La ambición de Escrivá, el tecnócrata que fue
La reforma de las pensiones amenaza con ser el principal borrón de la trayectoria profesional del ministro. Después vendrían el caos del Ingreso Mínimo Vital y la desastrosa gestión de la Seguridad Social
Quién le ha visto y quién le ve. No hay que profundizar mucho en la biografía profesional de José Luis Escrivá para comprobar que él siempre fue un entusiasta del equilibrio presupuestario en el que se cisca este Gobierno. Un obseso podría decirse, si se repasan los informes que firmaba quien fuera economista-jefe y director del Servicio de Estudios del BBVA entre 2004 y 2010. Pero sobre todo más tarde, ya en la AIReF, cuando tomó las riendas de ese organismo de nueva creación para dotarlo de prestigio en tiempo récord a base de trabajo serio y riguroso.
Nadie daba un euro en 2013 por que el hoy ministro para la Transformación Digital se convirtiera en el azote de Cristóbal Montoro, que fue quien le nombró. Lo que ocurre es que en un cargo de este tipo lo más importante es conducirse con independencia, da igual si hablamos de la AIReF o del mismísimo Banco de España. Escrivá lo tiene claro, por eso Sánchez se lo pensó muy mucho antes de proponérselo al PP como gobernador. Porque había otros candidatos sobre la mesa y porque puede que el economista de antaño no sea tan dúctil como Conde-Pumpido, García Ortiz, Tezanos y el resto de leales que ha ido colocando en las instituciones a medida que las fagocitaba.
Escrivá siempre ha demostrado una capacidad de trabajo encomiable y es hombre de trato amable, aunque tiemble el que tenga delante si se cabrea cuando le tocan el amor propio. Y al igual que la exvicepresidenta Nadia Calviño, no posee carné del PSOE. Eso le convirtió a ojos de Pedro Sánchez hace seis años, en el compañero de viaje ideal para un Gobierno que siempre ha intentado legitimarse en lo económico. Para diferenciarse de las ocurrencias comunistas de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz muy probablemente. La primera cartera de Escrivá tenía peso, Seguridad Social, pero no así la actual, Transformación Digital, por mucho que luego le endosaran también las competencias de Función Pública. Después de las últimas elecciones generales se especuló, y no poco, con el destino del hoy candidato de Moncloa a gobernador del Banco de España. Algunos interpretaron que había perdido la confianza del presidente, pero nada más lejos de la realidad; sólo le dejó «en el banquillo» a la espera de buscarle un puesto con más empaque.
Para comprobar la buena sintonía que existe entre ambos, no hay más que ver la entrevista que Sánchez le hizo a su ministro en junio del año pasado. Como máximo exponente de la manipulación y el enjuague que supuso aquel extravagante formato electoral, el secretario general del PSOE hizo decir a su interlocutor que el Ejecutivo de coalición rellenaría la hucha de las pensiones con 5.000 millones de euros anuales hasta llegar a 45.000 millones en 2030. No hace falta tener el currículum de Escrivá para saber que esa promesa es una falacia si no se aumentan las cotizaciones o se recortan gastos de manera decidida, algo que parece no entrar en la cabeza de este Gobierno mal llamado progresista.
Según la Comisión Europea, las nuevas medidas elevarán el gasto en 75.000 millones de euros -en base al actual PIB-, echando por tierra la mayor parte de los cálculos enviados a Bruselas
De todas formas, la reforma de las pensiones amenaza con ser el principal borrón de la trayectoria profesional del otro tecnócrata. Después vendrían el caos del Ingreso Mínimo Vital y la desastrosa gestión de la Seguridad Social, donde la reventa de citas para que te atienda un funcionario se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Pero por su trascendencia, cabe subrayar los desequilibrios que causarán los cambios introducidos por Escrivá en el sistema público de pensiones. Sobre todo la abolición del factor de sostenibilidad y el retorno a la indexación total al IPC. Según la Comisión Europea, las nuevas medidas elevarán el gasto en 75.000 millones de euros -en base al actual PIB-, echando por tierra la mayor parte de los cálculos enviados a Bruselas. Su último Informe sobre el Envejecimiento afirma a las claras que España es el país de la UE que registra un mayor deterioro en las proyecciones si se compara con las que hicieron en 2021, cuando aún estaba vigente la reforma que llevó a cabo el Gobierno de Mariano Rajoy.
El PP no puede aceptar la candidatura de Escrivá porque el pacto sobre la Justicia con el PSOE incluía expresamente la prohibición de las puertas giratorias
Poco imaginaría el joven y brillante Escrivá de los años noventa que entraría en política sin pretenderlo y que le tocaría meterse en estos líos. Por aquel entonces ya era subdirector del Departamento de Estudios Monetarios y Financieros y jefe de la Unidad de Investigación Monetaria en el Banco de España. Ahora, varias décadas después, ambiciona volver a casa ungido como gobernador. Sabe que es un buen economista y está preparado para el cargo, pero también sabe los problemas que plantea su candidatura. El PP no puede aceptarla porque el pacto sobre la Justicia con el PSOE incluía expresamente la prohibición de las puertas giratorias, así que no se descarta que Sánchez acabe buscando una alternativa. Aparte de sus propias dudas, la opción Escrivá no le ha gustado a casi nadie: ni a los medios afines ni al PP ni a los banqueros. Ni siquiera al ministro de Economía, Carlos Cuerpo, que trabajó a sus órdenes en la AIReF y nunca se entendió muy bien con él. Todo sería más fácil, por ejemplo, con Paula Conthe, la actual secretaria general del Tesoro, que además es mujer, igual que la presidenta del BCE, Christine Lagarde. El último capítulo de este serial aún está por escribir.