Los dos mejores jugadores de Corea del Sur llegaron a las manos por un partido de ping-pong
Heung-Min Son y Kang-In Lee, de Tottenham y PSG respectivamente, acabaron la Copa Asia enfrentados
Marca un gol en la final de la Copa Asia y lo celebra con un truco de magia
Corea del Sur decepcionó en la Copa Asia -una competición que, increíblemente, no vence desde 1960- perdiendo en semifinales ante la sorprendente Jordania (2-0). Lo que se ha destapado ahora es que esa derrota llegó en un ambiente de tremenda crispación y de malestar en la concentración. Sus dos mejores jugadores estaban enfrentados.
Todo ocurrió en la previa de ese encuentro ante Jordania. Corea del Sur, entrenada por el mítico exjugador alemán Jürgen Klinsmann, llegaba con los ánimos por las nubes tras haber eliminado a dos de las favoritas, Arabia Saudí y Australia. Además, lo había hecho en los penaltis y la prórroga respectivamente tras empatar ambos encuentros en el tiempo de descuento. La mentalidad parecía de hierro.
Pero todo eso iba a cambiar. Mientras estaban cenando, un momento que algunos jugadores, especialmente el capitán y gran estrella del equipo, el jugador del Tottenham Son Heung-Min, consideran esencial para estrechar lazos, fueron varios los jugadores que comieron a toda prisa y se marcharon rápidamente de la cena. El motivo: querían jugar cuanto antes al ping-pong.
El instigador de esa revuelta fue Kang-In Lee, actual jugador del PSG y que militó en el Mallorca y el Valencia, que estaba haciendo un muy buen torneo. El segundo mejor jugador del país. El primero, Son, le recriminó esa actitud, instándole a regresar a la mesa. La conversación se calentó, se produjeron comentarios irrespetuosos y hubo una pequeña riña que acabó con Son dislocándose un dedo de la mano.
Al jugador del Tottenham se le vio con un vendaje cubriendo esa lesión en el mencionado encuentro ante Jordania y también, ya de vuelta con su club, en el partido contra el Brighton del pasado fin de semana. Corea del Sur desperdició una oportunidad buenísima para volver a conquistar Asia, con una gran generación, en un torneo que volvió a ganar Qatar. Ahora, le quedan cuatro años de comerse la cabeza a los surcoreanos preguntándose qué habría pasado si sus dos grandes estrellas no se hubieran enfrentado.