No saben despedir bien
En el orbe del Barcelona corroboran que deberían hacerse las cosas como las ejecuta el responsable del Real Madrid, pero ni saben ni se atreven. El laureado Xavi, recuperado como entrenador, se marchó del Camp Nou por la puerta de atrás. Otro mito, Iniesta, salió con discreción. Y el adiós de Messi fue simplemente penoso, pues Camp Barça deseaba su marcha para ahorrarse un gasto anual de 135 millones de euros que era inasumible.
En el eterno rival, a Florentino no le asustó la afrenta de Cristiano y obtuvo 100 millones por su traspaso con 33 años. En 2009 abonó 94 por él. En la misma línea, su victoria ante Sergio Ramos fue un punto de inflexión para futbolistas y dirigentes de otros clubes, que vieron cómo un presidente se imponía a una leyenda al no renovarle y dejarle fuera de juego cuando el jugador intentó firmar finalmente por el dinero que le habían ofrecido meses antes, una oferta que había caducado. Fue un aviso para navegantes.
Una política intocable
Cristiano y Sergio Ramos vivieron en sus carnes la inflexible planificación económica y deportiva que el Real Madrid ha trazado como norma, un santo y seña que es inviolable. El club está muy por encima de cualquier jugador, una premisa que el Barcelona destrozó al arruinar su economía por mantener a Messi por encima de todas las cosas, dándole todo lo que pedía a lo largo de nueve renovaciones hasta que la cuerda se rompió porque no se podía dar más.
En la casa blanca, por el contrario, nunca se arriesgan las cuentas de la empresa por un futbolista, porque el Real Madrid debe vencer esté quien esté. Y triunfa sin Cristiano como lo hizo sin Di Stéfano. La Champions conquistada este año tiene muchas similitudes con la Copa de Europa celebrada con el equipo yé-yé en 1966, ya sin La Saeta.
En el Barcelona sería imposible
Con esta filosofía, el Real Madrid tiene las cuentas más saneadas del fútbol continental, como subraya Javier Tebas, y es campeón de Europa. Estandartes como Modric y Kroos renuevan año a año sin discutirlo. Son lentejas, las tomas o las dejas. Y ellos las toman.
En el Barcelona lamentan que nunca se aplicó esa mano dura que es ley en el Real Madrid y se demostró una debilidad manifiesta con multitud de futbolistas que firmaron contratos multimillonarios en la época de vacas gordas que ahora son impagables. Cuando el club blanco tensó la cuerda con Cristiano y le vendió por cien millones, Umtiti renovaba con el Barcelona por varios millones. Las comparaciones son odiosas.
En La Masía se habla de aplicar esa misma política, pero el desastre económico generado durante una década ha provocado ahora una venta de muchas propiedades del club catalán para obtener liquidez y fichar hombres que puedan competir con la realidad madridista.
Fichar jóvenes talentos
Otro punto diferencial clave en la gestión de ambos transatlánticos es que el Real Madrid lucha contra los clubes-estado fichando a los jóvenes talentos cuando todavía no tienen precios prohibitivos, como son los casos de Vinicius, Valverde Camavinga, Militao y Rodrygo. El Barcelona no sigue esa política. Y los jóvenes jugadores prefieren irse a la casa blanca antes que a la azulgrana, porque saben que en el Bernabéu serán más reconocidos y tendrán muchas más oportunidades. Ajenos a esa política del enemigo, en La Masía han pagado millonadas por hombres como Dembelé y Coutinho.
Un Barcelona histriónico
Esta ansiedad en el gasto del equipo barcelonés está producida especialmente por las victorias europeas del Real Madrid, unas urgencias que ahora se han reeditado al contratar a Lewandowski y Koundé, entre otros profesionales, todo con el fin de plantar cara al máximo rival. Un histrionismo que se lleva a cabo aunque Koundé aún no haya podido ser inscrito porque la entidad debe desprenderse de varios hombres para cumplir el Fair Play financiero y poder gastar en estos traspasos y en estos sueldos.
Es una huida hacia adelante, con presiones rudas y nada elegantes para echar a futbolistas con tal de rebajar la masa salarial y poder fichar. Una actitud que el Real Madrid no ejecuta con Florentino Pérez. Los jugadores que no desean marcharse se quedan, aunque vivan en el banquillo, como sucedió con Bale e Isco y como ocurre ahora con Mariano.
Fichar una figura
Todo es distinto en las formas de actuación de ambos clubes. La calidad del formato de gestión del Real Madrid se basa en contratar esos jóvenes talentos y en cazar a una gran figura si marca de verdad la diferencia. Fue el caso de Mbappé, que al final decidió renovar por el PSG. La casa blanca no se inmutó por la negativa de la estrella francesa. Ganó la decimocuarta Champions sin él. «Ya lo está lamentando», dijo Florentino Pérez a un aficionado hace unos días. El club madrileño no pierde el norte por estas situaciones.
Ganar con números azules
En el Barcelona envidian esta posición inflexible del gran adversario, seguro de su manera de proceder, sin dudas.
La escondida admiración del Barcelona es observar el equilibrio que demuestra el Real Madrid, un modelo fundamentado en la rentabilidad económica y en la eficacia deportiva, dos baluartes que van entrelazados. No puede haber números rojos y hay que vencer con esa premisa incondicional. Esa seriedad de funcionamiento genera envidia en la afición del eterno rival. En el Bernabéu no pierden los papeles ni tiran la casa por la ventana. En el Barcelona saben muy bien lo malas que son estas dos cosas.