El año del adiós de Rafa Nadal, el tenista ejemplar adorado por todos

El 2024 será recordado por varios motivos, tristes y felices, pero, sin duda alguna, este año estuvo marcado por el adiós de Rafa Nadal al tenis de manera profesional. La despedida del balear acabó, por desgracia, llegando y España se quedó, de repente, sin esa persona que alegró las tardes de tantos aficionados al tenis, ya fueran españoles o extranjeros, aunque sobre todo nacionales.

El adiós de Nadal tenía que llegar en algún momento. Las lesiones acabaron por provocar su adiós. Lo que tenía claro el balear es que quería despedirse en una pista de tenis por todo lo que se había esforzado a lo largo de su carrera. Acabó cumpliendo su deseo y lo hizo ante el público español, ese que vibró con sus éxitos y le apoyó en los malos momentos.

El 2024 de Rafa arrancó en el ATP 250 de Brisbane. El balear reapareció en la ciudad australiana después de un 2023 de pesadilla, en el que el dichoso psoas ilíaco le dejó fuera de combate y le obligó a pasar por el quirófano para limpiar la zona y poder intentarlo una última vez.

Su reaparición en las Antípodas fue más o menos positiva, según se quiera ver. Ganó sin problemas a Thiem y a Kubler y dejó muy buenas sensaciones en pista. Su derecha corría de maravilla y los aficionados se volvieron a ilusionar. Daba la impresión de que ese Rafa ganador había vuelto. Sin embargo, en el duelo de cuartos de final, Jordan Thompson le llevó al límite y su físico se acabó resintiendo.

Pasadas unas horas, se confirmó que Nadal sufría un desgarro muscular, lo que le dejó sin la posibilidad de jugar el Open de Australia. Rafa quería disputar el primer Grand Slam del año, pero su maltrecho físico no se lo permitió y tuvo que volver a recuperarse de una dolencia muscular.

Rafa reapareció el 4 de marzo en una exhibición contra Carlos Alcaraz en Las Vegas y el objetivo del balear era competir en el Masters 1000 de Indian Wells, uno de los torneos más especiales de su carrera deportiva. Pero a la hora de la verdad, una contractura en la espalda le obligó a bajarse del torneo californiano.

Al no poder jugar en Indian Wells, el siguiente objetivo en la hoja de ruta de Nadal fue el Masters 1000 de Montecarlo, un torneo que ganó 11 títulos. El problema es que su cuerpo le estaba volviendo a traicionar y no le quedó otra opción que renunciar con gran tristeza y dolor. Por lo tanto, su siguiente idea fue disputar el Conde de Godó.

Nadal sí pudo competir en Barcelona y en el debut contra el italiano Cobolli dejó buenas sensaciones. Le ganó fácil. Sin embargo, en la segunda ronda contra De Miñaur se vieron las carencias del manacorí. Su falta de ritmo le perjudicó y en el segundo set frente al australiano se dejó llevar para acabar perdiendo por 7-5 y 6-1.

Tras el Conde de Godó, Rafa cogió un avión y viajó a Madrid para aterrizar en la Caja Mágica, otro torneo especial para él. En la capital española, el campeón de 22 Grand Slams fue avanzando rondas. En su debut se deshizo del tierno Darwin Blanch y en segunda tuvo la oportunidad de vengarse de Alex de Miñaur, su verdugo en la Ciudad Condal, en un partido para el recuerdo en la pista Manolo Santana que, esa tarde, estaba techada por la irrupción de la lluvia en Madrid. En tercera ronda venció al argentino Pedro Cachín, pero en octavos se despidió ante el checo Jiri Lehecka.

Las sensaciones de Rafa en Madrid habían sido positivas y sus seguidores soñaron con una buena participación en Roma. El plan estaba surtiendo efecto. Nadal estaba yendo de menos a más y es por eso que en la Ciudad Eterna se confió en ver al balear en las rondas finales. Derrotó a Bergs en la primera ronda, pero Hurkacz le dio un repaso en la segunda.

