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Kvaratskhelia celebra un gol en el último partido de liga

Kvaratskhelia celebra un gol en el último partido de ligaEFE

Khvicha Kvaratskhelia, el mago georgiano que amenaza al Barcelona en Champions

Llegado de incógnito, del extrarradio, su aterrizaje cambió el fútbol italiano y ahora quiere amenazar Europa

Narimanidze Irakli es un georgiano que estaba condenado con una sentencia ejecutiva emitida por la autoridad judicial griega a 10 años por el intento de asesinato de dos ciudadanos griegos. El problema es que no le encontraban. Estaba desaparecido de la faz de la tierra, escondido, evitando ese ingreso en prisión. Nadie le pudo sacar del anonimato...excepto Khvicha Kvaratskhelia.

El 3 de marzo del pasado año fue detenido cuando las autoridades le encontraron en Nápoles. Había acudido a ver el partido entre el conjunto partenopeo y la Lazio, pero por encima de todas las cosas había acudido para ver jugar a su compatriota, a Kvaratskhelia. Y es que el extremo, junto al delantero nigeriano Victor Osimhen, fueron los dos principales argumentos de que el Nápoles la temporada pasada recuperara el trono de Italia, su primer título liguero en más de 30 años y el primero en su historia sin que les guiara sobre el césped un tal Diego Armando Maradona.

Ese es el nivel de fascinación que presenta este extremo cuyo nombre, Khvicha Kvaratskhelia, es tan impronunciable como imprevisible es su juego. Un maestro del engaño, un falso lento, un mago del balón que ahora amenaza la continuidad europea del Barcelona y, por consiguiente, la viabilidad del proyecto del club culé que no contempla una eliminación de la principal competición europea a estas alturas.

El Barça, en el partido de ida disputado en tierras del sur de Italia, fue muy superior, pero dejó salir vivo a su rival con ese 1-1 que, en esta era donde ya no existe el factor de los goles como visitante, lo deja todo abierto para el encuentro de vuelta. Y hay que recordar que el Nápoles se presentó en ese encuentro con un entrenador que apenas llevaba 24 horas en el cargo. Francesco Calzona, que llegó tras el cese de Walter Mazzarri (quien a su vez ya sustituyó a Rudi García esta misma temporada) ha ido recuperando las sensaciones del equipo poco a poco. Un conjunto que, cabe recalcarlo, arrasó el campeonato italiano hace apenas unos meses.

Tras ese partido de ida disputado hace unos 20 días, el Nápoles ha logrado un aplastante triunfo 1-6 ante el Sassuolo, una gran victoria 2-1 contra la Juventus, el Cagliari les empató en el último minuto y, en la última jornada, un decepcionante 1-1 en casa ante el Torino cuando las mentes de los jugadores ya estaban en el partido de este martes.

Kvaratskhelia en el reciente partido ante la Juventus

Kvaratskhelia en el reciente partido ante la JuventusAFP

El Nápoles llega a este partido teniendo muchas menos cosas a perder que su rival, el Barcelona. Y no hay competición que penalice más el miedo a perder que la Champions League. El conjunto culé está obligado a pasar tras varios años de decepciones europeas y el conjunto partenopeo, pese a su condición de campeón de Italia, no tiene la consideración de pertenecer a la aristocracia europea y, por tanto, su caída en esta ronda no podría sorprender a nadie.

Uno de los mejores del mundo

Algunos jugadores llevan una metáfora encima. La aparición de Kvaratskhelia en la élite tuvo algo de cutre final de fiesta, de salir su nombre, otro más de atragantarse, y que el gran público reaccione con una cara de incredulidad, de no creer en él, de que cómo va a ser bueno un extremo sin grandes cifras de goles en un país sin historia, sin pasión futbolística, como es Georgia.

Khvicha destacó en su país natal y se fue, como tantísimos jugadores del este europeo, al menos hasta que se desató la guerra, a Rusia. Lokomotiv Moscú primero, Rubin Kazan después. En este último club, pese a que sus cifras no eran nada del otro mundo, ya empezó a llamar la atención, yendo convocado con su selección y sorprendiendo al mundo con exhibiciones como la que realizó ante España, cuando el combinado entonces dirigido por Luis Enrique tuvo que remontar un partido que se le puso muy complicado.

Estando allí, en Kazan, estalló la guerra. Se quedó sin liga ni equipo en el que competir, así que regresó a su país. Y tras solo unos meses en el modestísimo Dinamo Batumi, el Nápoles llamó a su puerta. Poco más de diez millones de euros por un jugador que les iba a cambiar la historia.

Titular desde el primer día, asumiendo galones de estrella, Kvaratskhelia anotó 12 goles y repartió 10 asistencias en 34 partidos de liga la temporada pasada.

Pero más allá de cifras, este extremo es un jugador que escapa a la estadística. Hay que verlo para disfrutarlo, incluso aunque eso implique ir a la cárcel. Sin ser demasiado rápido, el dominio que tiene con el balón, lo cosida que lleva la pelota al pie, le presentan como un arma de desequilibrio brutal. Puede salir por ambos perfiles, retiene muy bien, es dificilísimo quitársela, amenaza con su disparo, se asocia bien, aparece por todas las zonas del campo, tiene visión y creatividad para ejecutar pases difíciles y, en definitiva, es el gran arma de desequilibrio de su equipo en el último tercio.

Esta temporada había empezado un poco peor. Fruto del mal estado colectivo en realidad, que el Nápoles ha estado siendo un equipo terrible la mayor parte del curso. Pero ese bajón de rendimiento despertó rápidamente el recelo del público, que no tardó en catalogarle en esa definición tan manida que es one season wonder, es decir, un jugador que solo destaca una temporada. Cómo si importara más el tiempo que la intensidad de lo que hace sentir, el recuerdo que deja en los espectadores que le ven.

Ahora está volviendo. Son cuatro goles en los tres últimos partidos, para un total de 10 en lo que llevamos de campaña. Y se presentará en Barcelona dispuesto a volver a asombrar a Europa, a ser ese jugador que deja recuerdos imborrables, cuya sola presencia lo vale todo, incluso la libertad, incluso la cárcel, porque verle se siente ser partícipe de algo más grande, de un jugador atemporal, lejos de la era de las redes sociales, de un fútbol donde todo va tan deprisa, porque su nombre, o al menos el significado del mismo, permanecerá por los siglos de los siglos.

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