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José María Rotellar

Gasto ilimitado, impuestos confiscatorios y deuda pseudoperpetua: así es nuestro camino hacia la pobreza

Esto es insostenible, y la sostenibilidad de las cuentas públicas comienza a ser una preocupación cada vez más intensa dentro del análisis económico nacional e internacional

Actualizada 04:30

Hace más de dos años que se suspendió la disciplina fiscal en la eurozona, que se mantendrá también, en principio, en 2023. Es cierto que la Comisión Europea cada vez hace más recomendaciones hacia la contención del gasto, especialmente para que se evite que se vuelva estructural, pero con las reglas fiscales suspendidas, no opera el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y eso hace que los gobiernos que sean más irresponsables, como el del presidente Sánchez, no hagan caso a las recomendaciones y sigan gastando a manos llenas, lo que tienen y lo que no tienen.

Es tal la intensidad del gasto que, pese a la recaudación extraordinaria momentánea que está logrando como consecuencia de la inflación, no consigue reducir más el déficit, sino que permanezca más o menos igual, en el entorno del 5 % presupuestado. Ese mayor gasto, desgraciadamente, se volverá, a buen seguro, estructural, pero el incremento de ingresos no lo será; ya ni siquiera es pasajero por una buena coyuntura económica, sino por la inflación, uno de los problemas más graves de la economía. En cuanto esos ingresos desaparezcan, quedará el gasto, pero no el ingreso, y aumentará la presión sobre el déficit y la deuda desde un nivel que cada vez es, para España, más insostenible, y que sin duda lo sería todavía más sin el apoyo del BCE.

En ese contexto, la tentación siempre es subir impuestos, hasta el punto de volverlos confiscatorios o, al menos, casi confiscatorios. Siempre está presente, especialmente, de nuevo, en el caso español, donde Sánchez ha subido 26 impuestos y siempre quiere más, y no digamos sus socios de Gobierno, que, si pudiesen, pondrían un impuesto para cualquier acción: nos venden, incluso, que gravan hechos con impuestos para respirar –los llamados medioambientales– y el verdadero objetivo del Gobierno, si le fuese posible, es ponernos impuestos hasta por respirar. Ese nivel de impuestos es ya inasumible. Todo tiene un límite, y con tanto impuesto sólo van a lograr dos cosas: incrementar la lacra de la economía sumergida, que hay que perseguir y erradicar, pero que con tanto impuesto ellos mismos incentivan, con perjuicio para la sociedad; y asfixiar a familias y empresas, hiriendo la actividad económica y, con ello, el empleo, que nos llevará a más gasto por prestaciones y menor recaudación. Es decir, se habrá estrangulado tributariamente a los agentes económicos para que tengan una posición peor, más débil.

Por último, quienes sólo piensan en aumentar el gasto y los impuestos, apuestan también, como recurso, por la opción del endeudamiento. Piensan que siempre van a poder colocar todo el papel que emitan y que serán financiados hasta el infinito. No es deuda perpetua técnicamente hablando, por lo general, pero la refinanciación de la misma, que no se amortiza, sino que, además, se incrementa con nueva deuda fruto del déficit, que va convirtiéndose en crónico, hace que sea casi perpetua, una especie de deuda pseudoperpetua, pues, a los efectos, nunca se va a devolver ese importe; simplemente se sustituirán unos papeles por otros, pero la deuda seguirá ahí.

Esto es insostenible, y la sostenibilidad de las cuentas públicas comienza a ser una preocupación cada vez más intensa dentro del análisis económico nacional e internacional, especialmente en casos como el de España. No se puede generar más gasto, y menos estructural, porque la economía –sobre todo, la española– no soporta mucho más endeudamiento, pese al paraguas de la eurozona y del BCE, que, obviamente, no iban a dejar que un país colapsase, pero que si uno de ellos se endeudase tanto que pudiese suponer un riesgo para la estabilidad del euro, no dudarían en intervenirla e imponerle recortes muy duros, los cuales se pueden evitar si quienes gobiernan son responsables y sensatos.

Toda la economía internacional, y dentro de ella, la UE, sin duda, y España de manera urgente, debe iniciar, a todos los niveles, un exhaustivo programa de ajustes y reformas profundas, dirigido por el diseño de una austeridad inteligente, que permita equilibrar las cuentas, crecer con fuerza, recuperar el empleo y salvar gastos esenciales, como las pensiones. Si por no hacer las cosas bien y seguir aumentando el gasto, déficit y deuda, llegamos a una situación insostenible, entonces los ajustes serán más abruptos, por haber dejado que la economía se dañe más, y sus consecuencias serán mucho más duras.

No podemos gastarnos lo que no tenemos, porque, al hacerlo, estaremos comprometiendo nuestra prosperidad, nuestro futuro, nuestra fortaleza como economía. El nivel de confiscatoriedad en los impuestos es ya insoportable, pero aunque lo incrementasen más, apenas aumentaría la recaudación; más bien lo contrario: en el medio plazo caería con fuerza y dejaría al descubierto todo el gasto que no puede ser financiado, pudiendo generar un colapso importante de impagos. La responsabilidad debería imperar en los políticos. Por su parte, la sociedad debería entender definitivamente que nada es gratis, que cada vez que un político anuncia un gasto, está anunciando, simultáneamente, mayor deuda y mayores impuestos, y que no podemos seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades, o pasaremos, si no se corrige, a vivir mucho peor.

Sólo el gasto necesario, nada estructural adicional, eliminar trabas, no subir los impuestos de manera neta y llevar a cabo un control riguroso para que no se gaste ni un céntimo más de lo que se necesite. Eso es lo que hay que hacer si queremos mantener la economía a flote en el medio y largo plazo. Frente al gasto infinito, los impuestos confiscatorios, el déficit recurrente, la deuda exponencial y pseudoperpetua y el estancamiento económico y paro elevado, la opción eficiente es el rigor presupuestario, que permitirá generar el marco económico adecuado para una fuerte recuperación.

  • José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria
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