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Diego Barceló

Elecciones en Argentina: ¿dolarización, bimonetarismo o autodestrucción?

El 22 de octubre se decidirá en las urnas qué camino seguirá Argentina: el de la autodestrucción (el kirchnerista Massa), el difícil camino de intentar hacer bien lo que antes fracasó (Patricia Bullrich) o un cambio de sistema (Javier Milei)

Actualizada 08:47

Con una inflación de 12,4 % solo en agosto (la variación interanual del IPC es 124 %) y elecciones generales el próximo 22 de octubre, el debate central en Argentina es cómo frenar el aumento de los precios. Mientras el candidato kirchnerista propone seguir como hasta ahora (es decir, cuesta abajo y sin frenos), los principales candidatos opositores ofrecen dos alternativas: la dolarización (Javier Milei, el ganador de las elecciones primarias) y un sistema bimonetario (Patricia Bullrich, del grupo de partidos que lidera el expresidente Macri).

El sistema bimonetario es volver a intentar algo que funcionó temporalmente en los años ’90: permitir la libre utilización del dólar al mismo nivel que el peso. En aquellos años, el gobierno de Menem lanzó el Plan de Convertibilidad, según el cual un peso valía un dólar y el banco central solo emitía pesos a cambio de dólares. La idea original era que, luego de años de disciplina fiscal y reformas económicas, la confianza y la productividad crecerían de forma tal que permitiría la libre flotación del peso, que se apreciaría. Se trataba de emular la experiencia del yen japonés, que tras años de paridad fija con el dólar (360 yenes = USD 1), comenzó a flotar y se apreció.

Por diversas razones, ese plan acabó en fracaso. Los políticos reimpusieron el uso del peso (la «pesificación»). Imposición que se hizo por los peores motivos (licuar las deudas de unos, financiar el gasto público con emisión monetaria, etc.). Desde la caída de la Convertibilidad, en 2002, la inflación acumulada es de 34.600 % (¡una inflación media anual de 65 % durante 21 años!). Eso significa una confiscación continua y creciente del salario, las jubilaciones y los ahorros. Por eso los argentinos no quieren el peso y se refugian en el dólar.

No hay muchos motivos para pensar que hacer lo mismo que en 1991 (una economía bimonetaria para recuperar el peso) vaya a tener ahora un resultado diferente. Más bien, la historia argentina invita a pensar que lo más probable es que el «bimonetarismo», tarde o temprano, será un nuevo fracaso. Por eso es que muchos creen necesario dar un paso más: la dolarización. Esta consiste en abolir el peso y usar el dólar como moneda legal. Aunque parezca extraño, es lo mismo que hizo España cuando abandonó la peseta para tener una moneda de mayor calidad, el marco alemán (aunque por cortesía germana se le llamara «euro»). Utilizando el dólar, Argentina tendría la misma posición que Portugal, Croacia, Grecia o cualquiera de las pequeñas economías de la zona euro, cuyo poder de decisión en el Banco Central Europeo es testimonial, pero se benefician de tener una moneda sólida.

La utilización del dólar no sería obligatoria, porque en verdad se trata de un sistema de competencia de monedas. Aunque hoy los argentinos prefieren masivamente el dólar, en el futuro eso podría cambiar y se podrían utilizar otras monedas. En todo caso, al eliminarse la emisión espuria de moneda, la dolarización suprimiría para siempre la inflación crónica, las tasas de interés caerían a niveles internacionales, favorecería el ingreso en los bancos de los dólares acumulados en los «colchones», estimularía el ahorro y el crédito, facilitaría el cálculo económico, impulsaría la inversión productiva, resguardaría el valor de los salarios y jubilaciones, obligaría a financiar el gasto público de forma genuina (con deuda o impuestos) o a recortarlo si no fuera posible (tal como hacen las familias y empresas) y promovería la productividad, entre otros efectos positivos. Con dos claves adicionales: no habría política monetaria (Argentina ahora tampoco la tiene) y sería irreversible (reversibilidad que fue el «talón de Aquiles» de la Convertibilidad de Menem).

Sin embargo, los mayores argumentos en favor de la dolarización no son económicos. Son democráticos y morales. Porque los argentinos ya eligieron qué moneda prefieren, y esa no es el peso, sino, al menos por ahora, el dólar. Y son morales porque desterraría el robo sistemático del estado para con sus ciudadanos, restaurando el derecho de propiedad, devolviendo a los argentinos la libertad que les está siendo arrebatada a través de la inflación y el desorden económico.

El 22 de octubre se decidirá en las urnas qué camino seguirá Argentina: el de la autodestrucción (el kirchnerista Massa), el difícil camino de intentar hacer bien lo que antes fracasó (Patricia Bullrich) o un cambio de sistema, con algunos riesgos de implementación iniciales, pero con la oportunidad de comenzar, en sentido literal, una nueva etapa económica, política y cultural (Javier Milei).

Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)

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