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José María Rotellar

El artificio estadístico de los contratos

El cambio legal introducido por Sánchez y Díaz con los contratos temporales obligando su conversión en fijos-discontinuos ha distorsionado la confianza

Actualizada 04:30

Uno de los elementos que más pueden distorsionar la confianza en una serie de datos es el introducir un elemento que los haga, históricamente, incomparables. Eso es lo que sucede con el cambio legal que Sánchez y Díaz introdujeron en la contrarreforma laboral, que acaba con los contratos temporales formalmente, obligando a su conversión en indefinidos fijos-discontinuos.

Ese cambio es perjudicial por varios motivos: en primer lugar, porque el Gobierno ha tratado de acabar artificialmente con la temporalidad, que sigue existiendo, pero bajo otro tipo de contrato. En segundo lugar, porque eso ha motivado más burocracia, derivada de las altas y bajas en afiliación en el caso de los fijos-discontinuos y por el mayor número de contratos mensuales que una misma persona puede llegar a firmar, en el caso en el que las empresas opten por contratar y despedir a través de distintos contratos indefinidos, sin convertir un temporal en un fijo-discontinuo. En tercer lugar, porque ni siquiera el Gobierno da una cifra de los fijos-discontinuos que no están en su fase de actividad, más allá de una respuesta de un funcionario a una pregunta de control escrito. Nunca más han vuelto a ofrecer esta información.

Esa distorsión estadística hace que, por ejemplo, se produzcan importantes variaciones en los demandantes de empleo ocupados, que es donde se encuadran los indefinidos fijos-discontinuos que cesan actividad. Así, aumentó en 70.729 personas en junio, que muestra que realmente hay al menos ese número de personas que probablemente tenía un empleo temporal y que se encontraría incluido en el número de parados de no haber sido reconvertido en fijo-discontinuo debido al cambio normativo que se llevó a cabo. Esto es especialmente preocupante, pues se produce en una época de alta contratación, con lo que esa potencial destrucción de empleo –con reflejo en menor afiliados– que muestra ese aumento de demandantes de empleo indica la desaceleración de la economía.

  • Si los sumamos a los 123.463 personas en los que aumentó en octubre, a las 110.697 que aumentó en noviembre, a las 31.227 en que se incrementó en diciembre, a las 28.014 personas en que se incrementó en enero, a las 4.571 personas en las que se incrementó en febrero, al descenso en 64.186 personas de marzo, al descenso de 70.226 personas en abril, y al descenso de 17.543 de mayo, llegamos a la cifra de 216.746 nuevos demandantes de empleo ocupados, que se explicarían por el cese de actividad de fijos-discontinuos, que antes, al cesar actividad pasaban a la situación de parados y ahora quedan excluidos de la relación del paro registrado.

  • Esto tiene un importante impacto en los contratos. Este último mes, descendieron con fuerza los contratos indefinidos en tasa interanual, haciéndolo un 19,37%, equivalente a 151.785 contratos indefinidos menos en tasa interanual, que demuestra que los incrementos del año pasado se debían al artificio de la reforma laboral, que obliga a la transformación de temporales en indefinidos fijos-discontinuos.

  • Además, más de la mitad (un 61,64%) de los contratos indefinidos del mes son o a tiempo parcial o fijos-discontinuos.
  • Y, adicionalmente, en 2022 hubo, al menos, un artificio de más de un millón y medio de este tipo de contratos acumulado en el año, con muchos trabajadores que firman varios contratos indefinidos a lo largo del mes al haberse prohibido la contratación temporal y no optar algunas empresas por la figura del fijo-discontinuo, sino por breves contratos indefinidos. En enero, febrero y marzo de 2023, prosiguió el efecto del artificio normativo, que empezó a corregirse, por comparación estadística, en abril y continúa, por los mismos motivos, en mayo y junio.
  • Cuando dichos contratos, antes temporales, acababan, engrosaban las listas del paro. Al pasar a fijos discontinuos, cuando cesan actividad no son considerados parados (de hecho, el incremento de los demandantes de empleo ocupados en la suma global de los últimos meses indica la merma en los datos de paro que antes se contabilizaban por este motivo y que por los propios datos que dio el ministerio en una respuesta parlamentaria a una pregunta escrita cifró en casi medio millón de parados no contabilizados). La UE considera que hay casi un millón de personas (985.000) que no trabajan en España y que no están incluidas en las listas del paro.

Esa realidad es la que se da en el mercado laboral, con esta fuerte distorsión en el número de contratos, la ausencia de posible comparación en la serie histórica y la desconfianza que genera el no sabe, realmente, cuál es la situación. Es, sin duda, una de las cuestiones que el nuevo gobierno tendrá que solucionar con urgencia, pues resulta esencial poder ofrecer siempre datos fiables y comparables.

  • José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria y director de su Observatorio Económico
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