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Jozsef Toth-Zele con un balón de fútbol

Jozsef Toth-Zele

József Tóth-Zele, el húngaro hijo de la Revolución que descubrió a Camacho y Butragueño

De vivir la Revolución y el ocaso del fútbol húngaro ha ser ojeador del Real Madrid tras pasar por un campo de refugiados. La suya es la vida de un luchador

Aunque ahora parece lejano, idílico, hubo una vez que el fútbol húngaro dominó el mundo. Tenían a algunos de los mejores jugadores del planeta, eran los pioneros en las corrientes tácticas de la época y alcanzaron el reconocimiento de todo el mundo. Se les resistió la gloria eterna, cuando perdieron la final del Mundial de 1954 ante Alemania Federal, desperdiciando una ventaja de dos goles para acabar cayendo por 3-2.

En ese contexto, de promesas de gloria, se crio József Tóth-Zele, nacido en 1936. A la par que el país dominaba el fútbol mundial, la nación se encontraba sumida en un preocupante clima social y político. El 23 de octubre de 1956 se convocó una manifestación en Budapest en solidaridad con los cambios realizados en la Polonia de Gomulka. La policía política, la AVH, comenzó a disparar contra los manifestantes, dando comienzo a la Revolución húngara.

A József estos acontecimientos le pillaron en su localidad natal de Eger, pero rápidamente decidió moverse a la capital para formar parte en el conflicto. Al llegar a una abarrotada Budapest una voz entre la multitud: «¡Quién tiene carnet para conducir un camión!» y József levantó la mano, pasando a ser un revolucionario más.

Después de llevar comida a las tropas y los heridos, en el trayecto de vuelta, un disparo congeló el aire. El copiloto del vehículo yacía muerto, con los sesos reventados. József se libró por los pelos, pues él era el objetivo.

Un mes después de estos acontecimientos, la Revolución fracasó. Y un joven József Tóth-Zele, buscando abrirse camino en el mundo del fútbol, decidió huir con un amigo, escapar de ese país que era un polvorín. Llegó a Viena con un amigo, pero rápidamente fueron apresados y mandados a un campo de refugiados. Allí, se organizaban partidos, cualquier cosa para matar el tiempo, un poco de alegría en medio de la desesperación y el hastío.

Un australiano-húngaro millonario quiso hacer una selección con los refugiados, pues había gente realmente buena ahí. Húngaros escapando de la guerra. Y ahí surgieron amistades inesperadas, fruto de la necesidad. Como la que nuestro protagonista forjó con Peter Ilku Kampfl. Peter, posteriormente, gracias a esos ojeadores que se acercaron a ver a esa selección de refugiados, fichó por el Atlético de Madrid... pero la suerte no estaba de su lado. Tuvo un accidente de coche y se estrelló contra un árbol, quedando gravemente lesionado. Buscando un sustituto, a falta de los ojeadores de ahora, de las tecnologías, se tiraba de contactos y referencias. Y el propio Peter propuso a su amigo József.

El director de Relaciones Institucionales del Real Madrid posa para El Debate

Emilio ButragueñoThorun Piñeiro

Así llegó a la capital de España. El inicio de su gran carrera en los banquillos y los despachos.

József llegó aquejado de una lesión en su tobillo derecho, de la que nunca se llegó a recuperar. Por lo que se metió a hacer el curso de entrenador. Empezó dirigiendo al modesto Moscardó pero, otra vez como regalo divino, un partido que le enfrentó al juvenil del Real Madrid le abrió las puertas. József logró sacarles dos empates en los dos encuentros, a un Real Madrid acostumbrado a vapulear a cada rival, por lo que Santamaría, entrenador de aquel equipo juvenil, se le acercó a ese húngaro salido de la guerra: «József, te vendrías con nosotros?». «Voy volando cuando tú quieras», le contestó. Allí empezó en el 70.

József empezó en el club blanco entrenando categorías inferiores y ejerciendo de ojeador. Enviado a Cieza, elaboró un informe sobre un jugador que le gustó: un tal Antonio Camacho. Poco después ocurrió lo mismo con Butragueño. Antes los fichajes se hacían así.

En 2011 fue condecorado con la Orden del Mérito en Hungría. Después de combatir fusil en mano contra tanques soviéticos y recorrerse de punta a punta los estadios del infrafútbol español. Una recompensa a una vida. Józef estrenó recientemente en Madrid una película, titulada Qué buena vista tienes, José que recorre su vida, sus miserias y sus éxitos. Y es que, como el propio filme promociona, la trayectoria vital de este húngaro «puede servir de ejemplo para los jóvenes de hoy: con trabajo duro y perseverancia se puede alcanzar cualquier meta, y aunque la vida nos ponga a prueba, hay que aprovechar al máximo lo que se tiene».

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