El sueño de Roland Garros

La progresión conseguida en Barcelona, Madrid y Roma llevó a pensar que, si tenía suerte, la posibilidad de llegar lejos en Roland Garros estaba ahí. Sin embargo, el sorteo efectuado en el complejo parisino confirmó que no lo iba a tener fácil.

El rival de Rafa en su debut iba a ser Zverev, quien dos años antes había abandonado la Philippe Chatrier en muletas tras fracturarse el tobillo en las semifinales. Es decir, una roca difícil de derribar para empezar. La lógica hacía indicar que el alemán se iba a llevar el triunfo ante el balear.

Y no falló. Nadal acabó cediendo ante Zverev. El alemán fue superior, le derrotó en tres sets y se convirtió en el cuarto jugador en vencer a Rafa en la Philippe Chatrier, una pista que le vio levantar 14 Copas de los Mosqueteros. Nadal se puso el raquetero en el hombro, recibió el cariño de todo el público francés y se despidió con lágrimas de emoción en los ojos.

Los últimos Juegos Olímpicos

Tras Roland Garros, Nadal se tomó un tiempo para decidir qué iba a ser lo siguiente. En el horizonte aparecían los Juegos Olímpicos de París y el mallorquín decidió disputarlos. Pero antes de regresar a la ciudad del amor, Rafa jugó el ATP 250 de Bastad para llegar con rodaje a la cita olímpica.

Nadal volvió a Suecia 19 años después y jugó tanto en individuales como en dobles. Su paso por tierras escandinavas fue positivo. Fue superando obstáculos y jugó una final ante el portugués Nuno Borges que acabó perdiendo por el sobreesfuerzo que había hecho a lo largo de toda la semana.

Lo siguiente eran los Juegos. La leyenda regresó a París con el objetivo de disfrutar de la experiencia y llegar lo más lejos posible en la cita olímpica. El balear jugó en las dos modalidades. En individuales superó al húngaro Fucsovics en su debut y acabó cediendo ante Djokovic en la segunda ronda del torneo.

Su recorrido en dobles fue algo mejor. Formó pareja con Carlitos Alcaraz y el balear y el murciano llegaron hasta los cuartos de final, donde fueron derrotados por la pareja estadounidense Ram y Krajicek, dos especialistas en dobles.

El momento del adiós definitivo

Pasado el verano, Rafa se tomó un tiempo para descansar, desconectar y pensar bien lo que iba a hacer. Y eso llevó a muchos a pensar que su retirada estaba más cerca. Nadal se había quedado sin objetivos.

El balear se borró de la Laver Cup y del US Open, torneos en los que estaba inscrito, y el 10 de octubre llegó el día más difícil de su vida. Nadal subió un vídeo a sus redes sociales, anunció que se retiraba del tenis y comunicó que su último torneo como profesional iba a ser la Copa Davis de Málaga.

Nadal iba a tener la oportunidad o suerte, llámenlo como quieran, de despedirse ante su gente. La ilusión en Málaga se disparó. Nadie quería perderse el último torneo del mejor tenista español de todos los tiempos. Se agotó todo en cuestión de días y la reventa se disparó hasta llegar a precios prohibitivos y desorbitados.

David Ferrer, capitán español de Copa Davis, le dio el honor de jugar el primer punto de la eliminatoria contra Países Bajos y ante Botic Van de Zandschulp se vio que Nadal había hecho bien. El físico no le daba y no pudo darle a España lo que a él le hubiera gustado.

Su adiós se confirmó de madrugada. Tocaba el momento de despedir a la leyenda. El acto fue muy frío y las críticas no tardaron en llegar, al considerar que Rafa se merecía algo mejor por todo lo que le había dado al tenis. Ahí, en la pista central del Martín Carpena, se apagó la luz. Rafa dejó el tenis para siempre.