Dame más de esto, Carlo
Terminó el Clásico y el Madrid certificó para los incrédulos una superioridad ya evidente, en Liga y en Copa de Europa, por recordarlo todo
Perderse la siesta del domingo solo puede estar justificado por dos o tres cosas, entre ellas, un partido del Real Madrid contra el Barcelona, un duelo entre Benzema y Lewandowski -el mejor nueve del mundo y el nuevo delantero del Barcelona que está entre los cinco mejores-, y por ver el resultado de otro duelo que mi amigo Diego Garrocho en lo de Tuiter resumió así: «Xavi guardialeando en el outfit. Carletto en su sitio: traje, chaleco y corbata, como si fuera a dar clase de teoría literaria en Yale». La siesta para el próximo domingo.
La cosa empezó como debería y ya en el minuto once Kroos, el único jugador del mundo que puede hacer bello un pase mientras le agarran y se cae, se la puso a Vini al hueco para que chutara un balón que Ter Stegen rechazó. Pero el orden lógico de las cosas termina por imponerse y ahí esperaba Benzema, cinco partidos después, empujándola al fondo de la red. Plástica y épica.
Lo que menos me gusta de este Madrid es que cuando juega contra el Barcelona -ya les dije que todos llevamos dentro un entrenador de saldo-, parece que perdona la vida cuando mete un gol, como si redujera la marcha y se reservara para el próximo partido. Y claro, pasa que el equipo del Spotify también hace méritos y durante unos minutos achuchó... Aunque al tiempo, por ejemplo, veo a Militao que lo mismo seca a Levandowski, lo mismo presiona la salida del balón en el borde del área contraria, y entonces se me pasa la decepción. Dame más de esto, Carlo.
A cinco minutos de las cinco de la tarde taurina, ese jugador al que antes se apodaba El Pajarito y ahora habría que multar al que lo haga, metió el segundo del Madrid. Valverde es uno de los mejores jugadores del mundo ya, aunque es un Águila que parece no tener horizonte final, límite, ni barrera. Le perdono hasta las mechas del pelo.
En el segundo tiempo el Madrid fue amo y señor del partido aun jugando, pareciera, con una marcha menos. Estamos ante un equipo sólido al cubo: su posición en el campo, la fortaleza física, la capacidad de asociación y el talento individual, con un extra que le hace aún más excepcional: se llevan bien y confían en sí mismos.
En el ochenta y tres el Barcelona metió su gol y fue enternecedor ver a Ferran volviendo a su terreno llevándose las manos a las orejas como para escuchar al Bernabéu. Quizás no estuvo en el partido. O jugó otro, quién sabe.
Una leve sospecha o incertidumbre anidó en las almas más cándidas -¿y si empatan?-, pero ya con el tiempo cumplido y en el área, Eric Garcia le dio un pisotón a Rodrygo que tras pasar por el filtro del VAR se demostró penalti. Lo tiró el mismo Rodrygo para dejar el marcador algo más fiel a lo visto en el partido.
Terminó el Clásico y el Madrid certificó para los incrédulos una superioridad ya evidente, en Liga y en Copa de Europa, por recordarlo todo. Imagino a Lunin preguntando a sus defensas en túnel de vestuarios: «¿pero Lewandowski no ha jugado?», mientras Carvajal y Militao le pasan la mano por el hombro diciéndole: «bien jugado, chaval, luego te contamos».