De la élite al barro: la nueva realidad de Sergio Ramos y su empeño por seguir siendo importante
El jugador del Sevilla está sufriendo la temporada convulsa de su equipo
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Tiene 37 años. Mientras otros jugadores pondrían la edad como excusa para dejar de competir al primer nivel, yéndose a ligas alejadas del foco mediático, Sergio Ramos decidió el pasado verano regresar a su origen, al Sevilla, y ayudarles a construir este nuevo equipo.
No están siendo meses nada fáciles para la entidad hispalense, pese a la histórica victoria de la Europa League el pasado mes de mayo. El rendimiento en liga es altamente irregular, el descenso es una posibilidad real y la entidad está sufriendo un período convulso, con la salida de Monchi de por medio, el pasado verano, que afecta en el césped. Los constantes cambios de entrenadores, con Quique Sánchez Flores asumiendo el testigo previamente ostentado por José Luis Mendilibar y Diego Alonso, no supone sino una muestra más de la inestabilidad institucional y deportiva del club.
Sergio Ramos estuvo dos temporadas en París. La primera, muy aquejado por las lesiones, apenas tuvo protagonismo; en la pasada, sin embargo, estuvo a un gran nivel. En la eliminatoria ante el Bayern Múnich en octavos de final de Champions League, Ramos fue el mejor jugador del PSG en la misma. Tras finalizar su contrato en la capital francesa, Ramos decidió regresar al Sevilla el pasado verano.
En sus primeros meses en el club andaluz, Ramos está mostrando que su talento sigue vigente. Obviamente ha perdido velocidad y capacidad de reacción fruto de la edad, los retornos le cuestan más y a campo abierto los rivales le sacan metros, pero por lo demás es un seguro de vida. Defendiendo el área, ganando por arriba, leyendo el juego para saber hasta dónde acompañar al rival, tirando el fuera de juego, anticipando...Ramos sigue mostrando multitud de facetas en las que es superior a la mayoría de centrales.
El Sevilla, como un símbolo de la poca continuidad que hay en el club, lo ha probado de todo esta temporada. Diego Alonso recogió el testigo de Mendilibar y apostó por un equipo que presionara arriba, con la última línea lejos del área propia. En ese contexto, Ramos dejó buenas actuaciones anticipando y marcando la altura de sus compañeros, pero le costaba recuperar a campo abierto y salió en más de una foto de goles rivales, donde evidenció falta de capacidad de reacción y velocidad.
Quique Sánchez Flores, a su llegada al club, cambió las formas. No se sabe bien si por preferencia suya o por las circunstancias. Tras el partido copero ante el Getafe -una victoria hispalense por 1-3- en la rueda de prensa, el entrenador sevillista afirmó que: «El equipo defiende tan atrás como consecuencia del mal estado anímico. Cuando necesitas resultados tienes que protegerte lo máximo posible».
Es decir, el Sevilla, actualmente, es un equipo de porcentajes escasos de posesión y bloque bajo. Tres centrales y a salir rápido al ataque, donde el canterano Isaac Romero se está convirtiendo en la nueva esperanza. Dentro de esos tres centrales, Ramos está siendo el del medio, generalmente escoltado a los lados por los franceses Loïc Badé y Tanguy Nianzou.
En este sentido, Ramos está aportando solidez defendiendo el área, sumando despejes en punto de penalti y aportando confianza y veteranía a un grupo joven e inseguro. Más protegido, haciendo menos cosas, limitándose a rechazar cualquier balón que pase por su zona. Lo está haciendo bien, pero también hay margen de mejora.
Y es que Ramos, en términos de seguridad defensiva, fiabilidad en cada acción, seguramente haya sido un central un pelín por debajo de otros monstruos históricos como pueden ser Gerard Piqué, Giorgio Chiellini o Virgil van Dijk por citar ejemplos recientes. Eso lo compensó siempre Ramos con su personalidad, amenaza aérea, impresionante salida de balón y capacidad de corrección a campo abierto.
Ahora no corrige tanto porque llega a muchas menos y su salida está bastante infrautilizada por un Sevilla que evita correr riesgos. En defensa, Ramos está combinando buenas acciones con otros errores –pérdidas de marca, despejes mal orientados o fallos de concentración–.
Obviamente el entorno no le está ayudando ni le protege. No solo porque está en primera plana de la crítica pública en cada mal resultado del Sevilla, sino porque, futbolísticamente, le dejan solo y le obligan a ser un bombero que tenga que estar apagando incendios de manera constante.
Ramos, a estas alturas de su carrera, podría estar disfrutando de millonadas en ligas menos competitivas, pero prefirió estar aquí. Obviamente esta no era su idea cuando decidió firmar por el Sevilla, pero no siempre se pueden elegir las batallas que te toca combatir. En ocasiones, simplemente, tienes que lucharlas.