Barty y la retirada a los 25, la edad maldita del tenis
La número uno del tenis, ganadora de tres Grand Slams, se retira agotada física y emocionalmente
Cuando Bjorn Borg, como Barty, anunció su retirada a los 25, en la cumbre de su carrera, nadie pudo entenderlo. El prodigio sueco había ganado 11 Grand Slams en una carrera cortísima, pero ya no podía más. Su cabeza dijo basta. Ese año había ganado Roland Garros por sexta vez y había perdido la final de Wimbledon con su gran rival, John McEnroe, al que había vencido en el mismo lugar un año antes.
Agassi lo explicó en su magnífica biografía, Open. El tenis es un deporte solitario. La soledad del tenis es la mayor del deporte, donde tu lado de la pista es un desierto sin nadie alrededor que puede destruirte. Nadie puede ayudarte, sólo tú, donde precisamente uno mismo es el mayor enemigo. El mismo enemigo que ha acabado con tantas carreras, aunque hayan continuado, aunque no se hayan cerrado en el anuncio, como el de Borg y Barty.
McEnroe no ganó después de los 25
El mismo John McEnroe, sucesor en el trono del retirado Borg, se retiró definitivamente en 1992, a los treinta y tres años, pero ya en 1986, a los 27, había dejado el tenis temporalmente, tras de lo cual nunca volvió a ser el mismo. McEnroe fue número uno durante 170 semanas y ganó 7 Grand Slams. Después de los 25, una edad cuasi maldita, siendo número uno, campeón en Wimbledon, US Open, el Masters, las WCT Finals y finalista en Roland Garros, nunca más volvió a ganar ningún torneo importante.
Boris Becker tenía 17 años cuando sorprendió al mundo al ganar Wimbledon. El año siguiente repitió el triunfo. Parecía el inicio de un imperio del alemán en Londres, pero luego solo pudo ganar una vez más en el All England Club. Becker había ganado todo, menos Roland Garros, a los 24, y lo que parecía el fin de sus grandes triunfos, tuvo un último e inesperado capítulo al levantar el trofeo en el Open de Australia por segunda vez en 1996, cinco años después del anterior, con 29 años.
Martina Hingis fue la dominadora del tenis mundial desde los 17 hasta los 19 años. En ese período fue la indiscutible número uno y ganó cinco Grand Slams. Después de aquello no volvió a ganar y terminó retirándose a los 27 tras dar positivo por cocaína. Dicen que la final perdida en Roland Garros en 1999 ante la veterana Steffi Graf, la tercera que perdía, destrozó sus nervios.
Clijsters y Henin
Aún fue finalista ese mismo año en el US Open y los tres siguientes en el Open de Australia, pero no volvió a levantar trofeo alguno. En su última final de un Grande solo tenía 22 años. Su compañera de dobles, la rusa Anna Kournikova, una de las mejores tenistas de la época (a pesar de que no ganó ningún torneo individual), se retiró a los 22. Kim Clijsters, coetánea de Hingis, número uno y ganadora de cuatro Grand Slams, dijo adiós en 2007 con 24 años. Fue madre y regresó a las canchas un año después, con 25 otra vez, pero sin notoriedad. Su compatriota y gran rival, Justine Henin, era número uno cuando anunció su retirada a los 25. También regresó después, con el mismo resultado decepcionante que los demás.
Hay una especie de frontera que un buen número de tenistas no puede superar consumidos por la presión, sobre todo al más alto nivel. Otros, simplemente, deciden continuar con la tensión baja. Marat Safin, el gran talento ruso, ganó su primer Grand Slam a los veinte y su segundo y último a los 25, esa edad clave a la que ni siquiera pudo llegar la infortunada Monica Seles, campeona de ocho títulos de Gran Slam entre 1990 y 1993, antes de cumplir los veinte.
En abril de ese año un espectador admirador de Graf, que por entonces sufría una tras otra sus derrotas frente a la serbia, saltó a la cancha y la apuñaló en la espalda durante un descanso. Estuvo dos años sin jugar incapaz de superar el trauma. En su regreso triunfó en el Masters de Canadá y parecía que volvería por sus fueros, pero fue un relativo espejismo. Alcanzó la final en Nueva York ese año y el siguiente e incluso ganó el Open de Australia en 1996, pero eso fue «todo», salvo que volvió a alcanzar una final de Grand Slam en París en 1998 y, aunque esta es otra historia, resulta que tenía 25 años.